Alain Gómez, huyendo de Nicaragua hasta Ourense por las amenazas y la falta de libertad

LA NUEVA OURENSANÍA

Iba enganchado al teléfono por la calle pero lo apaga para dedicarnos un rato. No sabemos a quién deja con palabra en boca, deseamos no sea cuestión importante. Media hora nos regala Alain Gómez en su asueto mañanero, para hablarnos de Nicaragua

Miriam Blanco

Publicado: 03 feb 2025 - 06:00 Actualizado: 03 feb 2025 - 10:55

La Nueva Ourensanía | Alain Gómez

Demuestra ser un gran conocedor del funcionamiento de su país Alain Gómez, nicaragüense de veintinueve años.

“Nica”, así es como nos decimos, acorta el gentilicio cuando explica detalles sobre su cultura, gastronomía, tópicos sobre la reputación de sus paisanos y situación política. “Cabe recalcar que nos hemos hecho famosos por vulgares y por las peleas, el boxeo (junto con el béisbol) es el deporte rey allá”, confiesa. Pues desde aquí decimos al mundo que en media hora de entrevista Alain Gómez no dijo ni un taco.

Respecto a su llegada a Ourense no hay nada relevante. Eligió esta parte del mundo por el idioma, y esta ciudad porque en esencia le parece. buena, bonita y barata. “Madrid me abrumó, de este lugar me estoy enamorando”, reconoce. Aquí tenía unos amigos, y de ese hilo fueron tirando.

Sobre Nicaragua

Originario de ciudad Sandino, un barrio a las afueras de Managua comenta que sin andar metido en política empezó a recibir presiones varias. “Yo siempre estuve abiertamente en contra del gobierno”, reconoce. Se pregunta cómo es posible que personas fallecidas siguiesen apareciendo en el padrón, y para más inri, votaran. Cuenta que, fundamentalmente a través de un vecino, empezó a recibir amenazas. “En cada sector hay unos consejos que funcionan de manera piramidal, yo tenía problemas con un secretario político”, puntualiza. “Cuando uno entra en la cárcel o no sale, o le corren del país”, aclara. “En Nicaragua no existe la libertad de expresión, también hay una ley sobre ciberterrorismo que no te permite decir nada en contra de los que mandan”, añade.

La canasta básica muy cara, desempleo en aumento y la delincuencia peor, indultos de presos que se convierten en encapuchados pro gobierno en sus hilux pickup”, resume Alain que, pensando en la seguridad, decide marcharse. “Salgo de mi país buscando la tranquilidad de mis hijos, quiero que crezcan sanos”.

“Me encargo de hacer suscripciones y soporte técnico, de seis de la tarde a tres de la mañana”, explica. Trabaja en una central de llamadas con clientes fundamentalmente de Estados Unidos. Trajo el empleo puesto desde su país y le toca el horario nocturno, de acuerdo con el día al otro lado del charco. “No me pusieron problema con el traslado, eso sí, sigo cobrando de acuerdo a mi sueldo en Nicaragua”, puntualiza Alain, que gana unos 500 euros al cambio por esas nueve horazas en inglés al aparato.

Vive con su familia, mujer y dos niños pequeños, en un piso que comparte con un amigo, en la avenida de Buenos Aires. Su chica “estaba en el mismo rubro allá”, o sea, en el mismo empleo, pero al venir aquí se vio obligada a dejarlo. “El frío les está golpeando duro a los niños, siempre tiene que estar alguien en casa”, explica Alain, al que pillamos de mañana de recadero, ocupado pero con ese relax propio del que ha dormido lo justo. Mientras hablamos con él, el teléfono suena que te suena. Si es su esposa debía de estar preguntándose ‘dónde te has metido Alain, que sólo ibas a por cigarros’.

Jugado de cegua

Pues sí, le hicimos un “jugado de cegua” a este padre de familia de la que andaba de recadero, quizá un poco ‘ós biosbardos’. Procedemos a explicar al lector, lo que significa este enunciado. “La cegua es una leyenda nica”, inicia el cuento Alain. Una hermosa y voluptuosa fémina que se le aparecía a mujeriegos, trasnochadores e infieles y se convertía en espanto. “La mató un enamorado y ella ahora anda fantasma matando a los hombres”, comenta. El proverbio se usa en un contexto actual para decir que uno está adormentado y fácilmente se distrae. Así fue como sedujimos a Alain en su mañana de gestiones mientras el móvil echaba humo, no escatima un nicaragüense en nuestro encuentro, en tocar todo tipo de palos. Desde los atuendos folclóricos de su tierra, a saber “guayabera y caites” (camisa y sandalias), hasta sátiras danzadas sobre la colonización española “el güegüense, con máscaras parecidas a las de Verín”, o un menú de desayuno a cena, el teléfono venga a sonar, nosotros a la cháchara.

“El gallo pinto es la comida por excelencia”, explica. “Arroz con frijoles que se mezcla hasta que queda muy tostado, a mí me gusta que quede con raspa”, detalla. Refiere Alain al socarrat que queda en el fondo, le chispean los ojos, se acerca la hora de la pitanza. “Nacatamal los fines de semana”, desvela otra delicia hecha con masa, de tamaño considerable. “El vigorón”, una ensalada de repollo, yuca y chicharrones, y como colofón “el vaho, con plátano verde y maduro, o un pescado a la tipitapa”. Estamos los tres: él, la compañera y servidora, un poquito babeando.

Los últimos cinco minutos de entrevista los hicimos con politono de fondo non stop, no mentimos al lector, está todo grabado. ¡Que nos perdonen mujer e hijos!, los nica en Ourense están contados. ¡Bruxas, meigas, ceguas fora!, que vuelva el padre de familia a sus quehaceres, y que las morriñas todas se vayan curando.

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