REPORTAJE

La tradición de la matanza sobrevive en el rural ourensano

photo_camera La familia Jares mantiene la tradición. (Foto: C.C.).
El rito de la matanza del cerdo paulatinamente va desapareciendo de las aldeas del rural ourensano, pero las que quedan, se convierten en una celebración que gira en torno a una jornada de confraternización entre familiares y vecinos

La tradición de la matanza del cerdo continúa viva en muchas aldeas del Macizo Central ourensano. Lo que antaño se concebía como una tarea que garantizaba víveres para todo el año, con el paso del tiempo se ha convertido en una celebración que permite el encuentro entre familiares y vecinos. 

Es el caso de la familia Jares que, naturales de la aldea de Fradelo (Viana do Bolo), llevan décadas realizando la totalidad del proceso de la matanza. “Fai uns anos había unha decena delas no pobo, pero co paso dos anos a cousa foi a menos”, señala Paco Jares. Y es que, esta labor está paulatinamente cayendo en el olvido. “A nosa é unha das dúas ou tres matanzas que se fan”, añade. La despoblación en el rural es una de las principales razones de la desaparición de esta y muchas otras labores que hace años eran indispensables para sacar adelante la familia. Otra de las razones es la falta de transmisión de conocimientos de generación en generación. “Os maiores morren e os novos que saben facer isto son cada vez menos”, indica Paco. 

Esta familia vianesa hace la matanza acompañada de varios familiares y vecinos que, durante años, han desarrollado a la perfección las tareas que envuelven esta tradición. Entre ellos se encuentran varios jóvenes que rondan los 30 años, quienes han recibido de sus antepasados los conocimientos adecuados. 

Así, la matanza se convierte en un encuentro entre generaciones que, tras tres o cuatro horas de trabajo, se sienta alrededor de la mesa para realizar lo más importante de a jornada: comer y confraternizar con los invitados. “A matanza é un día de festa”, señala Tina Alves, encargada de elaborar la comida para los apreciados comensales. Y es que, cada uno de los asistentes tiene encomendada de antemano su función. Los hombres se encargan de sacrificar a los animales y las mujeres son las que deben lavar los intestinos y demás partes del cerdo para el trabajo posterior de la “desfeita” y “encha”.

Durante los próximos días se elaborarán los embutidos y la salazón a partir de la carne de estos animales que han sido cebados en casa a partir de productos obtenidos de las tierras de la familia.

Y en los próximos años, la intención de los Jares es continuar con la matanza, a pesar de que “dá moito traballo e cada vez hai menos xente”, señala Tina. Ellos, y sus vecinos, la familia Rodríguez, colaboran mutuamente en las tareas de las matanzas de ambas familias, motivo por el que persiste esta tradición ancestral.

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