Alessandro Di Pietro, la sostenibilidad a largo plazo de vivir a la gallega

NUEVA OURENSANÍA

Proveniente de Verona, ciudad italiana Patrimonio de la Humanidad, Alesandro Di Pietro se afinca en Ourense con la mirada puesta en la naturaleza que rodea la ciudad, un escenario de belleza radicalmente opuesto -el tiempo dirá si a la altura-, de la arquitectura véneta

Miriam Blanco

Publicado: 09 jul 2024 - 07:30 Actualizado: 09 jul 2024 - 20:53

NUEVA OURENSANÍA | Alessandro Di Pietro

Alaba Alessandro Di Pietro (Verona, 1990), el estilo de vida ourensano. “Cualquiera con un pequeño pedazo de tierra cultiva, algo que a nivel de sostenibilidad es óptimo”, opina. Para los que aquí crecimos y vimos atar las vides con ‘vimbio’, y reciclar en la huerta desde el rabo de una escoba a un somier, resulta un halago que nos aplaudan al pueblo estas virtudes, y destinen a las instituciones los azotes con ‘xestas’.

Alessandro es ingeniero medioambiental especializado en innovación y tecnología de la sostenibilidad. “Analizo el impacto de productos como los envases de plástico y veo cómo reducirlo”, aclara. Empleado a distancia con una empresa holandesa trabajó hasta el año pasado, cuando decidió darse un tiempo para poder estar más presente en la vida de su hijo pequeño. Vive Alessandro con él, otro niño y su pareja también veronesa, en un chalet de la zona residencial de A Costa, en la periferia de la capital ourensana.

“Todo empezó con una idea que tuvimos con una pareja en Holanda, de abrir una casa de turismo rural, y organizar talleres sobre sostenibilidad”

Antes de esto fueron los Países Bajos, y también Manchester, siempre en busca de trabajo y estudios, durante ocho años. Aterrizar por estas tierras fue una elección bastante sorprendente al no haber ni vínculo familiar, ni oferta laboral, ni propuesta académica mediante. “Todo empezó con una idea que tuvimos con una pareja en Holanda, de abrir una casa de turismo rural, y organizar talleres sobre sostenibilidad”, explica. Entre esos amigos había un ourensano que en aquel momento decidió quedarse al gouda mientras que Alessandro y familia optaron por la tetilla. “Parmesano, burrata”, poca broma con un italiano sobre quesos patrios, los suyos los primeros siempre, aunque en su justa medida. “Casa somos nosotros, nuestra familia”, dice al hilo de la morriña de Italia. El derivado lácteo patrio no determina toda una vida.

“Ourense es pequeño, pero en los alrededores es bosque, pura naturaleza”, explica. La idea inicial no cuajó, pero a ellos la Ribeira Sacra les acabó engatusando. “Me falta un poco el vibe internacional”, refiere Di Pietro a la ausencia de otros, que como él, aportan diferencia en lo lingüístico y lo cultural.

Sobre el "workation"

“La idea actual sería abrir un ‘coworking’, una oficina para gente que trabaje desde casa”. Comparte la ilusión Alessandro de crear un proyecto basado en el respeto medioambiental y en sintonía con propuestas similares que existen en otras partes de Europa. “Ofrecer también alojamiento, dos o tres cabañitas, un paquete con acceso a la oficina y a una habitación”, concreta. Explica Alessandro la tendencia del trabajo permanente, y en remoto, mientras al mismo tiempo disfrutas de las vacaciones. “‘Workation’, ‘work en vacation’, algo muy popular en los países nórdicos”, remarca. “El contacto con la naturaleza a pesar de que trabajes, un concepto bastante nuevo”, puntualiza.

“Aventurero y creativo”, dice Di Pietro sobre sí mismo que de día está al cambio de pañal y pensando en lo que se viene y de noche se dedica a otros ingenios.

“Me gusta crear juegos de mesa”, revela sobre sus aficiones entrada la madrugada. Piensa una en un parchís de colores adaptado para niños, o en reproducir con papel y lápiz unas cartas de Monopoly, pero ¡error!, habla Alessandro de cosa seria y de entretenimiento para adultos. “Tengo uno que imprimí hace un mes”, comenta. Servidora con poco mundo en lo que a estos placeres se refiere, vuelve a imaginar unos folios en blanco y negro, pero aparece el inventor con una caja, diseñada con sumo detalle y con todas las cartas, fichas y dados. Del casino y apostar las perras no quiere saber nada porque él siempre fue de torneos de cartas. “Es fantasía, no tiene nada que ver con dinero”, aclara. “¡Estrada, porta!”, dice en gallego un jugador tramposo, que sabe que esos vocablos se usan para lo mismo en Italia.

Alessandro con las vistas desde su casa en la periferia de la capital ourensana.
Alessandro con las vistas desde su casa en la periferia de la capital ourensana.

La creación de los personajes para su juego fue bien interesante. “Nigromante oscuro con túnicas en rojo y negro que sostiene una guadaña, vive en el abismo donde no hay vida alguna”, describe los orígenes de un ser malvado. Dialoga Alessandro con la inteligencia artificial para recibir un primer boceto que, con mucho trabajo, acaba sofisticando. “Cuando empiezo algo me gustaría terminarlo inmediatamente y a veces me impaciento”, confiesa su mayor defecto. La elaboración silenciosa mientras la casa duerme de esas ciento veinte cartas quimera, tuvo que ser un deleite, a la par que una condena.

Sostenibilidad aquí

Opina Alessandro que la producción hidroeléctrica y eólica de la provincia es potente. “El agua la explotan muy bien”, comenta. Sugiere no obstante que, en relación a residuos, la gestión es escasa. “No hay contenedores de plástico ni vidrio en las inmediaciones de nuestra casa por ejemplo”, y añade “tampoco en los supermercados hay productos compostables”, comenta sobre bienes que se degradan en su totalidad formando abono, y que no generan residuo alguno. “Promover la mobilidad sostenible sería también interesante, y un poco más de verde para bajar las temperaturas en el casco urbano”, su propuesta para la capital.

A la espera de lo que está en mano del gobernante -o del superhéroe de un naipe- abracemos un proverbio véneto muy del gusto de Alessandro. “Tempo, cul e siori fa quel ch’i vol lori”, que viene a decir que hay cosas incontrolables, a saber el tiempo, los esfínteres, y los hombres poderosos. “Italianos y españoles somos como hermanos”, dirá en otro momento este ‘ítalo-galiziano’. ¡Ma certo caro amico, certo!, en lo divino, y quién sabe si en lo mundano.

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