Montse Merino: “He visto milagros, personas que han vuelto a existir”

Tocar música como medicina. Ese fue el asunto que trató la ponente del Foro La Región, la musicoterapeuta Montse Merino, en una charla que tuvo lugar ayer en el Centro Cultural Marcos Valcárcel. Merino es una de las más reputadas especialistas en este ámbito de toda España. Atesora una trayectoria que comenzó en 1993 que la llevó a ser todo un referente, dedicando su vida a la musicoterapia científica aplicada, una disciplina orientada a ayudar a los demás a través de los compases. De presentar a Merino se encargó María Jesús Gómez, psiquiatra y psicoanalista del Hospital de Piñor. Posteriormente, la musicoterapeuta Merino prologó su intervención dando las gracias al público asistente, así como a amigos y familiares. Comenzó con una breve explicación sobre la ciencia: “Tiene que servir para estar mejor, no para alejarnos de lo cotidiano”, dijo, antes de valorar que “una de las tareas más importantes de la música es la de escuchar. Podríamos hacerlo más”. Y resumió su disciplina: “Escuchar de forma activa, eso es lo que hacemos en musicoterapia científica aplicada”. Participativo El Foro La Región, por momentos, no parecía una charla. O por lo menos, una al uso. Primero pidió a los asistentes que emitieran “un sonido muy suave, y que luego crezca” bajo las indicaciones que daba con las manos. Un sonido profundo y creciente invadió la sala. “Este es el primer intento. No cogisteis suficiente aire”. La segunda vez, el sonido fue aún más fuerte. Luego, la interacción fue más lejos. Merino invitó al público a levantarse y repetir lo anterior, primero doblándose sobre ellos y luego extendiéndose hacia arriba. “Ahora os cuento lo que pasó. Acabamos de utilizar dos parámetros del sonido, primero por separado y después juntos. El primer parámetro era la intensidad, y el segundo, el ámbito. Los parámetros del sonido están relacionados entre sí, aunque cada uno tiene sus características y su significado”, explicó la musicoterapeuta. “La música, además de ser emocional, tiene parámetros físicos”, explicó Merino. Y eso es un reto. “En la vida, el cuerpo y las emociones van entrelazados. Una de las tareas más complicadas que tenemos los terapeutas es esa. Diferenciar lo que es emocional o lo que es corporal para poder atenderlo adecuadamente”, especificó. Pulso, melodía y armonía Hay tres elementos básicos en la música: “Pulso, que se organiza en ritmos, más relacionado con el cuerpo, la respiración, el ritmo cardíaco; la melodía, conectada con la sensibilidad, el nivel afectivo, la socialización, y la armonía, vinculada a la simbolización, se relaciona con la consciencia, la propia identidad o los procesos mentales”. Merino profundizó sobre el pulso. “Se puede hacer consciente. Por ejemplo, cuando trabajamos con alzhéimer, esa pérdida de consciencia tan grande y dolorosa. Las personas necesitan volver a su cuerpo”, explicó. Y el retorno puede ser asombroso: “Parecen milagros. Personas que están muy afectadas y de repente empiezan a existir”. Después, volvió a dirigirse al público para un nuevo juego. Puso tres fragmentos musicales distintos en los que se podían apreciar dichos elementos, con el reto de que adivinasen cuál de ellos era el dominante. Sin virtuosismo, improvisar Merino destacó que “la sesión de musicoterapia no busca hacer las cosas con un virtuosismo increíble. De eso se encarga la técnica musical”. De este modo, detalló que no se trata de ejecutar las composiciones a la perfección, sino de respetar el espacio de los beneficiarios. Habló de su trabajo con el coma. “Toda mi experiencia parte de ahí. Tienes que empezar por la respiración, ver cómo respira. Y a partir de ahí, insuflar vida”, relató. No le faltó hueco a la defensa de la improvisación musical. “La interpretación es un aspecto de la música, pero luego está la improvisación, que es un espacio donde cada uno manifiesta sus sonidos, los que le pertenecen y definen”, concretó. Y la destacó como herramienta: “Cuando tienes hábito de improvisar, tienes tolerancia ante los cambios”.