La Pucha, una historia de amor-odio con la Policía

Josefa Pérez González, en una foto del año 2018.
photo_camera Josefa Pérez González, en una foto del año 2018.
La repentina muerte de Josefa Pérez, una mujer vinculada al tráfico de drogas en la ciudad en numerosas ocasiones, se vio rodeada de un sinfín de habladurías, dado su pasado. La Pucha murió en su vivienda de Punxín porque el corazón le falló en plena madrugada.

La noticia de la repentina muerte de Josefa Pérez González, más conocida como “la Pucha”, a los 65 años, corrió rápida por el barrio de Covadonga y el casco viejo de la ciudad. Incluso hubo quien especuló con las causas del fallecimiento para dar un final turbio a la protagonista de muchas crónicas de sucesos en los últimos años.  Lo cierto es que el final fue inesperado pero tranquilo. Murió en la vivienda en la que más dinero invirtió, la confortable y segura casa de Punxín (estaba dotada de medidas de seguridad contra intrusos). Según fuentes cercanas a la finada, le falló el corazón en la madrugada del jueves. 

Josefa, una mujer presumida que cuidaba su aspecto físico, tenía toda una lista de alias.  Sus íntimos la conocían como  Fina,  pero en el mundo de los negocios se bautizó con otros motes. Entre los traficantes de drogas y las fuerzas de seguridad era  “la Pucha”, “la Rubia” o “Pequeña”,  en alusión al 1,50 metros de estatura. Era su voz ronca la que le daba empaque. 

La mujer más respetada en el hampa de la provincia se fue a la tumba con un montón de secretos. Traficó con drogas pero también trabajó codo a codo con el grupo de estupefacientes de la Comisaría. Amaba tanto como odiaba a la Policía.  En una carta remitida a este diario, llegó a confesar en 2002 que la dejaban trabajar “a cambio de dinero” pero también admitía en una entrevista que “siempre la habían tratado de maravilla”. En enero de 2021, con motivo del juicio de la Zamburiña, el último proceso por el que fue acusada, rehusó hablar delante de un micro porque “valgo más por lo que callo” en alusión a su trabajo como confidente policial. En esa causa, se enfrentó a una petición de 13 años de cárcel, pero la Audiencia anuló las escuchas telefónicas que amparaban  el registro en sus casas de Francisco de Moure, Covadonga y Punxín. Asuntos Internos se incautó de cerca de siete kilos de heroína y cocaína. La Fiscalía recurrió la absolución ante el Supremo (que aún tiene pendiente el caso) de los 13 imputados, entre los que había cuatro policías. 

Los que la trataban aseguran que eran “tan astuta como peligrosa”. Capitaneó el mercado de heroína y cocaína en el casco antiguo, el barrio en el que nació, cerca de la Trinidad. En la ficha policial figura un domicilio en la calle Urano, el corazón del barrio en el que más se trafica, Covadonga.  En sus antecedentes, aparece el tráfico de drogas en los años 1988, 1989, 1997 y 2001, además de una falsificación de moneda en 1990.  En esa misma ficha se recoge que no tenía carné pero sí tres coches a su nombre.

Su última pareja conocida fue Rachid Eddahaoui, su lugarteniente en la Zamburiña y 20 años más joven que ella.  No era la primera vez que se emparejaba con un hombre joven. En 2002, Basilio Janeiro Llamazares fue su paladín: otro conocido traficante intentó agredir a Pucha con una katana y Basilio lo mató de una cuchillada en plena calle.

Pese a estar considerada como una de las piezas clave del tráfico de drogas a mediana escala en Ourense, fue condenada en pocas ocasiones. La última la llevó seis años a la cárcel. Los jueces la situaron en la cúspide de la Operación Galo II, desarrollada en julio de 2001 con 20 detenidos (11 fueron condenados).

Pero Josefa no se libró de un ataque al corazón. La enfermedad era lo único a lo que temía -siempre se cuidó mucho- porque, según decía, “de la cárcel se sale”.

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