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OURENSANOS TRAS LA DANA
Este 2024 vivió un cierre de año manchado por el barro de una dana que el 29 de octubre tiñó de marrón el cielo, el suelo e incluso la vida de miles de personas. Habitantes de diferentes zonas de España se vieron afectados por un evento meteorológico que convirtió los meses de antesala de la Navidad en un espectáculo de inacción, descontento y tragedia en el que participaron involuntariamente cientos de personas.
David, vecino de Ourense que lleva viviendo cuatro años en Paiporta, es uno de los afectados que esa noche vivió el terror en compañía de su pareja, Fátima. Aunque el viento le animó a quedarse en casa ese día, no comenzó a alarmarse hasta que escuchó las sirenas de forma insistente a las puertas de su casa: “Subimos a la terraza de nuestro ático y como vivimos al lado del barranco del Poyo vimos el caudal. A los pocos segundos ya se empezó a desbordar”. David tuvo la misma reacción que casi todos los vecinos en las zonas afectadas, corriendo al garaje para intentar salvar un coche y una moto de su propiedad. Cogió el coche primero y fue un vecino el que evitó un desastre mayor, “volví corriendo y el agua ya estaba empezando a llenar el garaje. Cuando fui a sacar la moto me dijo un vecino que ni se me ocurriera pasar porque nos iríamos la moto y yo con la riada”. El recuerdo de ese día lleva a David a emocionarse pensando que él podría haber sido uno de los cadáveres que la UCO tuvo que sacar de los garajes: “Me abrieron el portal los vecinos que estaban en la ventana antes de que llamara al telefonillo y pude pasar de una terraza a otra por el tejado. Así me salvé”. Conocidos que perdieron familiares, otros que casi no lo cuentan… Para él, como para otros muchos, “intentar sacar el coche al final fue una perdición”.
"Ver la situación era impactante. Todo lleno de barro y destruido... Como una peli de terror" - Vicente Pérez
Un desastre que comenzó a mostrar algo de luz cuando los vecinos de Paiporta y el resto de zonas afectadas empezaron a recibir ayuda desde diferentes puntos del país. Un ejemplo es Vicente, ourensano de nacimiento que vive en el norte de Valencia y que, en cuanto se enteró de lo ocurrido, acudió con sus hijos para ayudar en lo posible: “Nadie esperaba esto. Yo estuve esa misma tarde en Massanassa”.
Recuerda Vicente lo vivido como algo “impactante”, parecido a una “película de terror”. Todo lleno de barro y destruido. Una imagen que dio paso a otra. La de la gente organizándose para poder servir de alivio en medio de la desolación. “La reacción del pueblo y de la gente era alucinante. La primera vez que fuimos a comprar escobones grandes no había y los propios encargados de las tiendas hicieron unos con cobre recubierto de cinta aislante”.
Después de lo vivido durante unas semanas que ambos sintieron como mucho más largas de lo que señala el propio tiempo, tanto Vicente como David decidieron adelantar ambos su viaje de vuelta a Ourense para pasar unas Navidades que les permitieran alejarse de esa imagen de desolación, sobre todo para los más pequeños.
"Fue la noche más larga de nuestra vida y la mañana siguiente fue como si pasara un tsunami"- David Pacios y Fátima Gómez
En el lado opuesto encontramos a Manuel, vecino del concello de Taboadela que preside el Centro Galego en Valencia. Para él, quedarse en unas fechas tan emotivas como estas en la ciudad en la que vive desde años es una “prioridad”. En parte, influido por cómo se vivió desde el primer momento la tragedia en el centro, ubicado en Massanassa.
“Empezamos a chamar practicamente a todos os galegos que vivían por aí e dímonos conta de que había dous que non contestaban. Conforme ían pasando as horas e incrementábase o número de mortos, e vendo como estaban as rúas e como estaba todo… Preocupámonos moito. Así estivemos tres días veña a chamar porque tampouco podiamos achegarnos porque non deixaban pasar. Cando apareceron foi un alivio, e contáronnos que non tiveran cobertura”. Así recuerda Manuel cómo la expectación y el miedo se convirtieron en emociones constantes durante esos primeros días. Momento en el que el Centro Galego de Valencia se erigió como el primer lugar en dar apoyo a las víctimas y a quienes se acercaron a ayudar. Por suerte, el local del centro no sufrió grandes daños, de modo que durante el mes de noviembre, Manuel y el resto de voluntarios y socios estuvieron “traballando dende as seis da mañá dando cafés para todo o mundo, almorzos, comidas… Ata os lavabos, que ao non haber en todo o pobo, viñan aquí. Dabamos botas, auga, leite, potitos para os nenos…”. Una ayuda prioritaria que permitió ser ese primer salvavidas para quienes vivieron la pérdida en primera persona: “A maioría perderon os coches. Iso foi o mínimo que pasou, porque algúns vivían en plantas baixas e perderon case todo. En maior ou menor medida, houbo un dano máis que considerable”.
“Casi nadie de Valencia pensó que pudiera pasar esto porque no llovía ni en la ciudad ni en los pueblos afectados”
Casi dos meses después de ese suceso que continúa grabado en la retina de quienes lo vivieron, continúan las iniciativas en estas zonas que buscan no caer en el olvido: “Nós quixemos facer unha comida solidaria o 15 de decembro con todos os socios, e viñeron case un centenar de persoas”. De hecho, mañana, 28 de diciembre, “temos previsto facer unha chocolatada e unha entrega de xoguetes para os nenos”.
Estas son las iniciativas que hacen que Manuel no vuelva a Ourense en lo que para él es una Navidad “diferente y agridulce”, aunque señala que muchos de sus socios adelantaron sus viajes de vuelta a casa con la intención de olvidar -en la medida que puedan, al igual que David y Vicente- la desoladora estampa que rodea sus casas. “Eu non volvo porque creo que facer todas estas actividades é unha axuda, e sinto que o meu posto era imprescindible agora aquí”. Y lo es, porque con sus comidas y sus juguetes, seguramente la despedida de este año se haga un poco menos dura para quienes, como ellos, tuvieron que mirar a los ojos del dolor de quien lo ha perdido todo.
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