Tras recoger 3.000 muestras de agua de mar para su estudio, El Ramón Margalef será sustituido por el Ángeles Alvariño, que llegará con un vehículo submarino
El Instituto Español de Oceanografía (IEO, CSIC) acaba de finalizar la primera campaña oceanográfica multidisciplinar en la zona suroeste de la isla de La Palma cuyo objetivo ha sido dar respuesta a los requerimientos del comité científico del Plan de Emergencia por Riesgo Volcánico de Canarias (Pevolca) con carácter de emergencia.
El buque oceanográfico gallego con base en Vigo, el Ramón Margalef llegó ayer a Santa Cruz de Tenerife después de diez días en los que el equipo científico ha realizado un completo estudio de las propiedades físico-químicas y biológicas del agua y de la geomorfología del fondo marino antes y justo después de la llegada de la colada al océano. Ahora, le tomará el relevo el otro barco gemelar el Ángeles Alvariño, que equipado con el vehículo submarino Rov Lipropus continuará el trabajo.
En total se han recogido cerca de 3.000 muestras de agua de mar que suponen más de 500 litros, recogidas desde la superficie hasta los 1.200 metros de profundidad y, algunas de ellas, a escasos metros de la colada gracias al uso de drones pilotados por el equipo SeaDrone del Instituto de Ciencias Marinas de Andalucía , que han permitido además analizar la temperatura superficial del agua alrededor del delta de lava gracias a una cámara térmica.
El estudio se completará ahora con más detalle en los laboratorios del Centro Oceanográfico de Canarias del IEO-CSIC, donde se analizarán, entre otras variables: salinidad, oxígeno disuelto, turbidez, pigmentos fotosintéticos, pH, existencia de especies reducidas, sistema del dióxido de carbono, metales pesados, metano, óxido nitroso, concentración de cenizas, así como la abundancia y diversidad de los distintos compartimentos del plancton marino.
Estos análisis químicos y microbiológicos de las muestras recogidas tanto desde el barco como con los drones permitirán el estudio de los microorganismos del plancton situados en la base de la cadena trófica, que responden rápidamente a perturbaciones y, por tanto, son bioindicadores centinelas para monitorizar alteraciones del ecosistema marino.