Un ourensano de Ramirás en el desembarco de Normandía

En el cementerio de Santa María de Cexo, en Verea, descansan los restos de uno de los gallegos que participó en el desembarco de Normandía, Adolfo Fernández (Coveliña en Ramirás, 1911- Celanova, 2001). Hasta allí se desplazaba hace unos días, en una rutina que repite dos veces al año en su regreso de California (Estados Unidos), su única hija, Carmen Fernández Vázquez.

A sus setenta años, Carmen mantiene vivo el recuerdo y el legado de su progenitor, cuya historia no es muy conocida entre los habitantes de Terra de Celanova, pero que poco a poco se empieza a hacer un hueco entre los investigadores y aficionados a la Historia.

Adolfo Fernández, mediado de cinco hermanos y huérfano de madre desde los 5 años, partió del puerto de Vigo con 23 años rumbo a Estados Unidos para buscar un futuro mejor. “Mi papá era una persona muy bondadosa, cariñoso, pacifista, no le gustaban los conflictos ni cuando eran en broma. Pero fue voluntario a la Gran Guerra para conseguir la ciudadanía. A veces me preguntaba ¿tú lo hubieras hecho? Yo siempre le contestaba que no, pero siempre le decía que me alegraba que lo hubiera hecho él. En aquel momento, la ciudadanía era una oportunidad para tener una vida decente sin haber tenido unos estudios elevados”, reconocía Carmen sentada en un café con vistas al valle de Mourillós en Celanova.

“Mi papá era una persona bondadosa. Fue voluntario a la Gran Guerra para conseguir la ciudadanía”, explicó Carmen

Minero en West Virginia y trabajador de hostelería en Nueva York, el 24 de octubre de 1942 Adolfo Fernández fue llamado a filas y, el 6 de junio de 1944 formó parte del Batallón de puertos 517, participando en la descarga de barcos en Ohama Beach. “Del Día D comentaba que todo era una confusión, que saltaban de la parte trasera de los barcos a la playa y era todo correr, defenderse y esperar a que terminara el asunto... De cada batalla no sabían si iban a volver, a vivir… Él nunca hablaba de la guerra, sí de los países donde estuvo, de la comida y de cómo a los ingleses les gustaba el acento americano, pero no de la batalla”, confesaba, recordando que fue un afortunado, fue herido en dos ocasiones y perdió un poco de audición de un oído, pero volvió. “En un aniversario, creo que fue en el 40, recuerdo como comentó algo así como quien hubiera pensado que iba a estar yo aqui viendo este homenaje. También comentó alguna vez el poco reconocimiento por parte de los gobiernos, no a él, sino a los militares en general, eso lo hecho en falta”, dijo.

Retiro celanovés

En la casa familiar de Celanova, todavía conserva la chaqueta y gorra del uniforme militar, y también una fotocopia del último pasaporte de su progenitor, fallecido en 2001. “Lamentablemente, en el año 2018 hubo un incendio en mi vivienda y perdí todas las pertenencias, las fotografías de toda una vida”, recuerda Carmen Fernández, aferrándose a los recuerdos que, en el año 1985, sus padres Adolfo y Celsa Vázquez, natural de Gondesende (Verea), se trajeron en el viaje de regreso a Celanova para disfrutar de su jubilación tras 30 años como mecánico de mantenimiento en la primera empresa de electricidad en USA, Consolidated Edison. “Mi papá era una persona muy familiar, muy apegada a los suyos, desde que se marchó de aquí en el 1935, siempre mantuvo el contacto. No éramos de venir todos los años, ni cada dos tampoco, pero al final de su vida quisieron volver a su tierra”, enfatizaba Carmen, en un regreso a sus raíces, a la tranquilidad y al aire puro que ella misma busca ahora, en su retiro temporal en la villa de San Rosendo.