Crónica

“Isto nin é confinamento nin nada”

SEIXALBO 28-04-2020.- Historias del coronavirus. Urbanitas con huerta en Seixalbo. Victor Barro e o fillo Antón. José Paz

No es lo mismo un piso de 70 metros cuadrados que una casa con patio y una pequeña huerta; máxime si tienes que pasar varios meses dentro. Con lo del confinamiento hemos descubierto nuevas realidades antes no valoradas.

"La tierra es insultada y ofrece sus flores como respuesta”, decía Tagore. En estos días de enfermedad y fragilidad humana, son muchas las voces que le han buscado una responsabilidad al modo de vida ni sano ni sostenible que llevamos.

A Seixalbo, la carretera -la otrora insigne de Villacastín- y la vía férrea le han hecho un histórico corte. En tiempos, junto con Zaín y Rairo nutrían de productos de huerta y plantas al rianxo de la Plaza de Abastos. Las huertas siguen, ahora, para otros usos. En estos días de realidad confinada hemos vuelto a ellas, y además con envidia.

Como todos están confinados, sí, pero nada les impide salir a la pequeña huerta, la tienen junto a la casa. Todo el conjunto de Seixalbo es una huerta, salpicado con casas, de gran valor etnográfico, sobra decirlo.

A los 4 vecinos de Seixalbo les une el apego a la tierra, la necesidad de cultivarla/se en el mejor de los sentidos, y recoger sus frutos. El confinamiento les pilló aquí, 3 de ellos -además- estos días teletrabajando.

Xosé Carballido acaba de rematar una vídeo conferencia. Aunque en la zona histórica la fibra óptica no llega, este método funciona sin problema, otra cosa es cuando trabaja con planos. “O problema é para enviar, ás veces, teño que deixalo toda a noite”.

Captura de pantalla 2020-04-29 a las 8.11.21

Este carballinés, ingeniero técnico agrícola que trabaja en Medio Rural -se encarga de obras y concentración parcelaria- un día se enamoró de Seixalbo; acabó comprando una casa rústica con patio que tuvo que rehacer por completo. Una de las razones que más le animó fue la disposición de un terreno compartido que hoy disfruta. Aplica sus conocimientos para no llevar demasiado trabajo.

“Técnicas do mínimo esforzo”, dice. Tienen el suelo cubierto con 4 inmensos mantos plásticos horadados donde introduce las plantas, y un sistema de riego por goteo automatizado que gasta lo mínimo. Pimientos de Seixalbo y Padrón, tomates, lechugas. Lo más novedoso, el sistema de tutores que emplea para sostener los tomates, en cuerdas sujetos a una gran cadena desplegada sobre postes.

Sus años de profesor en la antigua Escuela de Capacitación Agraria no han sido en vano. “Cada vez que retiro o plástico fago unha incorporación de materia orgánica”. El confinamiento se aprecia en la pequeña huerta colindante, de un señor que vive en Ourense y que no la ha podido atender. Las hierbas han superado a las cebollas y lechugas ya crecidas.

Junto al bebé

A Víctor Barro, que se dedica al mundo audiovisual, le acompaña su bebé de 8 meses Antón, sentado sobre una toalla y cubierto con un gorro. Complacido con la escena y el necesario baño de luz solar, disfruta a su manera y lo anuncia entre balbuceos y la sonoridad de sus sonrisas. La escena es hermosa.

Captura de pantalla 2020-04-29 a las 8.10.59

Víctor llegó a Seixalbo hace 4 años. “Unha das razóns polas que viñemos foi polo tema da horta”. Ajos, rabanitos, brócoli, ajos cebollas....“o que peor se dan son as cenorias, apenas saen, xa lle plantei 4 pementos enriba”. Mientras Carballido presume de no tener que quitar hierbas, Víctor, cada vez que Antón se lo permite -“os tempos é el quen os marca”- tiene que darles una vuelta. Se resisten. Ambos comparten agua del mismo pozo, Víctor con una pequeña manguera.

Ignacio Delgado, de 84 anos, nació en la misma casa donde hoy vive, al pie de la carretera. Al llegar invita a cerezas, ya maduras. Se ganó la vida de camionero, por casualidad, porque lo que le gustaba -dice- era ayudar a su padre agricultor. Tiene la finca libre de hierbas, unos pocos tomates, y muchos pimientos plantados, siguiendo la tradición productora de la zona. “Cando eu era rapaz todo Seixalbo estaba cheo de pementos, saían camións a barrer”, comenta.

Captura de pantalla 2020-04-29 a las 8.11.12

La finca de Ignacio, quien también elabora vino -garnacha-, linda con la de Marga Seara, una profesora de griego del IES Blanco Amor, a quien Ignacio venera por su afición y estudios heredados y aprendidos. “Isto nin é confinamento nin é nada”, comenta Marga, la finca es toda una, salvo una alambrada de lo más permeable.

“Ista terra é mala, acaba facéndose a base de traballala”. Marga aparte de conectarse cada mañana con los alumnos del instituto, 150 de 1º y 2º de bachillerato, atiende a su madre de 89 años. La finca está mimada, las patatas ya crecidas rezuman un verde intenso. 4 gallinas corretean al fondo, junto a un semillero donde salen todas las plantas que después cultiva. “Semillero, antes chamábase a pila”.

Marga Seara atiende las plantas sembradas en su huerta de Seixalbo. (Fotos: José Paz)

Presume de la autosuficiencia que encuentra en todo lo que aquí cultiva y cómo lo hace, a la antigua, sin depender de nadie. Pero lo mejor, la sensación relajante que encuentra en su huerta. Una relación casi mística. Así es la tierra, o debería.

Te puede interesar