Jorge Pardo, y aquí seguimos...

FESTIVAL DE JAZZ

La noche fue otra cosa, y lo fue porque la noche –por suerte- es muy diferente al día. "No voy a decir cuántas veces he tocado en este local porque igual no me contratan más", dijo Pardo.

Publicado: 19 may 2016 - 11:46 Actualizado: 19 may 2016 - 22:26

Concierto de Jorge Pardo en el Latino

Era la hora de la siesta y Jorge Pardo nos regaló su magisterio de sus muchas décadas de oficio, nos explicó cosas básicas, para un músico, y para todos en la vida. "Si no tienes soniquete por qué te metes" que decía el maestro, su maestro, Paco de Lucía. Nos explico lo del sentido del swing que dicen los anglosajones, en fin, de la importancia de tener ritmo, "una materia que en todos los conservatorios de música es una asignatura maría, por eso yo voy a ser pesado con ella". Y lo dice quien se anuncia a los cuatro vientos que es un autodidacta, sin formación académica, que no ausencia de estudios, puesto que eso es algo que no ha dejado de hacer en toda su vida, formarse a su manera, y lo dice en un conservatorio, donde la interpretación deja poco lugar a mostrar la personalidad del artista.

Es probable –insistió- que en el ritmo, en el compás, haya muchas cuestiones genéticas, vamos que el ritmo se tiene o no, "pero hay que practicarlo" y sobre todo disfrutar, que en la música como cualquier otro oficio de la vida de los mortales hay que disfrutar mucho para atrapar esos misterios del duende que nos transforman, que nos elevan y nos llevan a mundos de en sueño. Y lo dijo bien clarito, por mucho que algunos desarropados insistan, "Sin música no se puede vivir, porque la música "da forma al individuo".

La noche fue otra cosa. Paso sereno enfila calle arriba como quien ya se conoce todas la vías, "y todos los caminos son válidos", los caminos eclécticos que forman la historia de esa música que es hoy el jazz, con tantas influencias y palos como el flamenco, la música en la que este madrileño se buscó un acomodo magnífico entre plegarias de bulerías, tangos y fandangos. La noche fue otra cosa, y lo fue porque la noche –por suerte- es muy diferente al día. "No voy a decir cuántas veces he tocado en este local porque igual no me contratan más". La noche tiene su magia, y anoche Jorge lo hizo con en una versión muy distinta a las que nos tenía acostumbrados, o mal acostumbrados, y eso deja ciertos apegos que cuesta abandonar. La noche menos flamenca de las que uno recuerda porque la banda refleja otros mundos, y el oficio de la música aquí no permite imposturas. Presume Jorge Pardo de haber tenido mucha suerte, de haber tocado con los más grandes –Camarón, Paco de Lucía, Chick Corea, Tete Montoliu- y eso te hace a ti también mejor músico. Ayer lo hizo en Ourense con unos músicos nuevos, que no jóvenes, salvo Pablo Martín Caminero, al contrabajo, un músico muy versátil y espíritu libre como el propio Jorge Pardo, con el que ya había actuado; Alber Saez, un magnífico pianista, muy alegre y vibrante, que envuelve de misterio, y Dani Domínguez, un músico ourensano que está llegando, con muy buenos momentos.

Y la noche invocó a Coltrane, a su manera. Uno imagina que por la tesitura de la banda, sobre el escenario no estaba ni Javier Colina, ni Bandolero a la percusión, menos Josemi Carmona, que hacía el viaje hacia lo andalusí mucho más fácil, anoche los palos flamencos se dejaron ver mucho menos, era más invocar a lo oscuro, a los sones telúricos de lo africano, donde muchas composiciones propias de Jorge Pardo tienen cabida, como en los dos temas propios, "Mi sal y mi luna", y "Zapatitos", que parecían dirigidos al mismísimo John Coltrane; momentos con la flauta endiablada de Pardo que se engalana para celebrar a Cole Porter, "I love you", tal vez entre los mejores momentos, los más celebrados al menos por el público al verse reconocido entre melodías que viajan a un lado y otro del Atlántico, que el madrileño sabe celebrar ceremonioso, con ese aire de chamán que se transforma cada noche. Ritmos latinos muy bien llevados por Alber Saez, a los que Dani Domínguez también sigue.

El viaje se acaba. Con extraño trayecto, interpretaciones que se alargan en demasía, con momentos de duda, uno imagina que por falta de conjunción y ensayo, el concierto se va a las dos horas largas porque pase lo que pase Jorge no defrauda, no va a quedar mal y menos de rácano ante los parroquianos. "A Love Supreme" en una versión bien particular; con el saxo de Jorge brillante en la oscuridad del sonido, atrapando cada nota como si fuera la última, dejando claro para el final hacia donde se dirigía el homenaje. "North Africa", de Chick Corea, también tuvo cabida cuando el billete ya no daba más de sí y el músico pedía la hora, y el personal insistiendo en que sacara algo más del baúl. Hubo lugar para los bises, en un concierto muy especial, los del Jorge Pardo siempre lo son, nos recuerdan –a todos- que por suerte seguimos aquí.

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