Obituario | Carlos Guitián Rodríguez, médico, voluntario y galeguista hasta la médula

Carlos Guitián, con sus hijos Iria, Carlos y Óscar, en una manifestación en pro del medio ambiente.
photo_camera Carlos Guitián, con sus hijos Iria, Carlos y Óscar, en una manifestación en pro del medio ambiente.

Nunca espera uno que personajes así se nos vayan aunque por imperativos de la edad sea evidente que en la rampa de salida a un más allá o hacia ese infinito en el que crea cobijarse. A Carlos Guitián no le preocupaba ese futuro post mortem que atenaza a los mortales, él vivía cada día una vida en la que el éxito profesional se conjugaba con un amor a la familia y a su compromiso por Galicia, incrementado aun a pesar de tres grandes mazazos: la muerte de Oscar, un hijo navegante en velero, como trasmutado o mas bien desaparecido y no hallado en la mar Atlántica de la Ria de Pontevedra, más de dos décadas ha, la no prematura pero que tal vez fuese para las espectativas vitales de hoy de su esposa M.ª Asunción Montero, y hace aun pocos años la de su hijo Carlos. Mazazos que sobrellevó este médico amparado en sus hijas y, acaso o sin él, en su galleguidad a toda prueba en pro de la Naturaleza y el ser galaico, de la que bandera hacía desde su juventud y que con orgullo portaba en sus viajes médicos a Centroamérica.

Sabía de Carlos y con él trabé amistad, a través de uno de sus grandes amigos, Gil Carlos M. Risco, y más cuando conviví hallándonos ambos embarcados, él a tiempo pleno, en la defensa del rio Barbantiño cuando querían represarlo, juntamente con Chema y Eric y otros más como el desaparecido Xosé Paz; antes ya se había declarado opositor a una fábrica de celulosa que se pretendía levantar en el curso medio del río Miño. No había movimiento en pro de la tierra en la que Guitián no estuviese.

Carlos, hijo de médico por lo que de casta le viene al galgo, nació en Ourense en el año 1.927, cursó sus estudios medios aquí, los universitarios en las facultades de Medicina de Santiago y Madrid, haciendo la especialidad en Barcelona y estableciéndose en esta ciudad compaginando la jefatura del servicio de Urología ya en el antiguo Hospital donde hoy la Universidade ya después en el Hospital Sta. María Nai, compaginando la asistencia pública con la privada de su consulta en la rua do Progreso.

Cuando se jubiló de la sanidad pública aun continuaría en la privada donde una vez cerrada su consulta concibió la idea de donar todo su instrumental para lo que se puso en contacto con un amigo jesuita en Argentina y allí se fue con todo su bagaje médico a Santiago del Estero, en una provincia remota de la república austral, pero viendo que no se daban las condiciones requeridas para materializar su proyecto, concibió la idea de dar un salto a Cuba donde consiguió, en muchas operaciones a titulo gratuito, enseñar la técnica avanzada de esa operación de recesión transuretral, que había aprendido de su maestro el Dr. Cifuentes. Varios años viajó al país centroamericano para operar e implicarse en esa labor asistencial novedosa. Todo a título gratuito y solidario como a gala tenía.

Ecologista convencido, Carlos Guitián, no era ajeno a cualquier desfeita que se hiciera y allá estaba de los primeros para manifestarse e implicarse, como fue el caso de la hidroeléctrica en el rio Barbantiño, una presa que se intentaba levantar a escasa distancia de la celebrada Fervenza, llegando a encadenarse con otros activistas delante del entonces gobierno civil hoy Subdelegación, en el parque de San Lazaro, aunque no se lograse impedir la construcción del embalse; pero antes, en defensa del ambiente y del rio Miño cuando se pretendía una fábrica de celusosa al pie del rio en las cercanías de Barbantes; el fue de los más activos con el objetivo logrado por el levantamiento general de la ciudadanía, que abortaróa el proyecto. En defensa de Galicia, de su lengua, de su estatuto portaría hasta pancartas con varios de sus muchos hijos. Su acendrado galleguismo le acompaña hasta la tumba con un ejemplar del libro “Sempre en Galiza”, de Castelao, y la bandera cubriendo el féretro, como dispuesto dejaría. Un denunciador a ultranza del feismo del rural donde decía, además, que él defensor del enxebrismo siempre que no se confundiese con el abandono de ese gallego mal vestido y con falta de higiene, a menudo representado como el prototipo del aldeano gallego. Detestaba los estereotipos del gallego desconfiado, reticente. Iluso, soñaba con una Galicia fusionada con el Portugal del Duero para arriba, como en su día había concebido Afonso Henriques, el primer rey de Portugal y acaso con ese sueño se iría a esos confines sin fronteras a donde los desprendidos, solidarios, amantes de su país algún día se imaginaron. Admirable Carlos, aún sacudido por las adversidades, seguiste soñando en una Galiza posible hasta donde tus fuerzas de casi centenario te ayudaron. Tu mejoraste aquello por donde pasaste con tu activa y desinteresada implicación.

Acaso algún día veremos las fronteras extinguidas entre esos dos países que nunca las tuvieron cerradas para ese PortugalGaliza, que, como enseña, orgulloso tú soñaste, y tus hijas Maruxa, Anxela, Iria y Ana continuarán llevando, a pesar de no contar con el soporte de Carlos y Oscar, sus dos hermanos ya idos.

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