PREMIO FORQUÉ
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Nadie podría imaginar, hace poco más de una década, que en una aldea remota del concello de Lobeira cuajase la primera experiencia de coworking y coliving del mundo. Dos conceptos que todavía no tienen traducción al español pero que nos hablan del punto de encuentro, de trabajo y convivencia de nómadas digitales de todo el mundo. Así es Sende, una iniciativa pionera que una viguesa, María Rodríguez Gradín y un serbio, Edo Sadikovic, pusieron en marcha en Senderiz, una aldea de la parroquia de San Xés de Vilariño, en Lobeira, en el corazón de la Baixa Limia. Y le han seguido muchas iniciativas de coworking en toda la provincia, como la de Verín.
Sende está a punto de cumplir diez años y en este tiempo ha acogido a más de cuatro mil personas procedentes de más de cincuenta países, que han compartido tiempo de ocio y de trabajo en un insólito proyecto que se ha convertido en modelo para experiencias que ahora se desarrollan en otros países.
“Cuando llegamos aquí esta era una aldea con veintidós habitantes que tenían entre setenta y cinco y noventa años”, explica Edo Sadikovic. Tanto Edo como María vienen del campo de la educación social. “Nos conocimos en una aldea, también de poco más de veinte habitantes, en Serbia, en la frontera con Montenegro, donde yo había organizado un evento sobre derechos humanos y resolución de conflictos. Eran acciones que duraban siete días. Pensamos que el rural era un lugar idóneo para la realización de actuaciones con una duración mucho más larga, que permitiese la convivencia entre los participantes.”
Los centros de “Coworking”, espacios que profesionales de diferentes actividades comparten, ya existían en el ámbito urbano. Edo había visto los que funcionaban en ciudades como Berlín, Nueva York, New Castle… pero ellos querían añadir el factor de convivencia, el “colinving”. “En una ciudad eso resulta imposible”, aclara Edo. “Sencillamente porque, terminada la actividad, la gente se dispersa, se va a la discoteca, al bar, se buscan otras actividades de ocio fuera del lugar. En cambio el rural es mucho más propicio para organizar una convivencia. Aquí todos estamos debajo de una misma luz, se produce esa convivencia y surgen sinergias, no solo en materia de educación, sino también para crear cosas juntos”.
La gran diferencia entre el modelo urbano y el rural, inédito hasta que se creó Sende en la aldea de Senderiz está en la convivencia. “El coliving que nosotros planteamos crea una mayor convivencia. Es como un campamento, pero para adultos. Cada uno viene a trabajar, pero luego hay actividades comunes: cocinamos juntos, hacemos senderismo juntos… se empieza así y terminan ayudándose unos a otros en sus proyectos”.
María y Edo no iniciaron su proyecto rural en una aldea cerca de una ciudad, sino en el corazón de la Baixa Limia, a más de cincuenta kilómetros de la ciudad más cercana, que es Ourense. “Nos decían que era una locura porque era un pueblo alejado de todo, sin internet, sin nada, en el que solo vivía gente mayor. De hecho tuvimos que empezar desde cero”.
La ausencia de internet de calidad fue el primer reto al que se enfrentaron. “Ahora tenemos fibra óptica. Pero cuando comenzamos no había nada. Teníamos internet por satélite, lo que limitaba la capacidad a 100 gigas al mes. El uso de los datos estaba tan limitado que le pedíamos a quienes venían que no lo utilizasen para ver películas. La gente lo entendía, sabía qué se iban a encontrar y cuáles eras las condiciones”.
El perfil de los usuarios de Sende coincide mayoritariamente con el de los nómadas digitales. Personas que han reducido al mínimo sus posesiones materiales que los aten a un lugar y que se mueven por diferentes países aprovechando la libertad que les da trabajar sin tener que cumplir con un horario en un centro de trabajo determinado. Suelen ser profesionales relacionados con las tecnologías de la comunicación, creativos y, en general personas que solamente necesitan de una conexión a internet para poder cumplir con sus obligaciones laborales ya sea en remoto con la empresa a la que están vinculados, ya sea para desarrollar su actividad creativa.
“En general es gente muy curiosa, que está acostumbrada a moverse por grandes ciudades, pero que desean explorar nuevos modelos y Sende, por ejemplo, les permite un grado de tranquilidad que no encuentran en el ámbito urbano”, señala Edo Sadikovic.
La popularidad de Sende se extendió por todo el mundo hasta convertirse en el modelo de una aldea global, en el sentido de su capaciad para atraer a usuarios de cualquier país. “En estos diez años hemos tenido algo más de cuatro mil personas en Sende, procedentes de más de cincuenta nacionalidades”, aclara Edo. En cuanto al período de permanencia es muy variado pero “por lo general hablamos de un mes, como tiempo idóneo para la convivencia. Al marge de aquellos que vienen para un evento, que suele ser de una semana, un mes es un plazo ideal para que la gente que viene haga amigos y suficiente para que no haya conflictos. Es una media que funciona muy bien.”
La capacidad de convocatoria que tiene este remoto espacio fundado en Senderiz se pone de manifiesto cada vez que organizan un evento. “Las plazas se cubren en muy pocos minutos. Por ejemplo, Bosquexo es un festival anual de dibujo al natural y este año con motivo del décimo aniversario organizamos dos ediciones y se agotaron las plazas de las dos en 9 minutos.
El período de actividad en Sende dura desde los meses de marzo y abril hasta noviembre, con un aforo medio que va de los 15 a las 25 personas.
Actualmente conviven en Sende 25 personas de diferentes nacionalidades, perfiles profesionales, edades e inquietudes. La vida nómada de este tipo de profesionales propicia una gran libertad pero genera otras deficiencias como el arraigo para cultivar la amistad. “Nosotros creamos ese espacio para fomentar la amistad. Cuando quieren estar solos se van a Madrid, por ejemplo. Aquí, se produce la convivencia. Por ejemplo, el año pasado se reunieron siete personas de siete países diferentes y aquí decidieron ir a vivir juntos a Buenos Aires. Hay gente que aquí se encuentra y luego siguen viajando juntos, o que contratan unos a otros. Aquí se propicia la confianza. A veces sucede en la cocina, cuando uno le prepara una tortilla a otro. Hay personas que hace años que se conocieron aquí y siguen trabajando juntos.”
La pandemia ha promovido el trabajo en remoto en numerosas actividades económicas que se han sumado, desde 2020 a las ya clásicas de los nómadas digitales. De unas y otras terminan llegando a Sende cada año. “Hablamos de diseñadores gráficos, ilustradores, programadores, músicos … profesionales que trabajan para Google, Marvel, Cartoon Network, Netflix, pero también gente emprendedora que ha decidido montar su negocio en internet, o personas que a raíz de la pandemia han trasladado la mayor parte de su actividad trabajando en remoto como gestores de cuentas, abogados…”
El espacio de Sende se organiza alrededor de siete casas, dentro de la propia aldea de Senderiz, que fueron rehabilitadas, con jardines, espacios para trabajar, otros para el ocio, “nuestro propósito al llegar aquí fue crear comunidad y nuestros vecinos son personas que conviven con nosotros. Nos cuidan y los cuidamos. Y cuando llega esta época no es raro que alguno nos aparezca con unos tomates o con algo de su huerta”. La comida es otro de las tareas comunes que los integrantes de esta comunidad comparten por turnos de dos o tres personas. “Las sobremesas son largas y muchas veces propician el comienzo de nuevos proyectos”, comenta Edo.
El carácter social de Sende y de los proyectos que desarrollan desde este espacio, ha movido a la cámara municipal de Setúbal a cederles un terreno de 3 hectáreas en el rural de ese municipio portugués para crear un Sende 2, destinado a la educación para la paz y la transformación de conflictos, que ya ha empezado con programas gratuitos que se sostienen a partir de la aportación de los usuarios de la sede gallega.
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