Los sanitarios Alexandre Naveira y Carmen Fernández cuelgan la bata tras más de 40 años, de los que será difícil olvidar el último mes y medio. La batalla contra el coronavirus los pilló en el etapa final de su carrera profesional y complicó, un poco más, la despedida. "Nunca iba a ser buen momento para jubilarse, pero en estos momentos, todavía menos. Sabes que dejas a los compañeros con todo esto encima, y no es fácil", explica Carmen Fernández, técnica de cuidados de Enfermería en el Centro de Saúde de A Cuña.
La despedida no pudo ser la planeada –la "paparota" conjunta se deja para más adelante–, pero se adaptó a las circunstancias. "Se le ocurrió a mi hija, Aroa, hacerles una pequeña sorpresa ahora, porque decía que ya no era lo mismo hacerlo en junio", comenta Verónica Gil, hija de Fernández y también sanitaria. Entre una compañera de su madre, Mar, y ella elaboraron el plan sin levantar sospecha.
Los homenajeados sabían que habría unos pinchos de despedida –compartidos con distancia de seguridad– en el centro de salud, y poco más. Pero cuando entraron en la sala, además de algunos de los compañeros, también se encontraron con Aroa tocando la pandereta –acompañada de una sanitaria–, así como una gran pancarta en agradecimiento por la vocación y el esfuerzo de ambos durante su carrera. "Vivimos juntas, ", explica Gil. La crisis sanitaria del coronavirus impidió que la pequeña tocase la gaita, por la posibilidad de contagio: "La gaita genera aerosoles, y aunque la mayoría de partículas queden en el fol, otras pueden salir, y son esas gotitas las que contagian". Fernández, visiblemente emocionada, agradeció a su familia y a sus compañeros el detalle. Naveira también, aunque, después de la sorpresa, continuó su turno: "Aínda me queda, despois ao rematar volvo un ratiño a comer".
El amor por la profesión
Verónica Gil siguió el camino profesional de su madre –actualmente trabaja como auxiliar de enfermería en Piñor– y su hija también tiene clara su vocación. "En nuestra familia somos todos de la rama sanitaria", explica Fernández, que lleva los últimos cinco años de su trayectoria en A Cuña, pero a sus espaldas tiene experiencia de numerosas especialidades (Medicina Interna, Urgencias, Quirófano...). "Las otras despedidas eran distintas, me iba a otro sitio, ahora ya es la definitiva, ya no vuelves, es otro tipo de despedida. Al final, tus compañeros son tu segunda familia", explica. La sanitaria asegura que el ritmo de trabajo de las últimas semanas ha sido duro, acuciado por la preocupación. "Aquí tenemos mucha suerte, no hay ningún contagio entre los profesionales, pero las jornadas son intensas, el trabajo es distinto. Te vas para casa nervioso, preocupado, es la angustia que conlleva esta situación", señala.
El papel clave de la atención primaria
Desde el inicio de la crisis del coronavirus, la batalla de los sanitarios no ha estado solo en los centros hospitales.El trabajo también es más intenso para los profesionales de Atención Primaria, sobre todo tras el inicio de las pruebas diagnósticas a gran parte de la población para conocer la prevalencia del COVID-19. "Yo creo que he trabajado más en estas últimas semanas que en los cinco años que llevo aquí. Bueno, no sé, es que es distinto, claro, trabajas con tensión. Hacemos triajes, yo me encargo de repartirle material al resto de compañeros, todo lo que necesitan", reflexiona Carmen Fernández. En el rural, además, los profesionales de Atención Primaria son los encargados de estar en contacto con las residencias de mayores de la zona, para conocer en todo momento posibles necesidades de los centros.
