El brazalete permite a los condenados un vida casi normal. No hay ocio nocturno y, por pudor, los usuarios se tapan los tobillos. Pero, a cambio, recuperan la vida familiar y el trabajo.
Cuando se entrega una pulsera telemática al interno, de entrada hay confianza. No es ciega, pero lo cierto es que los técnicos de la junta de tratamiento tienen buen ojo a la hora de chequear una…
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