La pandemia covid y la progresiva desaparición del formato físico ha impulsado el auge del coleccionismo digital entre los amantes de la música, los videojuegos y las películas, pero esta tendencia también ha empezado a alcanzar a otros aspectos culturales como el arte gráfico o la literatura.
En este auge han tenido que ver dos procesos recientes. Por una parte está el “blockchain”, una tecnología que permiten llevar un registro seguro, descentralizado, sincronizado y distribuido de cualquier operación digital sin necesidad de la intermediación de terceros. Por otra, la creación de NFT (token no fungible), elementos digitales únicos.
La suma de estos dos elementos han generado la posibilidad de disponer de posesiones virtuales a las que se les puede dar un valor y no puden duplicarse. Es algo similar a lo que ocurre con los cromos o las cartas de Pokémon de principios de este siglo, pero en el mundo digital, y que puede utilizarse en otro tipo de contenidos, como obras artísticas virtuales.
Este tipo de contenidos ha abierto un amplio debate en la comunidad de internautas, ya que tanto empresas como usuarios han empezado a especular con el precio de estos NFT, convirtiendo estos archivos digitales certificados e irreproducibles en un nuevo objeto de deseo en el que la inversión y también la especulación han empezado a aparecer.
Celebridades como Eminem, Steve Aoki, Stephen Curry, Gwyneth Paltrow o Jimmy Fallon han empezado a comprar este tipo de artículos, empresas de videojuegos como Konami ha aprovechado los aniversarios de algunos de sus juegos para sacar elementos NFT a altos precios y youtubers como Vegeta 777 o Wyllyrex ya han empezado a impulsar este tipo de productos. Las polémicas sobre una posible burbuja especulativa se une a las dudas legales ante la posibilidad de heredar estos contenidos o fiscalizar este tipo de patrimonio virtual.
