Chito Rivas
RECUNCHO HEBDOMADARIO
A mecha imposible de apagar
UN CAFÉ SOLO
Cada día añado a la lista de cosas que me disgustan algo nuevo. No me alegra ni me hace sentir mejor. Al contrario, cada incorporación incrementa los números de la decepción y la tristeza. Al principio me culpaba por ese balance donde el pesimismo coge fuerza, pero con el tiempo entendí que no soy la única responsable. También descubrí que ser consciente de lo que no me gusta podía transformarse en una herramienta para el cambio. Al fin algo positivo.
Pensé todo esto mientras perdía el tiempo navegando entre historias virales y aparecieron vídeos donde un “alma caritativa” ofrecía comida a personas vulnerables que, a cambio, se dejaban grabar en la plenitud de su desgracia. ¿Por qué convertir un gesto tan personal en algo tan público? Sobre todo, ¿para qué? Ninguna de las posibles respuestas me pareció elogiable.
En esta ciudad hay muchas personas que dedican tiempo y recursos durante todo el año para intentar aliviar las heridas que deja vivir en la calle.
Amparar a quien lo necesita siempre está bien. No solo en estas fechas. La vulnerabilidad de las personas que atraviesan desesperadas situaciones no desaparece en enero. Pero la manera en la que hacemos las cosas también determina el valor de las mismas.
Acabamos de celebrar la Nochebuena, podríamos repensar la frase de Jesús, recogida en el Evangelio de San Mateo: “Mas cuando tú des limosna, no sepa tu izquierda lo que hace tu derecha”. No había entonces redes sociales ni vídeos virales. De haber sido así, probablemente habría añadido: mantén a salvo la dignidad de las personas necesitadas. Aunque debas renunciar a “me gustas”, a aumentar seguidores y a donaciones cuyo destino nadie verificará. Es el propósito más probable que encuentro cuando, sin pudor, se coloca el rostro de la desolación con secuelas de graves problemas en un escaparate viral, a través de un gesto tan volátil en el tiempo que poco arregla la situación del damnificado.
Subir a las redes sociales este contenido se parece más a la búsqueda de publicidad para la cuenta y lograr un beneficio personal que a un gesto solidario.
En esta ciudad hay muchas personas que dedican tiempo y recursos durante todo el año para intentar aliviar las heridas que deja vivir en la calle. Todas en el anonimato, conscientes de que la realidad que socorren no debe tener el foco sobre la fragilidad de quienes la padecen sino sobre las causas que la producen.
Seamos sinceros, no necesitamos que un vídeo viral nos muestre la dureza de estas vidas. Las vemos cada día en las calles de la ciudad, nos tropezamos con ellas. Otra cosa es que casi siempre las intentemos esquivar, decidamos ignorarlas, pasar de largo y sacudirlas de nuestra cotidianidad para que no nos enturbien el día y no nos incomoden.
La solidaridad sin propósito secundario no espera el aplauso ajeno y respeta la dignidad del otro. Lo contrario tiene otros nombres. Elijan uno.
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