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TRADICIÓN
Tan sólo tres cuchillerías -dos de ellas pertenecientes a una misma saga familiar- se mantienen abiertas a día de hoy en la ciudad. Son las herederas del arte tradicional de afilar, el que llevaron por tierras de toda España, y más allá del charco, aquellos afiladores-paragüeros que salieron en busca de un futuro de su Nogueira de Ramuín natal, con su oficio como única arma y el barallete como “fala” distintiva.
Precisamente de Nogueira es natural Benito Carballo, que regenta la cuchillería Benito en avenida de As Caldas, todo un referente en el barrio de A Ponte. “Mi abuelo fue afilador de rueda de afilar, como mi padre; después fue cambiando hacia la moto, el coche y, finalmente, el comercio, que es la tienda que tenemos en el centro, en la calle Juan de Austria. Después yo fundaría esta, mis padres se jubilaron y quedamos nosotros, yo y mi hijo, con las dos”, explica Benito.
Recuerda que “de aquellas era muy duro, arrastrar toda una rueda por la zona de Porriño y Tui, en Pontevedra, que es donde ellos trabajaban. Pero, de hecho, vivieron de eso, complementándolo con el campo; eso sí”.
Reconoce que los tiempos han cambiado, y cada vez lo hacen más. “Ahora la gente es muy de comprar las cosas para usar y tirar, y algunos cuchillos no merece la pena ni afilarlos. Pero hostelería, y también particulares con esos cuchillos de cortar el jamón y demás, siguen necesitando este servicio”, apunta.
“Siempre nos centramos en cuchillería y paragüería, luego fuimos sumando marroquinería y demás”, explica. Y en cuanto a los paraguas hace un apunte: “El arreglo de paraguas ahora ya casi no se lleva, porque no hay prácticamente piezas”.
Benito Carballo y José Luis Iglesias mantienen vivo el sonido de las ruedas de afilar en A Ponte y Mariñamansa
Y sobre oficios tradicionales como el de afilador, que parecen destinados a desaparecer, tiene claro que “es una verdadera pena porque, al final, son fundamentales. Yo tengo la suerte de que tengo un hijo que seguirá en este ramo”, y hace un apunte, señalando que “es también una lástima que, con tanto ecologismo, lo que predomine sea el usar y tirar”.
Ángel Carballo mantiene la saga de afiladores de As Caldas y ya apunta que “tenemos una clientela fija, en la hostelería siguen queriendo tener sus cuchillos a punto, pero es cierto que hay que diversificar.”.
José Luis Iglesias tiene su establecimiento en la avenida de Zamora, en el barrio de Mariñamansa. Muestra orgulloso una fotografía en la que comparte espacio con “Florencio de Arboiro, Delfín González, con quien yo empecé en el mundo del afilador y que está allá en Venezuela, y Lois Raposo, que está en Madrid, con tienda de cuchillería también”.
Iglesias entró tarde en el mundo de afilador de cuchillos. “Tendría unos 35 o 40 años. Fue en Venezuela, y me metí porque se ganaba dinero. Yo estaba trabajando entonces con un local de comidas, y lo dejé por el oficio de afilador, que se ganaba mucho, mucho dinero; en Caracas capital, en un local, porque no había otros que afilaran, sólo los gallegos. Le pedí a Delfín González que me enseñara y lo hizo; él, a su vez, había aprendido del suegro, que era de por ahí, de Maceda”.
Como muchos otros, José Luis Iglesias empezó con la moto, “para después establecerme en un local”.
Ahora está especializado “en manicura y pedicura, que me enseñó Delfín González, y el tema tijeras, que me inició Raposo”.
Iglesias reconoce que “los jóvenes vienen poco. Aquí acuden sobre todo las señoras, además de los clientes fijos de hostelería y de costura, que les dejo unas tijeras o cuchillos hasta que estén listos los suyos”. A José Luis le hubiera gustado “irme para la Plaza de Abastos, donde cerraron un local, pero el precio era excesivo”.
Y recuerda aquellos días en Venezuela “como los más felices de mi vida, pero con la dictadura se fue todo al garete”.
Entre sus ambiciones está la de intentar “preservar esos oficios tradicionales, como el nuestro. Los gobiernos ahora sólo piensan en cursos de informática. Esas escuelas de Artes y Oficios que había antes ya no las hay”. “Pienso que los gobiernos, incluso los locales, deberían dar facilidades para preparar herreros, afiladores, zapateros, herreros de forxa…”, propone.
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