El cerezo silvestre

Cerezo.
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Desde siempre, el cerezo silvestre fue un frutal muy apreciado en la  cuenca mediterránea

El cerezo silvestre, cerezo dulce o cerezo de monte, denominado  científicamente con el nombre de Prunus avium, y en gallego con el  de cerdeira, cereixeira, cereixa brava, cirdeira, garoubeira, marouveira  o xirereira, es un árbol o arbolillo caducifolio originario del suroeste  asiático y perteneciente a la familia de las Rosáceas. 

Su tronco liso y recto, es de color pardo rojizo con escamas  transversales marrones. De sus heridas, mana una resina aromática.  Su copa es piramidal. Su ramificación es abierta. Sus hojas son  alternas, ovoidales lanceoladas, terminadas en una punta corta,  brillantes en la parte superior y dentadas. En el otoño, antes de caer,  adquieren una tonalidad rojizo anaranjada muy agradable a la vista.  Sus flores, formadas por cinco pétalos de color blanco puro con un  matiz rosa en la parte mas externa, brotan, agrupadas en manojos, en  primavera. Las abejas se encargan de la polinización. Los frutos son  drupas carnosas acorazonadas de sabor dulce, cuyo color va del rojo  brillante al negruzco. Se consumen frescas, aunque también se  pueden conservar. El«hueso» contiene cianuro de hidrógeno en su  interior, por lo cual es tóxico. Puede llegar a vivir más de cien años.  

El cerezo dulce juntamente con el cerezo ácido o guindo, conocido  científicamente como Prunus cerasus, y en gallego como guindeira,  guindal o guindaleira, son las dos especies silvestres de las cuales  derivan la gran mayoría de las variedades de cerezos obtenidos por  numerosos cruces. Se cultivan, por su interés comercial en las  regiones templadas. Desde siempre fue un frutal muy apreciado en la  cuenca mediterránea. Semillas de diversas especies de cerezos han  sido encontradas en yacimientos arqueológicos de la edad de bronce.  También en asentamientos romanos en toda Europa. Parece ser que  fue introducido en Europa por el general romano Lúculo, que vivió  entre los años 117 y 56 a.C. Lo llevó a Roma desde la ciudad de  Cerasunte, situada en el Mar Negro, y actualmente denominada  Giresum, en Turquía. Aunque hoy en día el producto más importante  de cultivo en esta ciudad es la avellana, en su lema reza: ”la patria de  la cereza, la capital de la avellana” Griegos y romanos lo difundieron  ampliamente. Los griegos denominaban el árbol con el apelativo  derivado de su lugar de origen: kerasus o kerasum, pasando después  al latín cerasus de donde le viene el nombre actual. El cerezo se ha 

naturalizado en toda Europa, donde se encuentra frecuentemente  como especie acompañante en robledales, en bosques mixtos y  márgenes de prados. En España existen muchas variedades. 

En medicina los rabos maduros y desecados de las cerezas se utilizan  en infusión para tratar afecciones bronquiales y diarreas. También  como diurético. Asimismo son ligeramente laxantes y forman parte de  las tisanas adelgazantes. Con este último fin se dice que en la Roma  antigua las mujeres, a modo de dieta, tomaban kilo y medio de  cerezas y un litro y medio de leche al día, durante quince días.  Asimismo, bebiendo tres tazas diarias de la infusión resultante de  hervir los rabitos durante cinco minutos, se combate la celulitis. Sus  hojas producen los mismos efectos y son además, carminativas y  antianémicas. El jugo de las cerezas es rico en hierro y calcio, por lo  que se usa para tratamientos de trastornos digestivos y hepáticos. Ya el  médico, cirujano y filósofo griego Claudio Galeno Nicon de  Pérgamo. aconsejaba el consumo de cerezas a quienes tenían  problemas de intestino. En farmacología las cerezas maduras sirven  para elaborar un jarabe que mejora el sabor de otros remedios. 

Con sus frutos se elaboran también mermeladas. Por fermentación se  puede obtener un vino de cerezas. En Galicia es frecuente meterlas  en un recipiente con orujo, azúcar y canela en rama, que después de  un tiempo de reposo, en lugar oscuro, se convierte en un excelente  licor, conocido como “licor de guindas”, “aguardiente de guindas” o  “guindada”. Algunos le añaden nuez moscada y granos de clavo.  Algo similar se hace en Alemania con el fruto del cerezo silvestre: el  famoso kirsch. Y en Dalmacia, con una variedad de guinda amarga se  elabora el marrasquino. 

La madera del cerezo es dura, elástica, rojiza y fácil de trabajar,  motivo por el cual es utilizada en ebanistería, especialmente para  hacer elegantes muebles y sillas. También se utiliza para ahumar los  alimentos, en especial carnes. 

Actualmente también podemos encontrar el cerezo en Siberia  Occidental y Norte de África. Asimismo lo hallamos en Japón, donde  es uno de los símbolos más representativos de su cultura. Las flores 

del cerezo japonés, de la especie Prunus serrulata, llamadas  “sakura”, son de extraordinaria belleza. En primavera, época de la  floración, las ramas se cubren de abundantes flores de color blanco y  rosa, ofreciendo un espléndido espectáculo. Por la fugacidad de las  mismas, el cerezo japonés simboliza la brevedad de la existencia,  motivo por el cual ésta debe ser apreciada y vivida intensamente. Es  el árbol nacional del país nipón, motivo de una milenaria fiesta  tradicional. Además, las flores representan la delicadez, la feminidad  y el renacer tras el largo invierno.

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