Una autovía de Ourense a Lugo en pañales y alivio para A Ponte y O Vinteún

ARRANQUE DE LA A-56

La Variante Norte, además de ser el proyecto de la circunvalación a la ciudad, supone el comienzo de la A-56, que conectará Ourense con Lugo

Un tramo de la A-56 en A Barrela, Lugo.
Un tramo de la A-56 en A Barrela, Lugo.

El primer tramo de la variante norte, Eirasvedras-Quintela, no es solo el sector inicial de esta infraestructura de circunvalación. La propia variante es el arranque de la autovía a Lugo, la A-56, por lo que el segmento también es el comienzo de esta vía rápida vital para el interior de Galicia.

Actualmente, solo el primer tramo de la variante está en obras dentro de la A-56 y cuando se pueda finalizar, allá para 2026, acompañaría al único tramo construido hasta ahora de la autovía a Lugo: San Martiño-A Barrela. Son 8,8 kilómetros (el 10% de la longitud total) por los que ya circulan vehículos desde 2020. Aun así, el trazado de este tramo ni siquiera es útil para los conductores entre Ourense y Lugo, puesto que su extremo sur conecta con el eje del Ribeiro y está aislado de la carretera N-540.

Para comunicar el tramo abierto con la ciudad hace falta construir el tramo San Martiño-Cambeo, cuyo proyecto está pendiente de volver a salir a concurso. Otro tramo pendiente es el Cambeo-Enlace de A Casilla, que enlazaría con el segundo segmento de la Variante Norte. Ambos cuentan con proyecto y aguardan la licitación de sus obras.

Mientras, toca conformarse con este primer tramo de la Variante Norte, que tiene una doble misión. Así, se aliviaría el tráfico rodado de los barrios de A Ponte y O Vinteún, muy saturados de vehículos en su principal arteria, la avenida de Santiago, y a la vez se liberaría el actual ramal de acceso a la ciudad por la N-120 para exprimir las potencialidades del Miño y su margen derecho, constreñido ahora por un vial en el que los vehículos circulan a 100 kilómetros por hora.

Una oportunidad de oro para rescatar el “bulevar termal”

La construcción de la Variante Norte de Ourense no supondrá solo conseguir ampliar el anillo de circunvalación que permita descongestionar el tráfico en el casco urbano de la ciudad, sino que es imprescindible para que el Gobierno central pueda ceder al Concello -existe ese compromiso desde hace años- el actual ramal de acceso a la urbe junto al Miño, que a día de hoy supone una clara fractura entre barrios como O Pino y el río Miño al ser una vía adaptada para velocidades de 100 kilómetros por hora.

Una vez entre en servicio el tramo entre Eirasvedras y Quintela , inicialmente era 2025, pero ahora ya se aleja hacia 2027, será el momento de que el Concello, ya sea solo o con colaboración de otras administraciones, ponga en marcha el proyecto de bulevar termal diseñado durante la etapa en la Alcaldía de Francisco Rodríguez.

Hay tiempo por delante, para que el Concello se ponga las pilas y empiece a planificar cómo acometer la transformación de la actual carretera nacional en un bulevar con el tráfico pacificado, con espacios arbolados y de aparcamiento, en el que el peatón cobre un protagonismo especial y permita disparar el potencial que ofrece el margen derecho del Miño y los recursos termales allí existentes, con todo el horizonte de perspectivas que ofrecería la actuación.

Coser la cicatriz de o pino

La transformación de todo ese ámbito serviría también para empezar a coser esa cicatriz que sufren los cientos de vecinos que residen en O Pino o las viviendas sociales que tenían al lado la antigua estación de autobuses, donde es inminente el inicio de una residencia para mayores y la urbanización de su entorno por parte de la Fundación Amancio Ortega y la Xunta de Galicia.

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