Lucha contra el coronavirus

¿Qué sabemos del origen del coronavirus SARS-CoV-2?

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photo_camera El paciente cero no tomó sopa de murciélago. Pixabay
La mayor certeza del origen del virus es la zoonosis y la pista se pierde en el mercado de Huanan, en el que se vendía marisco, pescado, faisanes, serpientes y otros animales comestibles

Un año después de que se detectaran los primeros casos de una neumonía de origen desconocido en la ciudad china de Wuhan persisten numerosas incógnitas sobre el inicio de la pandemia y una teoría conspirativa difícil de erradicar: que el nuevo coronavirus es artificial.

La certeza del origen natural

La principal certeza que tiene la ciencia a día de hoy sobre el origen del coronavirus SARS-CoV-2 es que surgió de forma natural en alguna otra especie animal antes de infectar a los humanos.

Paradójicamente, aquello que los científicos ven más claro es, a la vez, uno de los aspectos más cuestionados por mensajes falsos y teorías de la conspiración desde el inicio de la pandemia: que el origen del virus es artificial y se ha expandido bien de forma accidental (al escapar de un laboratorio) o intencionada.

Toda esta desinformación ha calado en una parte importante de la sociedad. En España, según un sondeo hecho a principios de noviembre por la consultora 40dB, el 64,9 % creía que el virus fue creado deliberadamente en un laboratorio.

Es imposible que haya sido fabricado

Lo cierto es que la comunidad científica descarta que el virus haya sido fabricado, ya que su secuencia genómica refleja una evolución natural, determinó una publicación en Nature Medicine.

"Pudimos establecer que, a partir de las características genéticas del SARS-CoV-2, es imposible que alguien pudiera haberlo creado en un laboratorio", explicó uno de los cinco autores de ese estudio, Robert Garry. El investigador detalló a la BBC que "si se tratara de una construcción de laboratorio, se tendría que haber utilizado un virus previamente conocido como plantilla".

Por el contrario, el virus de murciélago más próximo "es solo un 96 % similar al SARS-CoV-2" y "no es posible completar esa distancia genética (4 %) en un laboratorio", aclaró Garry.

Este grupo de científicos analizó la plantilla génica para las proteínas espiga, la parte exterior del virus con la que se introduce en las células humanas y animales, que presentaba dos rasgos básicos: el dominio de unión al receptor (RBD) -que le sirve de gancho para asirse- y el sitio de escisión, una llave molecular con la que poder entrar.

La evidencia del origen natural la hallaron al comprobar cómo el RBD de las proteínas de la punta del SARS-CoV-2 había evolucionado para dirigirse a una característica molecular de las células llamada ACE2, que regula la presión arterial.

No cabía ingeniería genética en ese caso y más al compararse con la estructura molecular general del coronavirus, explicó Kristian Andersen, otro de los investigadores, quien subrayó el contraste hallado entre lo que constituye la columna vertebral del virus y las mutaciones en el RBD de la proteína espiga.

Mentiras sobre Premios Nobel que reconocen que el coronavirus fue creado

Uno de los bulos más extendidos sobre la creación artificial del nuevo coronavirus implica al premio Nobel Tasuku Honjo. Unas supuestas frases suyas circulan desde abril a través de un escrito muy compartido en las redes sociales, en el que el científico japonés asegura supuestamente que el virus fue creado en un laboratorio por sus colegas chinos.

El propio microbiólogo japonés desmintió que él hubiera dicho nada semejante y, en un comunicado de la Universidad de Kioto, dijo estar "muy entristecido" porque su nombre hubiera sido vinculado a esa mentira.

Otro premio Nobel, Luc Montagnier, sí afirmó que él creía que el SARS-CoV-2 había sido creado artificialmente a partir del virus del sida, pero lo dijo sin aportar ninguna prueba. Su reputación como científico, premiado por descubrir el VIH hace 38 años, ya estaba en declive por su apoyo a causas acientíficas como la homeopatía.

El único documento que comparó las similitudes entre los virus del sida y de la covid fue una prepublicación (sin revisión por pares) que se hizo en enero de 2020 y que ya ha sido retirada, al no corroborarse luego ese trabajo científico. La retractación puede verse en bioRxiv, un servidor de prepublicaciones de biología.

El documento retractado señalaba que cuatro fragmentos de la glicoproteína del VIH están contenidos en la proteína S del coronavirus de la covid-19, lo que según explican varios virólogos en The Conversation equivaldría a considerar que un libro es plagio de otro porque se repita una misma palabra en ambos.

El genoma del virus se ha secuenciado correctamente

Entre los embustes sobre el origen del virus está también el que niega la mayor: que el coronavirus no existe como tal, sino que no es más que una nueva variante del virus de la gripe.

Han sido compartidos en internet textos que indican que el nuevo virus no ha podido ser aislado ni purificado, por lo que no se podría examinar en su totalidad, pero eso es falso, pues ya se ha aislado para secuenciar su genoma más de 58.000 veces.

Otra mentira recurrente ha sido la que indica que las labores de investigación no siguieron los postulados que se exigen a los estudios científicos para poder determinar que un microorganismo es el causante de una enfermedad, uno de los argumentos más usados por los negacionistas de la pandemia en los debates en las redes sociales.

Tampoco eso es cierto, ya que la comunidad científica completó todas las pautas del decálogo de la microbiología en la identificación del virus causante de la covid-19.

La secuenciación del virus se hizo con soporte informático, pero eso no quiere decir que el material genético fuera inventado por ordenadores -como difundieron algunos bulos-, sino que se requiere la precisión de las computadoras para ordenar las 30.000 letras que describen su genoma para que sea más legible.

El laboratorio biotecnológico de Wuhan, fijación de los negacionistas

El expresidente de Estados Unidos Donald Trump apuntó a un laboratorio biotecnológico existente en Wuhan como posible lugar de incubación del nuevo coronavirus y dijo poseer pruebas de que así era, pero lo cierto es que no las aportó nunca, como le requería la OMS. Fueron varios los medios que siguieron esa estela, como Fox News con fuentes anónimas, dando alas a las teorías sobre la "plandemia".

La OMS sigue considerando que nada evidencia que ese edificio fuera el epicentro de la pandemia, cuyo rastro de los primeros casos lleva a un mercado de mariscos local, el de Huanan, donde se pierde la pista.

No es un laboratorio, son dos. Uno de nivel de bioseguridad 4 -tope máximo en el estándar mundial de biocontención- y otro de nivel 3, y ambos establecidos en el Instituto de Virología de Wuhan, situado a 14 kilómetros del mercado de Huanan, en la otra margen del río Yangtsé, el mayor de Asia y tercero del mundo.

Esa proximidad alienta las hipótesis de que el nuevo virus se fugó de esos laboratorios pero, como recuerda la revista Nature en una nota aclaratoria de 2020 a su reportaje sobre ese centro publicado en 2017, "no hay evidencias" sobre esa relación y "los científicos creen que la fuente más probable del coronavirus es el mercado de animales".

Más allá de las acusaciones desde otros gobiernos o en medios de comunicación con fuentes anónimas, en el ámbito científico la publicación más difundida acerca de la posibilidad de que el nuevo coronavirus surgiera de una "ruta sintética" la esbozó Li-Meng Yan en septiembre en la revista Zenodo.

Ese texto fue muy divulgado sin que se tuviera en cuenta que no es experta en virología, sino oftalmóloga, y que era más bien un artículo de opinión, sin pruebas científicas, además de que la publicación corriera a cargo de una fundación vinculada a Steve Bannon, exasesor de Trump y mentor de conspiraciones, como expuso FactCheck.org.

Se sucedieron análisis de instituciones de prestigio, como el de Johns Hopkins y el de Rapid Reviews, que negaron el carácter científico de las conclusiones a las que llegaba Yan, lo que no fue óbice para que ella diera entrevistas por todo el mundo, como la que tuvo con Íker Jiménez en Telecinco con mucha audiencia, una semana antes de la encuesta de 40dB antes mencionada.

Los falsos vínculos entre el laboratorio de Wuhan, farmacéuticas y Bill Gates

Sobre el laboratorio biotecnológico wuhanés pesa otro reincidente bulo, el de su vinculación a las compañías farmacéuticas que desarrollan las vacunas contra la covid.

Así, pueden encontrarse en las redes sociales mensajes en los que se indica que ese centro de investigación es propiedad de Glaxo, que a su vez lo es de Pfizer, multinacional propiedad de grandes fondos como BlackRock y Vanguard, por lo que supuestamente también estaría vinculada a los magnates George Soros y Bill Gates.

Esa elucubración se cae desde el primer eslabón, como verificaron USA Today, Snopes y Logically, ya que el Instituto de Virología de Wuhan es propiedad de la Academia China de Ciencias, del Gobierno de la República Popular de China, y solo tienen algún acuerdo de cooperación otros proyectos de investigación de Francia o Estados Unidos, y no precisamente la empresa GlaxoSmithKline (GSK) a la que se refieren.

El resto de la cadena tampoco es cierto, pues GSK no es propiedad de Pfizer, y la única vinculación mutua es una filial conjunta que crearon únicamente para el ámbito del consumo, mientras que los fondos tienen acciones de Pfizer y Microsoft, pero participaciones minoritarias como tienen en otras cientos de cotizadas de muchos sectores.

Según otro bulo en cadena que fue ampliamente difundido vía WhatsApp en España, el Pirbright Institute, apoyado económicamente por Bill Gates, habría patentado en 2015 el coronavirus causante de la actual pandemia.

Lo cierto es que esa patente, la número 10130701, no tiene nada que ver con el brote de Wuhan. El objetivo era usar esa "forma atenuada de coronavirus" como vacuna contra enfermedades respiratorias en animales de granja, especialmente pollos. Pirbright no trabaja con coronavirus humanos y sus investigadores ni siquiera han desarrollado aún la vacuna para aves para la que solicitaron aquella patente.

El paciente cero no tomó sopa de murciélago

La mayor certeza del origen del virus es la zoonosis y la pista se pierde en el mercado de Huanan, en el que se vendía marisco, pescado, faisanes, serpientes y otros animales comestibles.

Contrariamente a lo que pregonaron muchos memes y desinformaciones, la sopa de murciélago no es el origen del virus ni es un plato típico en Wuhan, aunque sí lo es en la isla micronesia de Palaos, de donde provenían algunos vídeos compartidos.

Sería extraña la ingesta de murciélago en Wuhan, pero este dato apenas tiene importancia. En primer lugar, porque la zoonosis no tiene por qué darse por comer el animal en el que surge un nuevo virus, basta la proximidad física. Además, los científicos que han estudiado el SARS-CoV-2 creen que probablemente se originó en el murciélago, pero moró en otra especie antes de infectar a los humanos.

Así ocurrió con coronavirus anteriores, como las civetas en el caso del SARS-CoV-1 y los camellos respecto al síndrome respiratorio de Oriente Medio (MERS) y, según los estudios realizados para el SARS-CoV-2, el animal intermedio más probable es el pangolín.

En el mercado de Huanan se vendían productos congelados importados, dato al que apuntan algunos medios de comunicación chinos, que subrayan la posibilidad de que el nuevo coronavirus surgiera en otro país, con pruebas como el hallazgo del virus en carne de vaca argentina llegada a otro mercado similar.

Hipótesis cósmicas 

Si en China abundan las informaciones acerca del origen en otro país, otra teoría lo sitúa más allá, en el espacio exterior. La formuló el astrofísico británico-esrilanqués Chandra Wickramasinghe, quien cree que pudo llegar en un meteorito caído en China en octubre de 2019, aunque esa hipótesis cósmica no ha tenido eco en la comunidad científica.

Wickramasinghe no aporta pruebas consistentes en su documento. Otras teorías conspirativas están igualmente alejadas del suelo científico, como la que sostiene que las redes de telecomunicaciones de quinta generación (5G) expanden el virus, para el que es físicamente imposible viajar a través de redes radiofónicas ni de telefonía, explican los expertos.

Militares y políticos de varios países han difundido, sin mostrar prueba alguna, acusaciones de que el nuevo coronavirus se creó como un arma de guerra. Se han acusado mutuamente China y Estados Unidos y también culpó a Washington el líder supremo iraní, Alí Jamaneí.

Un rabino, Meir Mazuz, consideró la pandemia una "venganza divina" por las celebraciones del Orgullo Gay, pero, como es habitual en muchos bulos, sus palabras fueron atribuidas a alguien más conocido, en este caso el ministro israelí Yaakov Litzman, como verificó M'Sur.

Por tanto, pese a que los orígenes del séptimo de los coronavirus descubiertos no están del todo claros para la ciencia, lo cierto es que han circulado muchas falsedades sobre aspectos relacionados con su surgimiento que sí están descartadas con base científica.

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