Hoy quiero contarles una curiosa historia, con elementos de leyenda, que viene de la tierra de mis mayores, el territorio de Vilamartín de Valdeorras y que siempre me impresionó desde niño. Mi abuelo materno era campesino, viticultor y trataba en ganado. Siempre tuvo un caballo cuya alzada iba disminuyendo a medida que él avanzaba en edad. Había en la casa familiar, en el barrio de A Rodeleira, un hermoso can, un mastín leonés espectacular, cariñoso y paciente con los niños, pero valiente y resuelto frente a los lobos. Y esta es la parte interesante de la historia.
Cuando mi abuelo iba al monte, transitaba con ganado o se movía por aquel territorio, todavía merodeaban los lobos por allí, de modo que siempre se hacía acompañar de este mastín, de modo que, ante su presencia, los lobos se mantenían a distancia, y nunca se acercaron a mi abuelo ni al ganado. Cuando este mastín murió, mi abuelo se decidió a enterrarlo en un pinar, en la zona por donde tantas veces lo acompañara. Y ahora viene lo más curioso de la historia: nunca más volvió a verse un lobo por aquel lugar, como atestiguaban los vecinos cercanos. ¿Casualidad, leyenda o es que realmente el espíritu de aquel mastín prevalecía y los lobos lo respetaban? A mí me gusta creerlo.
Este episodio del mastín leonés lleva a mi ánimo el recuerdo de una escena de la versión cinematográfica del libro “Memorias de África”, de Isak Dinesen, el seudónimo literario utilizado por la escritora y baronesa danesa Karen Blixen, donde narra su experiencia en una plantación de café de Kenia durante largo tiempo. Sobre este libro, el director Sydney Pollack compuso una famosa película, protagonizada en sus principales papeles por Meryl Streep, Robert Redford y Klaus Maria Brandauer. Redford hacía el papel de amante de la protagonista y fallece en un accidente de avioneta. Y ahora viene lo de la historia, ya que con el tiempo el personaje de Merly Streep cuenta que ha sabido que, con frecuencia, sobre la tumba de su amado reposan los leones de la sabana. Ella interpreta que es un reconocimiento y homenaje a un hombre que amaba sobre todo África.
Ciertamente, en mi historia, yo mismo he subido al monte donde mi abuelo enterró al leal mastín leonés, al lugar donde nunca más volviera a verse a un lobo. Esas percepciones y recuerdos de la infancia, como este caso que evoco, suelen estar conformadas de la misma materia que los sueños, pero en este caso, hay una constatación de unos hechos, confirmados por las gentes del lugar. A veces, creamos y creemos en nuestra imaginación lo que no hemos visto jamás, pero en otras ocasiones se combinan conocimientos e historias guardadas en la memoria.
Aunque desde los lejanos días en que se inscribe esta historia, la presencia del lobo en Galicia sigue siendo una constante, especialmente en los territorios de Ourense y Lugo. Según los censos de la Xunta de Galicia más recientes se asegura la existencia de al menos 90 manadas de lobo ibérico en las que conviven entre 600 y 800 ejemplares, distribuidos prácticamente por todo el territorio. Cada dos años debe realizarse un censo de estos animales. Y según datos de áreas de campeo y presencia de manadas reproductoras, se estima que en Ourense ocupa la totalidad del territorio. En Lugo, su presencia es del 98%; en A Coruña, del 95 y en Pontevedra, del 74.
Pero hay un lugar de la provincia de Ourense, en el término municipal de Vilamartín de Valdeorras, donde está enterrado un guardián del territorio, un mastín leonés, al que el lobo respeta y ni se acerca por allí. Pero en otros lugares de Galicia, como se quejan los ganaderos, se siguen causando daños elevados, lo que exige difíciles políticas para preservar al ganado y mantener al lobo.
