Un sueño rural convertido en pesadilla por un fuego implacable

VÍCTIMAS EN SU GANADO

Verónica Villamor, que dejó Barcelona para apostar por el rural gallego, vio cómo las llamas arrasaban su rebaño y uno de sus perros, dejando el corazón de la sierra reducido a cenizas.

Publicado: 15 ago 2025 - 06:00 Actualizado: 15 ago 2025 - 13:34

Verónica Villamor saliendo de su puesto de trabajo en O Campo, Trives.
Verónica Villamor saliendo de su puesto de trabajo en O Campo, Trives.

La tarde del martes, Parafita, en Chandrexa de Queixa, se convirtió en un escenario de angustia y desesperación. Para Verónica Villamor Oliva, ganadera de la zona, el día quedó grabado como uno de los peores de su vida: en cuestión de horas, las llamas redujeron a cenizas todo su trabajo y se llevaron consigo a sus 170 cabras, 70 cabritos y a uno de sus perros, otros 5 cadelos consiguieron salvarse escapando del fuego. “Fue como una auténtica película de terror que no quiero recordar”, confiesa, con las lágrimas aún vivas en los ojos.

Todo comenzó sobre las 15,30 horas, cuando un vecino la alertó de que el monte estaba empezando a arder justo en el mismo punto en el que, un mes antes, un rayo había provocado otro incendio. “Allí nos fuimos todos, la verdad es que muchos vecinos estaban ayudando a apagar”, recuerda. Pero esta vez nada jugó a su favor. Con el fuego ganando terreno, Verónica y varios vecinos se dirigieron a la sierra para intentar bajar al rebaño a un lugar seguro. El incendio fue más rápido. Su vecino Carlos, que a menudo le ayuda con las reses, corrió para reunirlas y bajarlas al pueblo. Pero en cuestión de minutos quedó atrapado. “Cuando se dio cuenta y miró hacia atrás, estaba con el fuego a las espaldas y sin poder regresar. No le quedó otra que echarse sierra arriba, en dirección a la estación de montaña. ¿Tú sabes los kilómetros que él corrió para arriba?”, relata Verónica, aún incrédula.

Carlos, sin camisa, intentando apagar el fuego en su inicio, antes de que este le rodeara.
Carlos, sin camisa, intentando apagar el fuego en su inicio, antes de que este le rodeara.

Fueron minutos de auténtica locura. Carlos, con apenas cobertura en el teléfono, veía cómo las llamas le cercaban, mientras Verónica trataba de mediar con la UME y las brigadas para que le permitieran acceder a la zona y rescatarlo. “Fue de terror, horrible. Le pedimos ubicación en tiempo real, pero en un punto de la carretera ya había fuego y ni la Guardia Civil, que estaba en otro rescate, podía pasar. Yo sin saber qué hacer… pero los agentes veían mi cara y me ayudaron en todo momento. Fueron muy majos conmigo”, recuerda.

Las cabras habían pasado ya a un segundo plano. “Yo le dije: salva tu vida y olvida las cabras”, cuenta con voz quebrada. Finalmente, Carlos logró alcanzar un tramo de pista donde un ganadero de Cova lo encontró cuando regresaba de mover a sus vacas para alejarlas del fuego. La odisea no acabó ahí: quedaba regresar sin perder un minuto a Parafita, con la impotencia de ser incapaces de evitar que todo ardiese pese al mayor de los esfuerzos.

Una de sus cabras quemadas en el monte.
Una de sus cabras quemadas en el monte.

Verónica no olvida la solidaridad de esos momentos. “El lado humano en este sitio es muy grande. No puedo más que dar las gracias a todos los vecinos, no sólo del pueblo. Vinieron de todos los alrededores a ayudar, pero nada se podía hacer. Mis 170 cabras, 70 cabritos y mi perro murieron en medio del fuego”, dice, sin poder contener las lágrimas.

El perro que no pudo escapar del fuego.
El perro que no pudo escapar del fuego.

En medio de la tragedia, quedaron 20 cabritos que, por ser demasiado pequeños para salir al monte, estaban en la granja. Ahora, Verónica tendrá que criarlos a mano. “No tengo más remedio que seguir con biberón y pienso”, explica. Un esfuerzo que se suma al gasto económico que implica esta forma de crianza. “He de decir que hubo gente que se ofreció a ayudarme para criarlos. La gente se ha portado muy bien”.

El día del incendio, mientras las llamas devoraban el monte y la desesperación se extendía entre los vecinos, dos camiones de extinción se sumaron a la lucha contra el fuego. Incluso maquinaria pesada trabajó abriendo cortafuegos, intentando contener el avance imparable de las llamas. Sin embargo, ni el esfuerzo humano ni los medios técnicos lograron frenar una jornada que quedará grabada para siempre en la memoria de Parafita.

Verónica combina su labor como ganadera con su trabajo en una panadería de Trives. Incluso en estos días, sigue atendiendo detrás del mostrador, despachando pan y bicas a los vecinos que se acercan. Intenta disimular la tragedia con una sonrisa, pero basta con que alguien le pregunte por lo sucedido para que sus ojos se tornen vidriosos y las lágrimas comiencen a caer. La pena asoma entre las barras de pan, recordándole que, aunque las manos sigan trabajando, el corazón sigue en duelo.

En 2019, Verónica dejó atrás Barcelona para apostar de lleno por el rural gallego. No era un lugar desconocido: llevaba más de veinte veranos en Parafita, un rincón al que siempre volvía por sus raíces y por la calma que le ofrecía la sierra. Aquella decisión, impulsada por el amor a la tierra y a los animales, la llevó a montar su propia explotación ganadera, convirtiendo un sueño en su forma de vida.

Lo que para muchos fue un incendio más en el mapa de Galicia, para Verónica fue el día en que vio arder no solo su rebaño, sino el esfuerzo de años. Un golpe que deja cicatrices profundas, imposibles de medir en hectáreas.

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