Crisis del coronavirus

El confinamiento pone en producción las viejas huertas

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photo_camera Un vecino de Arnoia prepara el terreno para plantar pimientos.
El trabajo en las fincas de casa aporta productos ecológicos y sirve de pasatiempo y como terapia

El obligado confinamiento ha puesto a producir muchas de las tierras que estaban abandonadas desde hace años. Se trata de pequeñas fincas en los entornos de las viviendas que el Gobierno permite trabajar y que no sólo están ayudando a la economía familiar facilitando productos ecológicos sino que además se están convirtiendo en auténticas herramientas de relajación y terapia psicológica.

Ejemplo de ello es el municipio de Arnoia en donde son muchos los vecinos que se han puesto a cultivar sus afamados pimientos en unas fincas que no se trabajaban desde hacía mucho tiempo.
En estos momentos, la mayoría ya tienen la tierra desbrozada y arada, a punto para plantar, y en otros ya se han adelantado hasta cerca de un mes debido a las temperaturas templadas que favorecen su crecimiento.

El Concello de Arnoia constata un aumento en la producción del pimiento de Arnoia desde que comenzó la crisis sanitaria

Son fincas pequeñas, ya que ninguna sobrepasa los 400 metros cuadrados, excepto la que impulsó el Concello de Arnoia, mediante la movilización de tierras, que logró aglutinar 3.000 metros cuadrados, en los que cultivan los pimientos dos biólogos. "Cultivamos para autoconsumo pero o excedente venderémolo", apuntaba uno de los vecinos del municipio. El alcalde, Rodrigo Aparicio, confirmaba este incremento de las plantaciones de pimiento a raíz del confinamiento.

Estreno con la azada

Dores Vázquez es una vecina de la localidad carballiñesa de Señorín, que nunca se había dedicado a labores agrícolas. Sin embargo, el aislamiento ha cambiado totalmente su rutina y ahora emplea una buena parte de su tiempo en trabajar la finca de su casa. "Preparei a terra e trasplantei fresas tamén arranquei as herbas onde teño berzas para os animais e tamén para facer o cocido. Ademais, plantei cebolas e puerros e estou preparando o terreo para os tomates, pementos e ensalada, para principios ou mediados de maio porque agora a terra está moi mollada e teño medo que volva caer saraiba como o outro día", señala Dores Vázquez.  Esta vecina de Señorín nunca pensó en cultivar la huerta, pero ahora reconoce que "é unha maneira de pasar o tempo, de non pensar noutras cousas, e tamén produces algo sano".

uploaded_doresDores Vázquez, en su finca de Señorín (Carballiño).

El estado de alarma apenas ha variado la actividad en el huerto que María Novoa, una octogenaria residente a las afueras del casco urbano de Celanova. Tan solo, quizás, la inmediatez para conseguir algunas plantas que, al no poder ser adquiridas en persona, han requerido del servicio a domicilio de un comerciante local. "Cebolas e algúns tomates, o resto son colleita propia das sementes que preparei o ano pasado", reconoce esta dicharachera agricultora que vigila sus cultivos desde la ventana, una bella composición de lechugas, tomates, pimientos, ajos y cebollas que pone a disposición de sus vecinos. 

Cambio de rutinas

Después de toda una vida dedicada al campo, las restricciones por el confinamiento han variado su rutina social. Ya no hay café con las vecinas del pueblo, ni las pequeñas compras diarias, pero "a horta non a deixo, está a 20 metros da casa", reivindica sobre una actividad en la que no le hace daño a nadie. Allí acude, muy temprano por la mañana y al caer la tarde, a regar y supervisar la plantación donde las malas hierbas son su peor enemigo.

En Trelle (Toén), Pedro Pereira tiene un pequeño huerto para autoconsumo que cuida con sus suegros. Asegura que parte del trabajo realizado ya está dando sus frutos. "Hemos plantado patatas, guisantes y otros productos", asegura. Además, el joven comenta que este trabajo en el campo le ayuda a mantenerse activo en estos días de confinamiento. "Trabajamos un poco y así también nos entretenemos un ratito, está claro", comenta.

En Valdeorras, los dueños de huertas próximas a sus domicilios las trabajan, aunque con cierto temor por miedo a la presión policial a la que se ven sometidos. En A Rúa, las fincas próximas al área recreativa de O Aguillón están siendo cultivadas casi con normalidad, al igual que sucede en las huertas de Viloira (O Barco de Valdeorras), donde también puede verse a numerosos propietarios trabajando la tierra.  En general, los propietarios de huertos ubicados a distancias inferiores a 500 metros de sus casas, están trabajando en ellas.
El confinamiento está haciendo reverdecer los viejos huertos; la tierra vuelve a cotizar al alza. 

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