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NUEVA OURENSANÍA
Un nuevo establecimiento dirigido a los ourensanos con colmillos acaba de abrir en la ciudad. Al frente del negocio María Sánchez Luna recibe con los brazos abiertos a "perretes" de todas las razas, tamaños y modales, que son atendidos a la vista de sus propietarios, (o de cualquier paseante). “Yo no escondo a tu perro, esto es una tienda showroom”, aclara. Levanta María un dedo azul enfundado en plástico, pues esa misma mañana fue agredida por uno de sus clientes. Oficio de riesgo y continuo aprendizaje esto de ser estilista canino, “la capacitación de groomer no existe, te la da la vida”, concluye la profesional mexicana.
“Me casé con un hombre de Avión”, explica sobre su conexión con esta tierra, en la que ya lleva veintiseis años. Ese amor ya voló pero le dejó dos hijos: “una que está allá y mi gallego”, comenta, nacidos y criados ambos en la capital ourensana.
Natural de Ciudad de México se reconoce casi más de aquí que del otro lado. “La vida es muy linda, hay mucho trabajo y muchísimo dinero pero todo va muy deprisa allá”, confiesa. Estuvo un tiempo María en Acapulco porque su exmarido regentaba un lugar de cierta importancia y ella lo recuerda como un período de calor, belleza, bikini y bronceado. “Fue otra época”, aclara. Desde luego, pues con esta primavera gallega, la vitrina de su negocio habrá padecido lluvia, granizo y como mucho treinta grados.
“A miña burriña cuando vai pró muíño vai toda enfariñada cheiña de frío, cheiña de frío e tamén de xiada…”, entona María Sánchez un cancioneiro da seitura de Manzaneda e Trives que le cantaban de novia y que se le quedó grabado. Sólo le pedimos una palabra en gallego, pero esta mujer es un derroche de entusiasmo. Esta entrevista promete.
“Casa Guau Guau es el primer lugar que tiene estancia permanente de día para tu perrito, y también el único en el que festejamos su cumpleaños”, comenta. Esta revelación fantasía nos hace imaginarnos una jauría pinchando globos con pezuñas y hocicos decorados con merengue, y María, empresaria sabia y experimentada, ante nuestra curiosidad especifica “pueden venir entre ocho y diez personas con su perro, se les ofrece pastel y ‘snacks’ hechos por servidora”. Patita de pollo triturada es el ingrediente estrella de sus pinchitos, que por su gelatina hace las delicias de los chuchos. Como colofón cantan el cumpleaños feliz en versión canina.”Es el guau, guau, guau con música”, aclara María, devota de su negocio y defensora a ultranza de la felicidad perruna. Sabremos más tarde que tiene un caniche gigante que rescató de un inminente sacrificio y que anduvo en el pasado de aquí para allá colaborando con alguna fundación protectora de animales.
“Este tipo de negocios en México son un boom impresionante”, explica. Su hija tiene una empresa del mismo tipo allá y por lo visto una selecta clientela. Intercambiamos algún que otro susurro sobre ella, y por alguna extraña razón sentimos que somos nosotras las que nos codeamos con la mismísima Salma Hayek desde O Couto, y sólo por eso la mañana ha merecido la pena. Queremos tirarle de la lengua a María, que con su verbo, estilo y maneras nos da pinceladas de una creatividad que sobrepasa con creces las fronteras del barrio, pero pinta que la vida, así como el refranero español, le ha enseñado cosas, como eso de que uno vale más por lo que calla que por lo que habla.
“Hacemos todos los tamaños, muy sucios, con parásitos…”, volvemos con ella al mundo de las cuatro patas, y explica que, con mucha paciencia, aceite y cariño quita pulgas “una a una, como las abuelas”. De Hollywood hemos pasado a carrachos’ en menos de medio minuto, no puede gustarnos más María Sánchez Luna.
“¡A la chingada!", comparte con alegría. “Tequila”, antepone entre risas su bebida patria al licor café, e imaginamos ríos de mezcal navegados por sombreros charros. Nos ha hablado de la reciente boda de su hija, que se hizo en los dos sitios (México y Ourense) y que por lo visto duró casi 24 horas en su versión del otro lado del charco.
Desprende María un "nosequé" de alguien que ha tenido muchas vidas, pero no acaba de ser gato. Y parece que se adapta a muchos mundos porque sabe que las garrapatas no distinguen de pedigrí ni razas. Lancemos pues una conjetura. Si un perro azteca y un can de palleiro hablaran, los dos elegirían ser atusados por esta mexicana.
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