Cáritas espera un bum de usuarios en el comedor social este invierno

Una voluntaria y ex usuaria del comedor de Cáritas.
photo_camera Una voluntaria y ex usuaria del comedor de Cáritas.
Muchas personas precarizadas tendrán que elegir entre utilizar la electricidad o comer

Al comedor social de Cáritas puede acudir cualquier persona que esté necesitada. Aunque para ser usuario habitual hay que pasar una entrevista, el primer día todo el mundo es bienvenido. 

Así, cada mediodía este habitáculo ubicado en el número 2  de la calle Mestre Vide se convierte en un punto de encuentro para los usuarios, que ya son el doble que hace un año. La inflacción, la guerra de Ucrania, la pandemia, la crisis en general, pasó una factura que obligó a muchos a embargar su vida. La imposibilidad de sobrevivir entre precios elevados obligó a más de 400 personas a tomar medidas: “Muchos usuarios están desempleados pero su preocupación primaria es poder alimentar a su familia. Cuando tienen la oportunidad de despreocuparse de ello -comiendo aquí-, pueden tener total dedicación a la búsqueda de un trabajo”, señala María Tabarés, directora de Cáritas Diocesana. 

Y es que, con todo, lo peor aún está por llegar. Tanto Tabarés como la responsable del comedor, Elena Pérez, diagnostican que cuando el frío se instale definitivamente en Ourense, habrá un bum de usuarios. “Muchos van a tener que decidir entre usar y pagar la electricidad o comer”, apuntan.

JOSEFA FERNÁNDEZ - Quedarse sin nada a los 71 años: “Más que vivir, intento sobrevivir”

Josefa Fernández tiene 71 años y es usuaria del comedor social desde los 69. Nunca había necesitado pedir ayuda, pero un problema familiar la obligó a cambiar de vida. “Cuando ocurrió, terminé en el albergue municipal, donde me dejaron estar 20 días”, relata. Antes llegó a pasar tres noches en la calle. 

Una vez que contactó con la trabajadora social de Cáritas, inició un largo proceso para encontrar habitación: “Llamaba todas las mañanas a una lista infinita, nunca tenía suerte”, señala. “Fue muy duro, no aparecía nada para mí”, dice. 

Finalmente, pudo quedarse en el albergue de Santa Teresita y cada mes tiene para sus gastos cerca de 200 euros, claro que sobrevivir con ello es misión imposible. Además, parte de su tiempo lo ocupa en el programa de mayores Bufarda, donde afirma que toma café con amigas y ejercita la memoria.

Su hijo también está tratando de salir adelante. Mientras espera a poder recibir la Risga, un amigo suyo le permite quedarse en una habitación por 50 euros. “Así estamos viviendo, o más bien, sobreviviendo”, apunta Josefa.

EVA ALONSO - Sin trabajo ni papeles en Ourense tras huir de la guerrilla colombiana

Eva Alonso es madre de dos niños de seis y nueve años. Son de la costa atlántica de Colombia, de una región dominada por las guerrillas, donde salir del barrio puede suponer una sentencia de muerte. Hace cuatro meses se cansó de vivir en peligro y quiso una vida mejor para sus hijos y para ella. 

 “Soy migrante y solicitante de protección internacional. Decidí quedarme aquí por seguridad”, señala Eva. Se corresponde con un perfil común en el comedor social: el de personas en riesgo de exclusión social que no pueden trabajar hasta que no tienen los papeles en regla. “Yo estoy esperando a que me den cita para poder avanzar, mientras hago cursos de formación”, indica. 

A su llegada, su primer contacto fue con Cáritas. Le acogieron en el programa Lusco Fusco, que le permite tener una vivienda mientras se regulariza. “También es imposible encontrar un alquiler sin trabajo ni papeles”, dice Eva. 

Al estar en Lusco Fusco pudo dejar de utilizar el comedor -les cubren todas las necesidades básicas- , pero “en agradecimiento sigo viniendo como voluntaria y adquiero competencias para trabajar”, explica. Además,  está aprendiendo gallego.

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