Canonizaciones al uso

A buenas horas llega el reconocimiento de los méritos acumulados por un gran elenco de personajes con relevancia mundial.

Y uno de los que parece que más tiempo estuvo en la sala de espera es Giovanni Battista Enrico Antonio María Montini, más conocido por Pablo VI, esperando turno desde el año 1978 para que la congregación de la Santa Sede se decida a dar por buenas las virtudes de un hombre dedicado a labores constructivas de una sociedad más humana.

Más de 30 años se me antojan demasiados para indagar y calificar la labor de un hombre, el cual pudo ser perfectamente bueno o por el contrario como cualquier humano pudo haber tenido sus grandes o pequeñas goteras, pero el espacio de tiempo se le antoja a cualquier humano tiempo excesivo. Recordemos que en su día su futuro dependió de un conclave que en mucho menos tiempo le había situado ahí en el puesto de máxima responsabilidad, que muy bien pudo ser otro.

Aquel día de la fumata blanca todo dependió de las decisiones de hombres encargados de darle a algún candidato la claridad divina sobre la conducción del gran rebaño, otro pudo ser el elegido

Una de dos, o es que el Vaticano tiene la agenda sobrecargada o bien sobre su decisión planean muchas nubes negras que hacen dudar a los encargados de hacer justicia.

La pérdida irremediable en estos casos viene dada por lo que en los fieles hace el natural olvido.

Bueno, para los gestores las ventajas son las de contar con un o unos nuevos personajes a los que de inmediato se les promocionara para que el sistema siga funcionando, no les van a faltar fieles que se dejarán llevar en volandas sin miramientos con tal de tener unas figuras ante las que arrodillarse y orar, porque un día después de muchos años una comisión ha decidido colocarles la vitola de Santo.

Claro que el sistema sabrá bien qué pautas debe de seguir sin que afecte a sus cimientos..