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FOTOPERIODISMO
Pedro Armestre (Verín, 1972), pionero de la cobertura fotoperiodística de incendios en nuestro país, no pudo vivir la reciente ola incendiaria como a él le hubiera gustado, “en primera línea de fuego”. Un problema de salud lo dejó fuera de combate, pero quiso resarcirse mostrando con su particular visión los devastadores efectos de las llamas en varias provincias, Ourense entre ellas. Con ese fin, alquiló una avioneta y documentó desde el aire la destrucción causada por el fuego, ayudada por la emergencia climática, que provoca sequías y olas de calor interminables que hacen que los incendios forestales adquieran dimensiones nunca antes vistas.
Las fotografías de este trabajo para Greenpeace han dado ya la vuelta al mundo, y muestran la triste realidad del valle de Monterrei, Las Médulas o el lago de Sanabria, algunos de los “lugares mágicos” que las llamas han convertido en páramos, desiertos ennegrecidos sin ningún tipo de vida. Este cambio de perspectiva nos permite apreciar otro tipo de detalles, y encoge el corazón reconocer pueblos derruidos como A Caridade o San Vicente de Leira, en Vilamartín de Valdeorras.
Cuando le planteó su propuesta, la organización ecologista no dudó en aceptarla. Armestre “echaba en falta” en la cobertura periodístico imágenes como las suyas, ya que las tomas con dron “tienen ciertas limitaciones técnicas”. De aquellas cuatro horas de vuelo, el fotógrafo guarda sensaciones “muy desagradables”, y tiene grabado en la retina “el color negro, por más que subíamos se perdía en el infinito”.
Si bien lo ideal hubiera sido fotografiar desde “un helicóptero”, la avioneta procedente de Toledo a la que se subió el 30 de agosto en Bragança, y con la que sobrevoló León, Ourense y Zamora, le permitió abrir la ventanilla, proporcionándole un ángulo de visión de 360º. Además, pudo pedirle al piloto que “girara, subiera, bajara o hiciera un rasante, cambiando el plano”, explica.
Al igual que con el resto de sus fotos, Armestre busca agitar conciencias: “Al lector de izquierdas ya lo tengo ganado. A mí lo que me interesa es llegar al que piensa muy distinto a mí; ahí es donde tengo que generar el cambio. Mis fotos tienen que molestar, si solo las aplauden es que algo estoy haciendo mal”.
Empezó su carrera en 1993 en Europa Press y pasó por la mítica agencia Cover y El Mundo, entre otras colaboraciones, antes de recalar en France Presse. Sus imágenes han mostrado en cabeceras internacionales catástrofes humanitarias y ambientales por todo el planeta. En su trayectoria ha documentado la crisis de los refugiados sirios, el terremoto de Nepal, el deshielo en el Ártico o el éxodo rohingya, pero también historias de nuestro país, como la sequía, la Filomena, el drama de los menores no acompañados o incluso el Toro de la Vega.
Su trabajo ha tenido en parte como hilo conductor el cambio climático, acelerado cada vez más por la actividad humana, agravando catástrofes naturales que sufren con especial dureza los más desfavorecidos. Mucho antes de que la actual emergencia inquietase a los dirigentes mundiales, Armestre ya viajaba cubriendo la intensificación de sequías, inundaciones, incendios y otros episodios de clima extremo y su impacto sobre la población.
En 2016, el fotógrafo tomó la decisión de dejar de trabajar para medios de comunicación y “ser libre para hacer los contenidos que quiero, no me debo a intereses de terceros”. Actualmente colabora fundamentalmente con las ONGs Alianza por la Solidaridad, Greenpeace y Save the Children. Esta independencia es algo que lleva a gala y que define con crudeza: “Transito mi carrera con honestidad: soy el dueño de mi hambre”.
El fotoperiodista, nacido en la parroquia verinense de A Rasela, pero “secuestrado y llevado a Madrid a los cuatro años por mis padres emigrantes”, apunta con retranca gallega, no oculta su indignación ante lo sucedido en Monterrei, donde pasa largas temporadas en su casa de Vilamaior do Val. “La forma más fácil que tienen ciertos políticos incendiarios de ocultar su inutilidad e intereses propios es demonizando a otros, como echarle la culpa a los ecologistas de los incendios o al lobo de los problemas de la ganadería, y lo hacen induciendo mensajes falsos entre la población”, asevera.
La radiografía que hace sobre lo ocurrido es nítida: “Nos hemos encontrado con una ola de calor muy adecuada para los negacionistas de la emergencia climática, unido a que Galicia es un polvorín por el minifundismo y el abandono del territorio, junto a una falta de recursos por inoperancia política. Todo eso era una olla a presión que ha acabado reventando este año”.
Como profesional comprometido y “posicionado” con la defensa del medio ambiente, de los derechos humanos, de la protección de las comunidades indígenas y de las poblaciones desprotegidas, su meta sigue siendo mostrar “una serie de realidades y sus problemáticas para que la gente sea consciente de ellas, el desconocimiento solo nos lleva a no proteger”. Tras más de tres décadas cámara en mano, Pedro Armestre solo piensa en seguir “molestando” y haciendo periodismo “incómodo”.
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