Brais González, música que cuenta historias

La música que compone tiene casi siempre un propósito narrativo. Con ella cuenta historias y se mueve con otras artes como el cine y la ópera

Brais González toca el piano.
Brais González toca el piano.

Foto: Blas González

Pianista y compositor, Brais González (Vigo, 1987), empezó a tocar el piano antes de saber leer y escribir. Se formó en Vigo y posteriormente en la Universidad Mozarteum de Salzburgo y ya de vuelta en España en los conservatorios superiores de Vigo y Oviedo. Tras esa preparación lleva ya una década de brillante carrera profesional como compositor e intérprete. Uno de sus trabajos más interesantes es el que desarrolla en el proyecto Caspervek, componiendo bandas sonoras para películas clásicas mudas y acompañando su proyección con la interpretación de la música con un trío e incluso con formaciones de mayor número de componentes.

Parece que la música fue una vocación precoz en usted.

La verdad es que no fue una vocación mía. Mi padre era un grandísimo amante de la música y puso a estudiar piano y solfeo con dos años. Así que no tengo ningún recuerdo que no tenga que ver con la música. Así que es algo que me vino dado. Otra cosa es que cuando ya tienes uso de razón te das cuenta que te gusta y que quieres seguir con ello. La vocación vino después, pero porque ya lo tenía. Lo cierto es que jamás se me planteó dedicarme a otra cosa que no fuese a la música. Pero tampoco me fue una vocación impuesta, quiero decir que podría haberme dedicado a otra cosa.

¿Cómo fueron sus primeros pasos en el terreno profesional?

Cuando te dedicas a la música académica llevas un camino muy marcado. Primero a la interpretación, a la interpretación concertística y a ir cumpliendo una serie de requisitos que parecen indispensables en la carrera, en este caso de un pianista, como es la participación en concursos, primeros nacionales y luego internacionales. Marchar luego a estudiar a algún país germano y yo las fui cumpliendo como lo hacen la mayoría de mis compañeros. Y fue precisamente en Salzburgo donde me planteé las otras realidades musicales y abrir nuevos caminos y tratar de conjugar esas otras realidades musicales, como podía ser el folk, por ejemplo, con la música académica, la clásica, porque yo no quería alejarme de la música con la que crecí, sino ver cómo se podían integrar distintas historias. Y eso que surgió hace aproximadamente quince años es la base que sustenta lo que hago actualmente.

¿Fueron paralelas su carrera como pianista y como intérprete o fue antes una que la otra?

Yo tuve dos grandes fortunas siendo todavía pequeño, porque al final las carreras a veces se desarrollan por golpes de suerte que se tienen. La primera, tener un profesor de piano que también era compositor y que me empezó a dar clases de composición casi sin pedírselo, cuando todavía era muy pequeño. Y la segunda es que cuando empecé a estudiar lo hice en un centro privado. Y entre las limitaciones de los centros privados estaba la de que no tenían pianistas acompañantes y nos ponían a los alumnos que destacábamos un poco a acompañar a nuestros propios compañeros. Y ambas cosas supusieron para mí adquirir de manera muy precoz una praxis que luego me ayudaría mucho en el futuro y me abrió muchas oportunidades laborales.

¿Cómo surgió Caspervek y su empeño en revivir los clásicos del cine mudo componiendo para esas películas nuevas bandas sonoras?

El cine siempre fue para mi una gran pasión y en 2013, en un bar que había cerca de Castrelos que tenía un piano y pinchaban música clásica, incluso iban muchos profesores del conservatorio de A Miñoca y daba conciertos, me propusieron acompañar al piano la proyección de Nosferatu, la película de Murnau de 1922. Acepté y como no me apetecía hacerlo solo llamé a un amigo mío del conservatorio que era percusionista.

¿Y qué hicieron? ¿Improvisaron sobre la proyección?

Nos vimos la película unas cuantas veces antes, dejamos marcados puntos de referencia, puntos importantes, llevábamos dos o tres ideas musicales y luego sí, improvisamos bastante. El concierto funcionó muy bien. En realidad era como se hacía en la época del cine mudo. Y al mes siguiente nos pidieron hacer “Metrópolis”, de Frizt Lang y aquí llamé a otro compañero más, violinista, y nos presentamos como trío y ya compuse la partitura. Volvió a funcionar muy bien, nos volvieron a pedir otra.

¿Y cuál fue la siguiente?

La siguiente fue “Las aventuras del príncipe Achmed” de la directora Lotte Reiniger, de 1926, que ahora volveremos a estrenar con una partitura para orquesta sinfónica con la Orquesta Sinfónica Vigo 430. Nos fuimos decantando por el expresionismo alemán y seguimos con “El gabinete del doctor Caligari”, siempre con esa formación de trío formado por piano, violín y percusión. Pronto nos empezaron a llamar de muchos sitios. Actuamos en Polonia, en Letonia, cuando llevábamos apenas un año. Luego estuvimos en Holanda… hemos estado en 14 países y actualmente tenemos un catálogo de treinta películas que abarcan muchos géneros.

Imagino que tiene más éxito fuera de España que aquí. ¿No es así?

Hay países en Europa, como los que cité antes, que tienen una gran tradición en este tipo de conciertos con proyección y los programan con mucha frecuencia, incluso en festivales de cine. Aquí se hace de manera aislada. La Filharmonía de Galicia ha hecho también algunos conciertos de este tipo. La clave de nuestro éxito es que en Caspervek lo desarrollamos como un proyecto estable y nos dedicamos muy seriamente a hacer esto desde hace ya casi diez años. Hemos ido cambiando, comenzamos siendo un trío y ahora somos un ensemble con el número de músicos que sea, en función de la película. Puede ser un trío, un quinteto, hemos hecho “La pasión de Juana de Arco” de Dreyer con un coro y un ensemble de 12 músicos…

¿Y el proyecto "Bórea", en qué consiste?

Se trata de un proyecto que estámos realizando en Suiza y es un trío, el Trio Bórea, en el que tratamos de integrar las nuevas tecnologías con la música de cámara clásica y el arte digital. Estamos preparando, con ayudas de la Unión Europea y de la Orquesta de la Unión Europea, un documental interactivo que va a contar la historia de Johannes Brahms, de Robert Schumann y de su mujer, Clara Schumann. Es algo que siempre tuve en la cabeza, ver cómo la música clásica podría salirse de sus propios bordes y es lo que estamos pretendiendo con este proyecto. Estamos deslocalizados, cada uno vive en su país y nos juntamos en Lucerna, en Suiza, un par de semanas cada dos meses y seguimos desarrollando ese proyecto.

¿Y le queda tiempo para más?

Me tiene que quedar porque me acaban de encargar en un festival de música en Peruggia (Italia) para este verano una ópera. Me dieron libertad temática y por eso escogí un tema gallego que en este caso es una historia tradicinal del Courel que se va a titular “Loba branca”. Y ya estoy trabajando en el libreto.

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