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Cuando la vida social se vuelve invisible

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Confinados en casa o trabajando en una actividad esencial, la pandemia del coronavirus ha puesto una pantalla de móvil de por medio en las relaciones humanas

Las imágenes de las calles, las plazas, las playas, los espacios públicos, totalmente desiertos nos recuerdan las escenas de las películas de ciencia ficción más apocalípticas.  Pero, una vez más, la realidad se impone sobre la ficción y pese a todos los efectos negativos que la pandemia del COVID19 está causando en el mundo entero, la población se resiste a rendirse. La vida social, no ha muerto. Simplemente, se ha vuelto invisible. En la era digital, las nuevas tecnologías han facilitado que el encuentro con amigos y familiares, haya pasado de las terrazas de las cafeterías, de la barra de los bares y las mesas de los restaurantes a la sala de casa, delante de la pantalla de un ordenador o del móvil. 

A punto de cumplirse cuatro semanas de confinamiento, le hemos preguntado a nueve personas de diferentes edades, actividades, costumbres, cómo se enfrentan a esta insólita situación. José Manuel Fernández Anguiano nació el año en el que estalló la guerra civil, pero como a todos, esta situación le resulta totalmente novedosa e inédita. En el centro de Ourense, aprovecha el largo pasillo de su casa para hacer el ejercicio que no puede realizar saliendo a la calle. “Todos los días hago cinco mil pasos para mantenerme en forma. Tiene claro que en casa es donde se encuentra más seguro y en ella ha encontrado la manera de pasar el tiempo. 

La comida se ha convertido en uno de los entretenimientos del confinamiento. Y no solo por el disfrute de la mesa, sino también a la hora de ponerse frente a los fogones. María do Ceo es, además de cantante y fadista una gran cocinera. Ella bate el récord de confinamiento, pues comenzó una semana antes. “Mi amigo, letrista y poeta, el médico Armando González fue contagiado y yo, que había estado presentando con él mi último disco, tuve que empezar una cuarentena antes de que se decretase el estado de alarma. Al principio no noté nada pero al cabo de unos días me sentí mal, con muchos de los síntomas: fuerte dolor de cabeza, de garganta, un cansancio tal que cuando me ponía a hacer la cama, al terminar en un lado tenía que sentarme a descansar antes de hacer el otro. Pero me dijeron que no era coronavirus. Lo dijeron, sin verme, claro. Simplemente, porque no había tenido fiebre”. María do Ceo vive en una casa en Pereiro de Aguiar. Tiene huerta, jardín... se siente una privilegiada. Y además, confiesa que es  una persona muy casera. Así que la cuarentena no le causa demasiada frustración. Mantiene el contacto con su familia y amigos a través de videollamadas y aprovecha este tiempo para leer poesía, y ensayar, con su marido que es su guitarrista. Con todos sus conciertos cancelados, es consciente de que su actividad será de las últimas que se normalicen. “Pero ahora lo importante es la salud”.

Tener casa en las afueras es una ventaja, como reconoce Manuel Martínez Rapela. Él vive en una urbanización y también aprovecha para poder salir al aire libre aunque sea a pasear alrededor de su casa y así mantenerse en forma. Ingeniero, empresario y presidente de la comisión de infraestructuras de la Confederación galega de empresarios, Martínez Rapela no ha perdido el contacto con la realidad que más le preocupa, entre la que las obras públicas y el AVE en concreto siguen ocupando su atención.  Martínez Rapela, se lo toma con filosofía: “Afortunadamente, tenemos móvil, whatsapp y aunque estés encerrado, no significa que te encuentres aislado”. 

“Ya no me queda nada que limpiar en casa”, dice entre risas el actor vigués Antonio Durán “Morris” “Hasta le di un repaso al trastero”. Ha decidido dejar de pensar en cuánto tiempo le queda de esta situación. “Se trata de pasarla lo mejor que puedes. Me siento un afortunado porque aunque hubiera preferido pasar esta cuarentena en Os Peares, donde tengo familia con casa y siempre se lleva mejor en el rural que en un piso, al menos el mío tiene una buena terraza y puedo salir a tomar el sol y ver el mar”. Dentro de las rutinas de cada día, el actor que encarnó a Milhomes en A Esmorga o a Manuel Charlín en Fariña, aprovecha para ver más cine en televisión, series, para leer y sobre todo para recuperar la conversación con los amigos. “Aunque sea a través del whatsapp o videollamadas, hemos recuperado algo que quizás porque lo teníamos demasiado asequible antes, lo teníamos algo marginado, que es dedicar tiempo a hablar con nuestros amigos y con nuestros familiares”. 

No todo el mundo para. José Manuel Vázquez Álvarez, “Casiano”, mantiene abierta su clínica en la calle del Progreso, “aunque estamos en servicios mínimos, atendiendo aquellos casos que no pueden ser aplazados. La mayor parte de mi equipo se encuentra en casa y ahora trabajamos tan solo una auxiliar y yo, y solamente por las mañanas. Casiano encaja con humor esta situación, pero reconoce que el impacto está siendo muy serio. “En la primera semana nuestra actividad cayó un 86 por ciento. El 24 de marzo tuve el mismo número de pacientes que el primer día que abrí la clínica, en 1987: siete. Pero al día siguiente ya tuve solamente tres”. No oculta la preocupación por las consecuencias de esta situación. “Se habla mucho de cómo será lo que venga después y es mejor afrontar la situación con optimismo. Pero si no se hacen bien las cosas, será una buena ocasión para quienes tengan músculo financiero para poder resistir y para el resto, un verdadero drama”.

Desde Verín, Lara da Silva, abogada y presidenta del consejo regulador de la DO Monterrei sigue también en activo, teletrabajando desde el 14 de marzo. “Nos hemos adaptado para poder mantener los servicios vitales para el desarrollo de una actividad que forma parte de las industrias esenciales, de manera que podamos atender las necesidades de las bodegas”. En el campo, además, explica que la naturaleza no entiende de pandemias ni cuarentenas. “El ciclo de la viña no se detiene y hay que seguir trabajando, si no queremos que la próxima cosecha sea un desastre. Bastante complicado será este año, como para empeorar el que viene”, explica. Para el vino de Monterrei, y esta es una situación que se puede extrapolar a todas las denominaciones, la crisis sanitaria ha supuesto un mazazo “porque el 70 por ciento de nuestras ventas se producen en el canal horeca, que es el de hostelería. Y con la hostelería cerrada, difícilmente podrá salir ese vino de las bodegas. No vamos a salir indemnes de esta crisis”.

Pedro Paz sigue la cuarentena desde su pazo en Boborás, donde se encuentra también su bodega, Pazo Tizón. “Yo tenía que estar en mi casa de Cuba, pero fueron cancelados los vuelos, así que me toca pasar aquí el confinamiento”. Para él no son unas vacaciones. “Todo lo contrario, en una viña y en una bodega siempre hay cosas que hacer. Además, cuando no estoy trabajando en el campo, echándole una mano a mi gente en la bodega, aprovecho y voy con el tractor y el equipo de sulfatado para colaborar en la desinfección del pueblo e incluso en O Carballiño. No podemos parar porque este año además todo viene muy adelantado en el viñedo”.

Y de un ourensano que vive a caballo entre Cuba y Galicia, vamos a otro, el chef Manuel Novoa, que tiene restaurante en Ginebra. Allí la cuarentena llegó mucho más tarde que en España “y además tenemos menos información que en España. Leo La Región para enterarme de cómo están las cosas aquí, y de paso, saber cómo lo lleváis vosotros”. Desde hace ya cuatro semanas, Manuel se atrincheró en su restaurante, con su mujer. No van a casa ni a dormir. “Aquí tengo ducha y lo que hice fue traerme un colchón. Y comida no me falta”, dice sonriendo. “Yo cerré el restaurante cuando vi que en España mandaban cerrarlos. Desde entonces preparo comida para llevar y hay días que hago más raciones que cuando tenía abierto”. 

Rafael Salgado también sigue en activo. “Y ahora trabajo más que antes”, comenta. “Porque vengo a la farmacia todo el día, salvo el rato que paro para comer. Me siento un privilegiado, porque puedo salir y seguir en mi actividad”. Sin embargo, reconoce que la situación resulta muy complicada en una farmacia. “Hay gente que se pone nerviosa y es comprensible. Sobre todo, cuando quiere una mascarilla y no hay. Creo que el Gobierno se precipitó al hablar de generalizar el uso de mascarillas, si no hay existencias. Lo primero que tendría que hacer es dar un tutorial de cómo utilizarlas y en que casos son más necesarias”. El 90 por ciento de los usuarios de su farmacia “son clientes de toda la vida. Y a los que no pueden venir le llevamos los medicamentos a casa, sin ningún problema”.

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