Un acusado de secuestro en Verín: “Solo vendí un arma al denunciante”

CLIENTE HABITUAL DE LA VÍCTIMA

Justifica su ADN en la ropa del empresario en un trabajo que le hizo yendo con él en su coche

M. Sánchez

Publicado: 26 oct 2024 - 05:50 Actualizado: 26 oct 2024 - 07:24

Filipe D.C.F., este viernes en su declaración ante el Juzgado Penal 2.
Filipe D.C.F., este viernes en su declaración ante el Juzgado Penal 2.

El abogado de un acusado de secuestrar a un empresario de Verín defendió a su cliente, el portugués Filipe D.C.F., hablando largo y tendido de Antonio, la víctima. En la segunda y última sesión del juicio seguido este viernes en el Penal 2 de Ourense, atacó todos los flancos del perjudicado. “Tiene alguna cosa oscura con esa gente [relacionada con el mundo de la noche], con mujeres, drogas …”. Según recalcó, “miente”. Y mucho.

En la primera sesión del juicio, la víctima había relatado que al menos tres individuos encapuchados, a los que no llegó a ver la cara, lo abordaron cuando salía a pasear al perro por Verín, en la noche del 11 de diciembre de 2019, y lo obligaron por la fuerza a introducirse en una furgoneta. Los asaltantes le pegaron una paliza, lo llevaron a un monte y, mientras lo arrastraban por el suelo, le metieron el miedo en el cuerpo: lo amenazaron con cortarle los genitales, arrojarlo al río o incluso con la vida de su hijo y nieta. Para ello, debía depositar al día siguiente un millón de euros, que finalmente tras varios ajustes quedaron en 47.000 euros, en un Mitsubishi aparcado en las proximidades de un restaurante de la localidad de Chaves. Los secuestradores nunca llegaron a aparecer y la policía lusa no pudo detenerlos en ese momento. Tardó cuatro años en llegar a Filipe por obra y gracia de la ciencia forense (el ADN del guante y la ropa del perjudicado).

El empresario, que regenta un casino en Chaves, además de otros negocios, sí conocía a Filipe, aseguró el letrado, contrariamente a lo que sostiene el primero. En el pasillo del Juzgado Penal 2 -tal como comentó- se saludaron cordialmente el primer día de la vista. “Hasta se mostró sorprendido de que estuviera acusado”, destacó.

Cliente habitual de la víctima

Filipe era cliente habitual de sus negocios y le ayudó a comprar una pistola en Portugal, en donde, según parece, no resulta complicado. “En mi pueblo es casi cultural tener armas”, ilustró el inculpado.

Más aún, poco antes del secuestro y agresión que sufrió el verinense, sostiene que lo ayudó porque tenía miedo y se sentía amenazado por ciudadanos del Este de Europa, relacionados con mujeres de la noche. Ya en el pasado había sufrido otros percances similares. Por esa razón, dio unas cuantas vueltas con él en su coche, en plan guardaespaldas, a ver si los veían, haciendo uso de un pasamontañas en caso de que hubiera que pasar a la acción. De esta forma, justifica su ADN en el pasamontañas (el utilizado para taparle la cabeza al denunciante y que este arrojó al cubo de basura de su casa) y otras prendas de vestir del empresario, la principal prueba de cargo de la fiscalía. También aparecieron restos biológicos del inculpado en un guante localizado en el coche en que se debía dejar el dinero.

El fiscal enfatizó la gravedad de los delitos -detención ilegal, el robo de las joyas que llevaba cuando fue secuestrado así como un billete de 500 euros y amenazas- para reclamar una pena de ocho años y medio de cárcel. La acusación pública instó a la jueza a prestar atención a las primeras declaraciones de la víctima en la instrucción, porque en el juicio “testificó de forma esquiva”. Quiere pasar página cuanto antes.

Para el ministerio público, este caso no puede quedar impune porque pudo resolverse gracias a una “investigación muy minuciosa”, en la que hubo que hacer “encaje de bolillos”, ya que se precisaron varias comisiones rogatorias.

La defensa instó a la jueza a considerar verosímil la declaración del acusado por las “muchas contradicciones” del empresario. “Se ve claramente la intención de ocultar qué pasó ese día, ya que regenta un local de citas y hay extranjeras rumanas”.

El abogado tiene claro que se trata de “un ajuste de cuentas, porque A. tenía una deuda y por eso llegó a pedir ayuda a mi representado”. Recordó la nota que había en la casa en la que junto a 47 mil euros se pedía que se le dejase en paz porque “la deuda quedaba saldada”.

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