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Las sibilas de Grecia y Roma

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Dos pitonisas guiaban el futuro en Grecia y Roma, la de Delfos para los helenos, la de Cumas en la península itálica. Ambas fueron respetadas y sus palabras, a menudo difíciles de interpretar, temidas.

La Sibila de Cumas habitaba una profunda cueva cerca de Nápoles donde ejercía el don de la adivinación que le habría llegado directamente de Apolo. Griega, natural de la actual costa turca, se habría trasladado a la península itálica cuando Roma aún no había sido fundada. Era una mujer extremadamente anciana debido a que en su momento pidió al Dios que le otorgara vida eterna, pero se olvidó de incluir la eterna juventud: se dice que vivió unos mil años. Los romanos la tuvieron muy presente en toda la historia y todavía hoy es posible visitar el sitio arqueológico histórico, unas ruinas y una gruta al norte de Nápoles. Allí era donde realizaba sus profecías y donde al parecer se encontraba una de las entradas al infierno, el Hades de los griegos, el Averno romano. La leyenda asegura que guió a Eneas, el  antecesor de la fundación de Roma, a hablar con su fallecido padre Anquises. 

El antro de Cumas es un túnel de 130 metros excavado en roca viva, con tragaluces. En la cámara final era donde la Sibila pronunciaba sus oráculos en trance. Los arqueólogos creen que habría otra cripta aún más oculta. Sobre la Sibila de Cumas había una historia que la unía al último rey de Roma, Tarquinio el Soberbio, a quien ofreció nueve libros donde se relataba el futuro de la Urbe. Por ellos pidió un precio desorbitado, que el soberano rechazó: la de Cumas quemó tres libros y ofreció los seis que quedaban por el mismo importe, y ante la misma respuesta, también los quemó. Finalmente, Tarquinio aceptó pagar lo que pedía por los tres que quedaron. Fueron guardados en el templo de Júpiter Capitalino y eran consultados en situaciones extremas. El año 83 antes de Cristo un incendio los destruyó pero fueron recompuestos. En 405 acabaron en el fuego como símbolo del derrotado paganismo. 

Mientras tanto, y también por esas fechas, cerraba sus puertas el templo de Apolo en Delfos, donde otra Sibila, siempre una mujer, había realizado predicciones durante mil años. Se colocaba sobre un trípode en una gruta de la que emanaban gases que la ponían en trance. Eso se aseguró durante años, pero lo cierto es que el templo de Apolo existe –sus ruinas- y no hay ninguna abertura como la descrita salvo que se trate del espacio entre dos fallas existentes en la zona, donde quizá en el pasado hubo algún tipo de actividad. Las profecías de la Délfica eran oscuras y tenían que ser interpretadas por los sacerdotes, que a menudo daban una respuesta que podría entenderse de distintas formas, lo que aseguraba su éxito. En otras ocasiones eran más claros, como cuando pronosticaron a los padres de Edipo que su hijo mataría al padre y se casaría con la madre, como así fue… En 390 el emperador Teodosio decretó el cierre del santuario como un resto del mundo pagano en el que nadie ya creía. A esas alturas era sólo una sombra de lo que había sido, y el lugar se encontraba en ruinas. El templo, como en otros lugares, fue reconvertido en iglesia cristiana durante un tiempo hasta su abandono definitivo.

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