El artista Fernando Barreira hace y dona un retablo para Bousés

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photo_camera Fernando Barreira ante su retablo.
El pasado 20 de agosto quedó inaugurada la nueva capilla que desde ahora debería ser la del Cristo blanco roto

Bousés, en el concello de Oimbra fronterizo a Portugal, es cabeza de parroquia. Aquí, en su iglesia, cuya torre destaca en lo más alto del núcleo concentrado a sus pies, asentamiento que remite a un hábitat habitado desde la prehistoria, el pasado veinte de agosto quedó inaugurada la nueva capilla conocida hasta ahora como de san Mauro y que desde ahora debería ser la del Cristo blanco roto. Esbelto, de canon alargado y trece clavos en su cuerpo, destaca desde su unidad pese a la fragmentación en seis partes, mostrando las palmas, más baja la izquierda, hacia donde gira la barbada cabeza, con despejada y curva frente, y larga melena ensortijada. Su esquema en staccato, como en lenguaje musical alude a la separación entre notas con un silencio, se refuerza con la cruz posterior que conforman siete sólidos bloques al modo del Dalí de Corpus Hypercubus, aunque aquí unidos en sus ejes. Mas es significativo el contaste del prístino blanco sobre la oscura madera de nogal, que al igual que las demás partes leñosas ejecutó Antonio Pardo de Oimbra, según la idea plástica de Barreira, quien hizo que las piernas de la imagen se entrecruzaran por los muslos y sin montar los pies, firmando en el inferior. Es a la vez una innovación iconográfica y una experiencia de vida desde el cristianismo.

Detrás, sobre un fondo de rojo de cadmio brillante, color icónico del artista, dos grandes espejos dobles en dorados marcos que parecen flotar, disposición barroca inspirada en la de la capilla del Santo Cristo de la catedral auriense. A los lados, en los candelabros, van Ángeles sedentes en bronce dorado ante sendos fustes columnarios que rematan en multitud de pinjantes al modo de las lágrimas de las lámparas clásicas. Desde la parte posterior de ambos elementos, y la cruz, se sitúan los puntos de luz que retroiluminan el fondo, del que descuella el singular arco ornamental polícromo, marco semicircular pintado a mano con maestría. En la parte alta de la pared, San Mauro abad, o Amaro, en el centro de una barroca cornucopia con dos ángeles en vuelo.

En el frontal de altar hay gran cuadro, con el lenguaje reconocible del artista verinense, y claves simbólicas en consonancia desde su mundo onírico, rematado con los bodoques malagueños del Cristo de la Buena Muerte, o de Mena, regalo nominal de la famosa cofradía. Como todo el conjunto, que Barreira dona a la diócesis a través de su párroco, amigo personal. Aquella, y también el ámbito civil, estuvieron representados en la inauguración. En el plano cultural es un incuestionable aporte al patrimonio de Galicia y, asimismo, una obra llamada a trascender fronteras hacia Portugal y los respectivos regímenes autonómicos de este régimen monárquico. Conviene destacarlo, desde el consuetudinario proceder de la Iglesia católica en su alejamiento a la renovación plástica de nuevas iglesias, siendo escasísimos los ejemplos de nuevas imágenes de fe para culto y devoción. Es, desde este nuevo retablo, debido a la munificencia de Fernando Barreira, una capilla de autor y fe.

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