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PRIMERA FEB
Dicen las malas lenguas que los partidos del COB de esta temporada convalidan con un máster en cardiología. El drama como rutina en los finales. Tizona, Estudiantes, Zamora, Alicante, Obradoiro… Y ahora, Valladolid. Pero, como no hay mal que por bien no venga, y aunque en no todos ellos la moneda salió cara, el equipo se ha curtido a base de pequeños grandes infartos. En el Pisuerga, las trincheras ganaron al campo abierto en muchos momentos. Un festival de puntos dejó paso pronto a un terreno de juego embarrado. Parecía que se lo iba a llevar uno, luego el otro, pero imperó la ley del más fuerte. Y ese, con el nivel de tensión de un Valladolid en zona roja, es el COB.
Un triunfo que llegó por las manos. Por ejemplo, las de Moody al empezar y las de Brito, Mendikote o Javi López cuando el tiempo se agotaba. También llegó por la cabeza, con esa calma y sangre fría que aplicaron los ourensanos en el momento de la verdad. Y llegó hasta por los pies. El que impactó en salva sea la parte de Monteiro poco antes de acabar el tercer cuarto y que Ángel De Lucas vio, pero prefirió hacerse el sueco y decir aquello de “sigan, sigan”. Punto de inflexión. Es una de esas jugadas que no admite debate y que pone en jaque los argumentos habituales de los árbitros. Si la ves y no la pitas, malo. Muy malo. Y si no la ves (por poner un caso hipotético) no sirves para esto. Ni siquiera paró el juego para preocuparse por el jugador cobista, siendo una acción peligrosa. Solo lo hizo para pitarle dos técnicas a Moncho López tan rápido como Clint Eastwood desenfundaba el revólver en Almería. Solo que De Lucas no tiene ni el mismo porte, ni la misma clase.
Parecía el principio del fin, pero el agravio pareció espolear al COB, con sus defectos sí, pero también sacando provecho de parte de sus virtudes. Y una vez que el duelo estaba abocado a un final igualado, los equipos se colocaron en un plano muy diferente. El COB, con su gran campaña y nueve victorias aseguradas al margen de lo que ocurriese, pensó “ojo, que podemos ganar”. Al otro lado, los pucelanos, en puestos de descenso y sin ganar ante su gente todavía, pensaron “ojo, que podemos perder”. Dos prismas diferentes para analizar un mismo momento. Así que el estado de ánimo, unido a un Brito al que le faltan brazos para tantos galones, un Javi López con ganas de irse al bus sin prórroga o un Mendikote que debería santificar aquella pancarta que pedía su renovación la temporada pasada, cocinaron el décimo triunfo cobista. Casi nada.
El calendario no da tregua y pone a otras bestias pardas por delante. Pero complejos, ninguno. El COB tiene armas para mirar a la carita a cualquiera. Lo está haciendo. Tienen cantidad y calidad para ser ambicioso y compensar la chequera que manejan otros rivales, ya sí, directos. El baloncesto vuelve al Pazo el sábado a las 19:00 horas. Horario habitual y ninguna excusa para no estar. Para animar a unos y presionar a otros. Sintiéndolo por Pazolandia, las atracciones serán otras.
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