La odisea de la N-120 después del parto: entre baches, animales sueltos y tormentas

photo_camera Luis Carmona, trabajador social del CHUO, tiene una reivindicación para mejorar la situación de las familias con bebés que nacen prematuros o con necesidades clínicas especiales
Cualquier profesional le recomendaría a una madre que acaba de dar a luz que guarde reposo. En el caso de estas mamás de Valdeorras, no es posible: sufrieron miles y miles de kilómetros de carretera entre baches, tormentas y animales sueltos

Laura Martínez fue una de las primeras mamás del año en su comarca: dio a luz en O Barco de Valdeorras el 5 de enero de 2023. “El bebé fue prematuro y nos trasladaron en ambulancia hasta la ciudad”, recuerda la mamá, que estuvo ingresada durante dos días. Otros 25 estuvo ingresado su bebé, que nació el séptimo mes, para cumplir el tiempo mínimo de gestación.

Es su segundo hijo. Para atender a ambos, cada mañana dejaba al mayor en el colegio, en Valdeorras, y venía a Ourense, para volver esa misma noche a casa.

45 EUROS AL DÍA

Además, su parto coincidió con el temporal, que dejó lluvias y nieve, “y nos encontramos con muchos animales, incluidos perros sueltos y jabalíes, en la carretera”. 

Entre comer y la gasolina, gastaba “entre 40 y 50 euros al día”. Ella y su pareja se turnaban para conducir, viéndose obligados a incumplir ese reposo que se recomienda a toda mujer que acaba de dar a luz. “Por mucho que te digan que debes cuidarte y reposar... ¿qué haces?, ¿me quedo en casa y dejo a mi hijo?”, se pregunta.

LA N-120, UN CALVARIO

El hijo de Miriam Castro, Anxo, está en su casa desde el 23 de enero, pero también estuvo ingresado. “Soy paciente de riesgo y se fue complicando el embarazo. El bebé no engordaba y ya antes del parto empecé a acudir a Ourense dos veces cada semana”. 

Finalmente, dio a luz a su hijo Anxo, que pesó 1,9 kilos, por lo que tuvo que quedar en neonatos. “A mí me dieron el alta y cogimos un apartamento para 15 días. El niño necesitaba alcanzar los 2,2 kilogramos y ser capaz de alimentarse sin la sonda. Pero le costaba mucho comer: de hecho, le requería más energía de la que conseguía al ingerir por sí mismo”, recuerda.

Una vez pasaron los 15 días de ingreso del bebé estimados en un principio por los profesionales sanitarios, comenzaron a dormir en un hotel, sin saber cuándo cambiaría su situación, sin fechas exactas.

“El ir y venir... te mata. Ya no es solo por la gasolina, es que los baches van creciendo por momentos. Tengo artritis, y el traqueteo del viaje cada día no me favorecía. La carretera (N-120) nunca estuvo bien, pero ahora está peor que nunca”, recuerda con pesar Miriam. 

SIN AYUDAS

Además, “en estos casos debería haber alguna ayuda para los viajes, ya no digo pagar todos los kilómetros, pero sí una ayuda”, sostiene la madre.

En realidad, como le ocurre a buena parte de las familias en esta situación, “ya no me paraba a echar cuentas, porque me daba miedo. Habrá gente que no tenga recursos, y no sé cómo hará. Nosotros tuvimos suerte de que contábamos con ahorros”, prosigue.

“Te planteas mudarte a una ciudad. O Barco no es pequeño, y tiene su hospital, pero cada vez quitan más servicios. Antes había una incubadora, ya no. Cuando me puse mala, ya ni me molesté en acudir a Urgencias aquí”, concluye la mamá, tras relatar su difícil experiencia. 

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