Cartas al director

Un santo para la iglesia anglicana

El Espíritu Santo "sopla donde quiere" (Jn 3,8) y también ejerce su función santificadora e inspiradora en las Iglesias cristianas no católicas y fortalece a sus miembros hasta "la efusión de su sangre" por la fe (cf. "Lumen gentium", 15). Para la Iglesia anglicana, los mártires son indiscutiblemente santos, como en la Iglesia primitiva, y por eso hace más de 30 años declaró santo al arzobispo, católico, de El Salvador (tierra de mártires olvidados) monseñor Óscar Arnulfo Romero, asesinado el 24 de marzo de 1980, mientras celebraba misa, por un sicario pagado por los terratenientes y armado de un rifle de mira telescópica por un oficial de la Junta Militar, que había impuesto una dictadura salvaje. A poco más de 30 metros, un solo disparo destrozó el corazón del gran defensor de los pobres campesinos,que eran, prácticamente, tratados como esclavos. Fue el único vil recurso para silenciar para siempre sus homilías apasionadas por la justicia -Monseñor Romero ya había sido acusado de marxista, incluso por obispos del país que cooperaban con la dictadura, apoyados por Roma-.


En una primera entrevista con Juan Pablo II, mayo de 1979 (año en que comenzó la sangrienta guerra civil) presentó un amplio informe sobre la violación de los derechos humanos en El Salvador y el pontífice se limitó a decir que tenía poco tiempo para tanta lectura, y que "le convenía ir de acuerdo con el Gobierno". Monseñor Romero salió llorando y dijo "el papa no me ha entendido porque El Salvador no es Polonia". En la segunda entrevista el papa le advirtió de los riesgos del marxismo, a lo que el arzobispo replicó que "el anticomunismo de las derechas no defendía la religión sino el capitalismo"
Dejamos para otro artículo el análisis de los errores pastorales y políticos del Vaticano del periodo que va de 1981 hasta la feliz llegada del evangélico papa Francisco, que el día 3 del presente mes de febrero nos dio el gozo de autorizar decididamente la beatificación del "santo" arzobispo monseñor Romero. Ya pasaron 35 años de su martirio y la Iglesia católica lo tenía olvidado fundamentalmente porque en dicho período se condenó y silenció la Teología de la Liberación, hoy ya consagrada por el Vaticano.