Pinturas que “dan la vida”

El taller de pintura de la residencia San Carlos de Celanova, integrada en la Fundación San Rosendo, es uno de los más populares entre los usuarios, que cuentan cómo esta actividad “dános moita vida e axúdanos a estar entretidos”.

Una de las actividades estrella de la residencia San Carlos de Celanova, integrada en la red de geriátricos de la Fundación San Rosendo, es su taller de manualidades y pinturas, donde los usuarios pueden pintar, colorear o trabajar con arcilla para pasar entretenidos los días en el centro. Entre las actividades destaca la realización de diferentes obsequios durante las fechas señaladas que marca el calendario a lo largo del año.

La educadora social que desarrolla el taller, Noelia Nóvoa, asegura que “nos doce anos que levo aquí, o taller de pintura sempre tivo moito éxito. É unha actividade que os motiva. O seu obxectivo é ralentizar o seu deterioro cognitivo, xa que con esta actividade exercitan diversas funcións como a atención, a concentración, a memoria ou o razoamento”. Además, también mejoran otras cuestiones psicomotrices como “a coordinación óculo-manual ou a realización de movementos precisos”, o incluso emocionales como “a mellora da autoestima ou ven reflectidos os seus esforzos nalgo material que despois expoñemos no centro”.

Pero Nóvoa incide en esta última parte, junto con la concentración, como algo “fundamental” ya que les permite estar concentrados en algo que no son los dos años tan duros que tuvieron que vivir por la pandemia, sin poder salir de la residencia o sin poder convivir con nadie por el alto riesgo que para estos usuarios supone contagiarse de covid.

Guillermina Vázquez, una de las usuarias, cuenta que “aquí hacemos varias cosas: pintamos, recortamos… me entretiene mucho. Aquí estás mucho mejor que sin hacer nada”. Su compañera, María González, explica que “además de los dibujos, también me gusta pintarme las uñas. Aunque lo que más me gusta es coser, tejer o bordar, aunque esto y andar me da la vida”. Ambas realizaron un pequeño cuenco de arcilla, que pintaron y posteriormente terminaron con un bombón y un plástico para obsequiar en el día de la madre.

En otra mesa estaba Aurora Fernández, quien indica que “cada época imos facendo algo diferente. Gústame porque sempre teño algo que facer, que se agradece moito, porque eu fun a que quixo vir e con estas actividades pasámolo moi ben”. Enfrente se situaba la más veterana de este taller, Estrella Almeida, que a sus 100 años pinta como la que más. “Algúns sairanme ben, outros mal, pero polo menos aquí estou entretida. Se non empezo a pensar e penso, penso, penso e nunca dou acabado”, explica. “Isto xa me custa, pero máis me custaba darlle ós toxos coa fouce”, cuenta esta centenaria ourensana mientras se ríe.

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