Brigadas de vecinos detienen el fuego en As Regadas

jóvenes y mayores

En estos días donde los incendios han causado innumerables destrozos, se impone hablar de esfuerzo mancomunado y heroísmo. No es exageración, es el discurso de la realidad.

Vecinos controlando el fuego en el bosque protegido de Ridimoas.
Vecinos controlando el fuego en el bosque protegido de Ridimoas. | Miguel Ángel

Gran parte de la belleza de As Regadas en el concello de Beade, está en el orden caligráfico de los viñedos que escalan las laderas como enormes párrafos vegetales. Las mismas manos que los plantaron los han conservados vivos, ajenos aún a la ira del fuego.

Decir, se dice fácil, pero es en los hechos donde reside el milagro. El fuego comenzó en la parte alta, en las cercanías de A Veiga, sobre las siete de la tarde del sábado. Y hasta allá se fueron los vecinos, sin esperar el auxilio externo; con sus tractores de sulfatar las vides convertidos en especie de improvisados camiones cisterna, equipados con las propias mangueras de riego que emplean regularmente para alimentar los cultivos. Ingenio y esfuerzo, he ahí las claves. Gracias a ellas no hay casas incendiadas ni víctimas.

Tractores adaptados se usaron para combatir el fuego
Tractores adaptados se usaron para combatir el fuego | Miguel Ángel

Vimos allí brillar la solidaridad humana: muchos terminaban de sofocar el fuego acechante en los terrenos propios, y se iban a prestar servicio sin distinción. El objetivo era, y se cumplió buenamente, impedir que las llamas redujesen a cenizas, tanto casas como parrales. Brigadas de jóvenes y mayores, subieron cuestas que entrecortan el aliento para dar allí guerra al enemigo común. Frente a ellos estuvo el alcalde, Fernando Taboada Guntín, dirigiendo las operaciones unas veces, y otras como un vecino más, literalmente en la primera línea de fuego. No se hablaba allí de otra cosa que de la proeza colectiva y el arrojo de su burgomaestre. Honor, a quien honor merece.

El fuego aún persiste, pero en focos aislados que ya se mantienen bajo control, sobre todo en la zona limítrofe con el bosque protegido de Ridimoas, donde no se advierten daños de magnitud. “Nos ayudaron mucho dos motobombas que vinieron desde Vigo y Maside, porque a golpe de manguera no se controla esta situación”, nos dijo Mari Carmen, vecina septuagenaria, que auxiliándose de un bastón, subió a colaborar con el empeño de sus convecinos. Aún no está dicha la última palabra, pero la actitud de los parroquianos podría cambiar el curso de los acontecimientos en caso de que reaparezcan las llamas. Tengamos fe en que algo ayude la bajada próxima de las temperaturas. Ojalá y que los robustos viñedos que adornan las laderas de As Regadas den sus mejores racimos, porque ya Beade ha embotellado su mejor cosecha, la cosecha de la esperanza.

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