Copa del Rey

El sueño copero del Arenteiro ha muerto, ¡larga vida al sueño!

Con las emociones a flor de piel, un equipo que volaba y unos aficionados entregados, Espiñedo vibró como nunca

Si el pleno municipal de Carballiño decide hacer festivo local el 22 de diciembre a nadie le debería extrañar. ¡Qué fiesta la de aquel día! El Arenteiro se volvió a sentar en la mesa de los nobles del fútbol mundial. Lo hizo en un Espiñedo que comenzó a llenarse desde dos horas antes. Puro fútbol, pura vida. Y como dice la canción omitiendo la parte alcohólica, “el resultado nos da igual”. O casi. Porque nada de convidado de piedra. Desde la salida a calentar del Atlético, con los primeros abucheos, se dejó claro que a los colchoneros no se les iba a poner una alfombra roja.

La lluvia se unió a la fiesta. Se dejó ver antes de empezar. Y lo hizo acompañada de su amiga la niebla. “A ver si no hay riesgo de suspensión”, apuntó el colegiado González Fuertes al ir a reconocer el césped. Paseo por aquí, paseo por allá. Siendo asturiano debería saber de esto. Tranquilo hombre. Solo un susto. Luego demostró que de “primos-hermanos” poco. Anda que…

Un guiño al Valencia (rival copero el pasado año) llegó en forma de pólvora y bombas de palenque. Se cocía algo grande. Los móviles al aire cuando los protagonistas empezaron a asomar. “Ah para, que te estoy grabando un vídeo y no sacando una foto”. A todos nos ha pasado. También selfies con los periodistas más mediáticos, que tiraron de amabilidad y paciencia con aquellos que los reconocían en esa cabina talla XS para unos “juntaletras” XXL.

Otro que de medios sabe latín es Enrique Cerezo. El presidentísimo rojiblanco llegó a Espiñedo a eso de las 20:20 horas después de descansar tras una comida de pulpo y marisco. “Quedaron bien satisfechos”, comentó una fuente autorizada. Cerezo no va solo. Cuatro fornidos trabajadores de seguridad le acompañan. Uno de ellos tomó posición unas cuantas filas más abajo del palco y se tiró el partido mirando a su “presi”. Eso es un marcaje y no el de Pol Bueso. Eso sí, alguna mirada furtiva al césped cayó.

VIP

Como miró el respetable a los balcones VIP situados junto a Espiñedo. ¡Menuda verbena tenían montada! Entre las luces de Navidad, la animación y las viandas y bebidas aquello parecía Ibiza en temporada alta.

Pibe, de falta, y Koke, dentro del área, intercambiaron las primeras ocasiones. En ese momento las uñas de más de uno peligraban y los niños cerraban muy fuerte los ojos como si quisieran retener la imagen de algún ídolo para siempre. Igual en 15 son ellos los que se toman una buena Copa. Con  la “c” mayúscula.

Y saltaron chispas, no nos equivoquemos. Si algún capitalino pensaba que venían a sacarse fotos y al avión, muy equivocado estaba. Javi Rey expulsado, la grada de uñas y aroma a fútbol clásico, con piques y quedadas para tomarse un pulpo después. O para darse la del pulpo, según se mire. 

Entonces, en el Instituto Geográfico Nacional saltó la alarma de seísmo. Gol de Marquitos y terremoto en Espiñedo. Por delante. Duró poco. Pero por delante. Se dice que el ruido despertó a un habitante de Sidney que estaba durmiendo. No hay pruebas pero tampoco dudas. Luego el colegiado quiso llamar la atención un ratito. Nada nuevo bajo el sol. Dos penaltis, uno cara y otro cruz. Dicen que la televisión tiene mucho de mentira. González Fuertes va de cara, es malo en la pequeña pantalla y es malo en vivo y en directo.

Olía a prórroga. Alguno ya mandaba el clásico mensaje de “llego algo tarde”. Pero las tuvo el Arenteiro. Incluso cuando el esfuerzo pasó un factura de las que cuesta pagar. Al final fue el “pez grande” el que impuso su lógica, durante tantos minutos cuestionada. Lo hizo con nun gol de un “miniatlético” y con otro de Carrasco. Esta gente estaba jugando el Mundial hace dos semanas, por contextualizar. También un Morata que tuvo un día en modo calvario. 

Fue una montaña rusa de emociones. Dos horas que parecieron dos docenas. Todos los estados de ánimo posibles concentrados. El Arenteiro murió con las botas puestas y su afición lo sabe y lo valora. El Atlético se fue con el susto en el cuerpo. De eso no le libró ni el equipo de seguridad de su presidente. El cholismo atraviesa momentos complicados y en Espiñedo se salvó de una cornada de dos trayectorias “in extremis”

Porque al final, esto es fútbol. Y esta es una villa que lo siente como suyo, su equipo, sus jugadores. Los que intentan desprestigiarlo con la cantinela de “son 11 hombres (o mujeres) corriendo detrás de un balón” no han entendido nada. Carballiño celebró su fiesta. Vivió su “Gordo” particular con su escudo, su verde y sus vecinos. Un sueño. Porque toda la vida es sueño y, los sueños, sueños son. Esta vez sonó la alarma. Pero el Arenteiro se despertará con una sonrisa en la boca. Además queda algo tan bonito o más que esta fiesta de copas. Queda la Liga. Van primeros y quieren Primera. Quizá en este caso la alarma no suene y el sueño se convierta en realidad. 

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