Las farmacias rurales de Ourense son mucho más que pastillas

En el rural de Ourense, a la farmacia se acude para mucho más que para pedir medicamentos. Los clientes se desahogan, piden ayuda, consejo e, incluso, muestran fotografías de los nietos. “Lo sabes todo de ellos, todo”, aseguran los profesionales.

En la farmacia rural, lo habitual es escuchar al boticario llamar al cliente por su nombre de pila. “Casi a todos los que entran por esa puerta los conoces y sabes sus historias”, explica Antonio Rodríguez, farmacéutico de A Derrasa (Pereiro de Aguiar). También saben dónde viven, con quién, cuántos nietos tienen o cómo se llaman sus hijos. “Te puedes parar con ellos, tienes un trato más personalizado con la gente, algo que no pasa casi nunca en la ciudad”, añade.

Los profesionales no solo entregan la medicación, sino que controlan las patologías, los fármacos sin receta que no pueden darles, las pautas en las que deben incidir. “A veces te dicen ‘non tomo nada para o azucre’, pero tú sabes que sí, que se tiene que inyectar insulina. Aquí sabes lo que toman perfectamente, no eres un robot, como en las ciudades”, señalan desde la farmacia de Esgos. “Cuando no saben qué hacer, cuando tienen dudas y no saben a quién acudir, vienen a ti”, comenta María José Blanco, farmacéutica de Maceda. 

En muchos casos, el profesional habla a menudo con los facultativos de Familia de los clientes, para evitarles que tengan que pedir una nueva cita para modificar algo en la medicación. 

Luchar contra las distancias

La alta dispersión geográfica de la provincia de Ourense provoca que, aunque todos los concellos tengan una farmacia, no siempre sea fácil llegar a ella. “Mucha gente vive lejos y busca alternativas, a veces viene el panadero a por los medicamentos, un vecino, le pagan a un taxista… Antes tenían más autobuses, pero ahora ya no hay, y que vengan aquí no es factible muchas veces”, explica María José Blanco. 

Los clientes, a menudo, llaman directamente a la botica para pedir que le hagan llegar un medicamento. “Yo tengo una clienta que vive sola y que solo puede venir cuando la baja la hija, no tiene a nadie que la baje. Así que me llama y le mando los fármacos por alguien si es posible o, si no, se lo subo yo al cerrar aquí. Es algo que hacemos todos”, apunta Rodríguez.  

La vocación

Para muchos de los farmacéuticos del rural, la elección del lugar de trabajo no es una casualidad. “Yo personalmente prefiero estar aquí que en la ciudad, es un ambiente más cercano, me parece que puedes hacer muchas más cosas por la comunidad, y eso es algo muy importante”, relata Pedro de Juana, que empezó recientemente a trabajar en A Derrasa tras finalizar sus estudios. En la farmacia de Esgos, la opinión es similar: “Es verdad que aquí hay menos gente, claro, pero el trabajo es mucho más bonito que en las ciudades, más vocacional. Yo no estudié una carrera para simplemente vender medicamentos y nada más. La humanidad que hay en el rural no la hay en las urbes”. 

De Juana asegura que entre sus compañeros de promoción hay varios que también se han decantado por el rural: “Creo que depende de la persona, hay gente que ha nacido en un pueblo y que quiere trabajar también en un pueblo, quiere tener ese trato cercano y conocer a los clientes”.

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