Historias de un sentimental

Cornetas de “generala” en la madrugada ourensana

Plano general el Zamora 8 completo.
photo_camera Plano general el Zamora 8 completo.

Cada soldado que dormía en casa, al escuchar el toque de generala tenía que acudir al cuartel y avisar a otros soldados

Me pregunto qué dirían hoy los ourensanos si en la madrugada de la ciudad sonaran cornetas militares con el toque de generala en distintos puntos de la urbe, cosa que sucedía dos o tres veces al año, allá por finales de los sesenta y primeros setenta. El toque de generala es una llamada a que la tropa acuda con armas y equipo completo al punto donde esté convocada, dispuesta para la acción.

Esta ciudad por su proximidad a Portugal ha sido históricamente importante plaza militar, albergada en diversos cuarteles hasta que finalmente ocupó el convento de San Francisco. En los años 60, el Regimiento de Infantería Zamora 8 “El Fiel” contaba con unos 800 efectivos, de los que la mitad eran “pernoctas”, o sea, dormían fuera del cuartel. Como tampoco ocupaban plaza de rancho, el ahorro permitía mejorar el de los demás e incluso disponer de algunos recursos para pequeñas obras y conservar el propio claustro. Para reunir a la tropa que no dormía en el cuartel, se había dispuesto un sistema de fichas de enlace, de modo que cada soldado que dormía en casa, al escuchar el toque de generala tenía que acudir inmediatamente al cuartel, pero antes avisar a otros soldados que vivieran en sus proximidades.

El único medio efectivo de despertar a la tropa era despertar a la ciudad, de suerte que se enviaban cornetas al Couto, al Puente, a la zona central de Ourense y a otro punto, pero era muy efectivo, porque en el silencio de la noche ourensana todo el mundo se enteraba. A mí me tocó alguna vez estar de semana, y en menos de una hora el Regimiento estaba formado, equipado y municionado al completo, en el Campo de Aragón. Pasada la revista de que nadie faltaba, el simulacro concluía ahí, y dábamos cuenta de los perolos de café que los rancheros preparan al efecto. Y ya de despiertos, los pernoctas bajábamos a Ourense a ver si encontrábamos algo abierto. Y siempre encontrábamos donde recalar.

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