LITERALMENTE

El desgraciado último descendiente de Cleopatra

La reina del Nilo desapareció de la escena con un último gran gesto que ha quedado para la Historia. Con ella se acabó la civilización egipcia para siempre, pero su muerte no supuso la liquidación de su estirpe. Tuvo sucesores y otro final trágico ya en tiempos del emperador Calígula.

Cleopatra falleció en torno al 32 antes de Cristo y de forma casi simultánea lo hizo su hijo y heredero Ptolomeo Cesarión, a quien Cayo Octavio Augusto consideraba un enemigo en potencia como faraón de Egipto y sobre todo por su condición de hijo de Julio César. Cayo Octavio, que en ese momento se hacía con todo el poder de Roma instaurando el régimen imperial acabando con la República –aunque mantuvo sus instituciones, de adorno- había sido nombrado hijo adoptivo por César –que era su tío-abuelo- en su testamento y de forma lacónica dijo que no era bueno que hubiera dos césares, lo que significó la condena a muerte de Cesarión, quien engañado regresó a Egipto cuando había iniciado la huida. Fue asesinado y sus restos tirados al mar.

Pero el linaje de Cleopatra no acabó con él. Sus otros tres hijos, que había tenido con Marco Antonio, fueron llevados a Roma y educados como romanos. De dos de ellos apenas se sabe algo, Ptolomeo Filadelfo y Alejandro Helios, que probablemente también fueron asesinados poco después, pero sí de la niña, Cleopatra Selene. Selene y Helios eran gemelos, la Luna y el Sol, símbolos de lo que iba a ser la unión de Occidente y Oriente, Roma y Egipto, y que se frustró tras la victoria de Augusto sobre el ejército egipcio-romano de Marco Antonio.

Cleopatra Selene se crió como romana por la hermana de Augusto, Octavia, y formó parte de la familia imperial. Después de todo, Marco Antonio había sido todo en Roma y su fama no había decrecido pese a haber sucumbido ante el “hechizo” de la egipcia. Cuando tuvo edad, Augusto decidió casarla con un rey tributario, Juba el númida, que gobernaba en el Norte de África bajo la tutela romana. Cleopatra Selene y Juba tuvieron un hijo, que una vez más se llamó Ptolomeo, el Mauritano, el mismo nombre que el fundador del linaje, el general Ptalmis, un griego de Macedonia lugarteniente de Alejandro Magno. 

Selene, pese a su educación romana, se mantuvo firme en sus creencias egipcias y su herencia griega, y como tal educó a su hijo, quien no obstante, se “romanizó” notablemente tras desposar a una siria. Ascendió al trono cuando todavía era un joven y se mantuvo en la órbita de Roma. Lo que fue su perdición. Hacia el año 40 antes de Cristo fue llamado por el emperador de turno, el loco de Calígula, quien estaba convencido de que el soberano numida era rico. Y Calígula necesitaba dinero, así que decidió asesinarlo para quedarse con su fortuna y su reino, que se convirtió en provincia romana. Al parecer, lo hizo cuando el rey numida acudió a un espectáculo al anfiteatro llevando su capa púrpura, lo que enfureció a Calígula, que se sintió minusvalorado. Así lo hizo y con una traición finalizó la estirpe de Antonio, Cleopatra y hasta cierto punto con el legado de Alejandro Magno. 

Aunque no del todo. Al parecer, una lejana descendiente de Ptolomeo el Mauritano sería la legendaria Zenobia de Palmira, otra reina que recordaría a su retatarabuena Cleopatra por su energía y decisión, y que hacia el año 270 después de Cristo fundó un efímero imperio sobre las provincias romanas de Arabia y Egipto. Igual que su antecesora, acabó siendo víctima de la potencia del ejército romano, y poco se sabe de su final, aunque probablemente también se suicidó para no acabar en manos de sus enemigos…

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