REPORTAJE - NATRUALEZA

El amarillo mimosa invade el monte ourensano

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photo_camera Las mimosas invaden algunas zonas del monte ourensano.

Introducida a finales del siglo XIX como especie ornamental y maderera, hoy las acacias se han apoderado de amplias zonas del Ribeiro y Monterrei. Catalogada como especie invasora, erradicarlas es tarea compleja y costosa.

A vista de pájaro pudieran parecer pinceladas de color reflejadas sobre el Miño, grandes mantos que suavizan un paisaje hecho a sí mismo a fuerza de abandono y tiempo. Pero las acacias –la "Acacia dealbata", la más problemática por estos lares- no forman parte del paisaje ni de la flora identitaria del ADN ourensano, por mucho que una vista rápida desde la A-52 pudiera ensimismar hasta tal punto al viajero.

Fue una especie foránea, como tantas, introducida –siglos XIX-XX - por su fácil adaptación al medio –resiste hasta la sequía, menos el frío- y por su utilidad como recurso urgente para servir de tutores en las vides, sobre todo en áreas de O Ribeiro y Monterrei. Durante años su concurso práctico se apoderó de amplias zonas junto al Miño, en terrenos de escaso valor que cumplieron una función sin comprometer a las otras especies autóctonas por su intenso control y uso; hoy es otra cosa. En la viticultura su uso actual es residual, nuevos materiales han modificado viñas y dejado esos usos a modo de fetiche y residual recuerdo. Un paseo por las orillas del Miño, desde Ourense hasta Ribadavia por ambos márgenes del río implora al desaliento ante semejante desatino, grandes áreas, montañas de la base hasta la cima, son hoy un reclamo de color amarillo, una belleza que hipnotiza y que por ello es utilizada e incluso aconsejada como planta ornamental, pero está en el Catálogo Español de Especies Exóticas Invasoras; en 2011 una moción del otrora senador del BNG, Xosé Manuel Pérez Bouza, instaba a la Xunta y al Gobierno central a su erradicación, así se publicó en el Boletín del Senado del 31 de marzo de aquel año. El catálogo incluye más de un centenar, sub-especies aparte, sólo de la acacia figuran seis, todas, un peligro para la biodiversidad de un territorio donde el descontrol y la falta de iniciativa en favor de lo natural ha sido una constante.

Su erradicación es costosa, manual, máxime porque el área se ha extendido mucho. Su extracción mecánica no es efectiva ni suficiente, después exige controlar los rebrotes durante años así como tratar de forma localizada la planta con glifosato, un herbicida sistémico. Si durante años fue muy útil para estabilizar taludes en carreteras o vías férreas, el paso de los años las ha difuminado a capricho, merced a su reproducción masiva a través de los miles de semillas que produce cada planta, el carácter leñoso de sus raíces hace que se expandan a libre albedrío, y peor aún, en un territorio agitado de pirómanos, tras un incendio igual que otras especies arbustivas como las xestas, su desarrollo resulta totalmente implacable.

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