El santuario de As Ermidas, refugio de personas que buscan desconexión
La comunidad del santuario de As Ermidas duplica sus miembros entre los que evitan la soledad, las drogas o la conexión
La comunidad del santuario de Nuestra Señora de As Ermidas, ubicado en O Bolo, aumenta el número de integrantes durante el tiempo de Navidad. Si habitualmente la forman una veintena de personas, en estos días el número se duplica y se aproxima al medio centenar. Lo apuntó el sacerdote José Antonio Crespo, quien aprecia que últimamente se multiplicaron los que acuden, “no porque tengan un problema serio del que quieran salir, sino porque están solos y no quieren pasar así la Navidad”. A este respecto, explicó que a quienes buscan compañía en estas fechas, el resto de días del año “les pesa menos la soledad”.
También acuden aquí otras gentes con problemas de drogadicción. “Del mundo de la droga vienen muchísimos. Hay una lista de espera con un montón de gente”, comentó el cura de As Ermidas. Añadió que, normalmente, les apremia dejar el problema que tienen y que en este lugar bolés no pueden reunir demasiados, pues serían incapaces de atenderlos. Así, si hay más de seis solicitantes, la comunidad espera a que “se asienten los que llegaron y después damos paso a otros dos o tres”. Podrán permanecer durante un tiempo, hasta que los sacerdotes estiman que ya pueden marchar.
Un matiz en el que insisten en As Ermidas es que no es un centro de rehabilitación. “Insistimos en que esto no es un centro y pretendemos ser una familia cristiana tradicional. Decimos que en ella se reza, se trabaja, se respeta y obedece”, explicó el sacerdote. En estos casos, ayudan a aquellos que acudieron con un problema de drogadicción y que ya llevan algún tiempo.
Después están aquellos que pierden su empleo y acuden aquí para sobrevivir. Estas peticiones aumentan sobre todo en el periodo invernal, aunque muchas parten de solicitantes sin demasiadas ganas de trabajar. “El primer día les decimos que no tenemos a nadie que nos haga las cosas, que somos como una casa de pueblo y que todos colaboramos para preparar la comida, trabajar la finca o cuidar los animales. Es una economía de subsistencia y todos tenemos que arrimar el hombro”, explicó Crespo. No falta otro grupo numeroso, el de quienes buscan “un ambiente sano que ayude a experimentar que tenemos a Dios, que quieren descubrir el tesoro interior que no habían descubierto, pues actualmente no hay tiempo de silencio para desconectar de lo exterior”.
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