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El éxito del fracaso

Ni todos los fracasos son iguales ni todos los grupos humanos aceptan y gestionan igual las consecuencias de los proyectos fallidos y las expectativas truncadas.

Ni todos los fracasos son iguales ni todos los grupos humanos aceptan y gestionan igual las consecuencias de los proyectos fallidos y las expectativas truncadas. La clave se encuentra en salir reforzado de esta situación y aprender de los errores cometidos. Sin duda habrá lectores que sientan gran curiosidad, incluso algo de morbo, por la posibilidad de que publiquemos nuestro último fracaso. Habrá personas disgustadas por la elección de la temática y lo considerarán, con mayor o menor gravedad, simplemente un fracaso en la elección del tema por parte de la autora o que simplemente no ha estado acertada. Lo cierto es que se habla poco de fracaso en nuestra sociedad, es un tema tabú.

Sin embargo ha llegado la hora de pulir las cortantes aristas que definen los límites del fracaso e invocar a las brujas para alejar el miedo atávico de nuestra cultura a fracasar. Y es que el miedo a fracasar nos crea frenos que en muchos casos no nos dejan progresar profesionalmente y bloquean nuestra capacidad de innovar para dar solución a problemas o crear nuevos proyectos. Todos los profesionales que trabajamos en el ámbito de la consultoría de proyectos y en licitaciones sabemos que jugamos con la probabilidad. La probabilidad favorable o de aceptación siempre es muy inferior a la probabilidad de fracasar, sobre todo cuando concurres en procesos ambiciosos y trascendentes; ciertamente somos profesionales de la gestión del fracaso.

En estos años de carrera profesional, fracasando, hemos aprendido a medir las probabilidades ciertas, a manejar de la mejor forma posible el riesgo o incertidumbre y controlarlos con un optimismo raso. También hemos aprendido a trabajar el doble para fracasar la mitad incluso hemos desarrollado la capacidad de valorar el fracaso, extrayendo las conclusiones precisas y asumiendo las críticas adecuadas. Todo con el objetivo de mejorar crecer y seguir creando proyectos de éxito. El fracaso nos ha enseñado que lo que está en juego no es el profesional, ni el equipo, ni la empresa, sino el proyecto o la candidatura concreta. El fracaso nos ha dicho qué mejorar y cómo hacerlo. El fracaso nos ha hecho más fuertes, más objetivos, más profesionales, más valientes. El fracaso nos ha solidarizado con otros equipos, nos ha puesto enfrente de todos aquellos que como nosotros apuestan para ganar, pero aceptan la derrota. El fracaso nos hace desaprender lo aprendido para volver a aprender.

En definitiva nos hace mejores. El fracaso es el precio que debemos pagar para alcanzar nuestros objetivos y, ningún profesional ni ningún equipo, que no esté dispuesto a fracasar podrá alcanzar el éxito, es por ello que debemos asumir este presupuesto con toda naturalidad y gestionar el fracaso con el mismo ahínco con el que premiamos el éxito. Una vez que asumido esto, aumenta la posibilidad de llegar a alcanzar pequeños objetivos que te lleven al éxito. Debemos aprender y asumir que sólo en entornos de tolerancia al fracaso puede darse la innovación, por ello quien busque avanzar debe fracasar. El fracaso nos ha llevado al éxito y por ello hoy el elogio del fracaso.

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