“La principal diferencia que noto es que ya no voy a la gasolinera”, bromea Francisco Vila, un usuario del vehículo eléctrico. Explica que la diferencia en la conducción es notable, pero advierte que “no es un coche para todo el mundo”. Él afirma estar “muy contento” con su compra, pero dice que “para el entorno urbano está bien, pero para el rural es más complicado”.
Principales cambios
Uno de los principales cambios que ha experimentado Vila es en los viajes largos. La planificación que exige su vehículo (con una autonomía que ronda los 300 kilómetros) es mucho mayor que la de un coche de combustión: “Tienes que planificar todo mucho más. Por ejemplo, si vas a Madrid dices, pues tengo que parar en Benavente, y no puede ser más adelante porque igual no hay infraestructura”. Además, el tiempo de espera que necesitan los cargadores entre recarga y recarga afecta también al tiempo total del trayecto.
Sobre las cargas, indica que no lo pone a cargar todos los días, ya que “los trayectos que hago en un día normal son cortos, por lo que tampoco es necesario cargarlo a diario”. Precisamente por eso no lo recomendaría a “personas que viajen mucho o a transportistas de largas distancias”.
