Alberto Úbeda, colleiteiro por vocación

Ingeniero industrial, Alberto García Úbeda (Vigo, 1972) inició su carrera profesional en el mundo de las telecomunicaciones y a partir de 2004 la compagina con el trabajo en la bodega familiar, Adegas Valdavia, que ese año da un salto hacia adelante y se convierte en una empresa con el fin de profesionalizar la actividad. A partir de 2009 se centra exclusivamente en la bodega. Colleiteiro por vocación, preside la Asociación de Colleiteiros del Ribeiro que, desde hace un par de años extendió su ámbito a toda Galicia como Asociación Galega de Vitivinicultura Artesanal.

Es una figura reconocida en toda Galicia porque parte de una ley autonómica. De hecho, en la cata oficial de vinos de Galicia, en los premios, que son los acios, existe una categoría de colleiteiros que no es exclusiva para vinos del Ribeiro. Hablamos de pequeñas bodegas que elaboran vino exclusivamente con uvas de su propia cosecha. Lo que sucede es que el Ribeiro es la única denominación de origen que reconoce esa figura en el reglamento de nuestro consejo regulador, específicamente. De hecho, empezamos siendo la Asociación de Colleiteiros do Ribeiro, pero hace un par de años reformamos los estatutos y pasamos a ser la Asociación Galega de Vitivinicultura Artesanal, para darle un ámbito de toda Galicia, aunque sí es cierto que, de momento solamente hay colleiteiros del Ribeiro en la asociación.

Aunque es una asociación veterana empezó a tener notoriedad la pasada década. ¿Cómo fue su historia?

La Asociación de Colleiteiros do Ribeiro tiene más de treinta años de historia. Fue fundada por un grupo de colleiteiros, pero por falta de actividad se quedó en “stand by” por falta de actividad y hace casi diez años que decidimos retomarla, a instancias del entonces gerente del consejo regulador cuando íbamos cada uno de nosotros a plantearle cosas. Recuerdo que en una de esas me dijo “¿Por qué no os asociáis y hacéis cosas en común?”. Venía de estar en Prowein y había visto cómo actuaban conjuntamente los pequeños viticultores de Mosela y nos animó a que hiciéramos lo mismo. Así fue como decidimos retomar aquella asociación ya existente pero dormida y recuperar su actividad. Todavía había un grupo de los colleiteiros fundacionales que seguían en activo y todavía siguen algunos de ellos con nosotros.

¿Qué papel juega la asociación?

Una asociación como la nuestra tiene varios frentes de actuación. Frentes comerciales como la asistencia conjunta a ferias para reducir costes, optar a subvenciones para realizar misiones comerciales como las que hemos hecho a Japón, México, varios puntos de Estados Unidos, compras conjuntas de maquinaria, mantenernos informados… pero hay una pata que es muy importante que es la influencia en los estamentos que deciden. El que nos pilla más cerca es el consejo regulador, pero hay otro al que se está dando forma y del que parte nuestro cambio hacia un ámbito autonómico que es la creación de la futura mesa alimentaria donde se sienten los diferentes sectores implicados y puedan tener voz. Y es muy importante para nosotros tener influencia en esos lugares donde se toman decisiones porque hasta ahora no la hemos tenido. Las decisiones las suelen tomar las grandes empresas que son las que tienen peso en este tipo de organismos y tienen más recursos para disponer de esa presencia en esas áreas de influencia. 

¿Hay discriminación en beneficio de los grandes frente a los pequeños?

Tenemos que convivir grandes, pequeños, medianos. Hay sitio para todos en el mercado. Nosotros no podemos cubrir determinados segmentos del mercado. Pero a veces el interés empresarial, frío, se olvida del territorio y de factores sociales que para nosotros son importantes. Y nosotros lo que queremos es que las decisiones sean buenas para el territorio y a largo plazo. Hay empresas que, por sus dimensiones, por las presiones de sus accionistas, no se lo pueden permitir y nosotros sí pensamos a nivel intergeneracional porque somos empresas familiares o incluso autónomos, que estamos pensando en qué vamos a dejarles a nuestros hijos y que sea en las mejores condiciones. Y el valor de lo que yo tengo depende del valor que tenga el territorio. Y todos sabemos que en el Ribeiro se han hecho las cosas muy mal, sobre todo en la segunda mitad del siglo pasado. Por eso es tan importante la labor de marcaje y de influencia en los sitios que se toman las decisiones.

En los consejos reguladores se vota en función del volumen. ¿Qué le parece eso?

Es una solución muy injusta. Si te vas a un pleno del consejo regulador, dos bodegas tienen el cuarenta por ciento de la representación, de los cien operadores que somos, la mitad de los cuales son colleiteiros. Si lo trasladamos al terreno de la democracia parlamentaria, eso sería como si Amancio Ortega tuviese derecho a cien mil votos, por ser un gran empresario. Esto se podría mejorar mediante un sistema de votación de doble mayoría en el que en decisiones importantes no solo pese el volumen de producción sino también el número de operadores.

Volviendo al Ribeiro, ¿se puede vivir dignamente del vino siendo colleiteiro?

Yo lucho porque se pueda. Hoy por hoy es muy complicado. Porque el posicionamiento no ayuda. Cuando tienes muy poquita producción necesitas mucho margen y el margen viene derivado del valor añadido. El valor añadido se lo pones tú a lo que haces, pero luego lo tiene que reconocer el mercado. Y para que el mercado lo reconozca tiene que haber detrás una labor de comunicación, de posicionamiento, que es muy complicado que haga uno por su cuenta. Con el paso del tiempo todos encontramos ese camino pero es muy complicado tienes que diferenciarte en un mundo que no ayuda. Tiene que haber una zonificación que permita que haya vinos que puedan tener un mayor valor, como un vino de una finca peculiar. Eso no solo beneficiará al colleiteiro, también al viticultor.

¿Funciona el enoturismo en el Ribeiro?

Todavía hace falta inversión para crear el Ribeiro como destino. Hay esfuerzos, como la ruta del vino, el geodestino Ribeiro, etcétera. Tal vez haga falta un organismo que reúna a todas esas entidades, tipo consorcio, porque está muy atomizada la actividad de la gestión del turismo. Una organización que reclame más inversión porque el Ribeiro tiene paisaje, patrimonio, como otras muchas denominaciones de origen, pero tiene elementos singulares como es su vino y una riqueza termal que es única y una de las más amplias en Europa. Es una de las cosas que hay que reclamara a la administración que salga de la nueva Xunta, tras las elecciones, que es un plan para revitalizar el Ribeiro entre otros ámbitos, en el del turismo. 

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