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Los homenajes al Regimiento Zamora 8continuaron ayer en el Foro La Región. El teniente general retirado César Muro Benayas ahondó en los orígenes del Tercio de Zamora, antecesor de la unidad que se estableció en Ourense, así como en sus primeras peripecias militares.
A Muro lo avala su carrera militar, con destinos como la Brigada Paracaidista, el Estado Mayor de la Fuerza de Acción Rápida, La Guardia Real y la UME, de la que fue jefe entre 2012 y 2015, pero también su dedicada labor de estudioso de los tercios de Flandes. El Foro La Región fue el escenario en el que exhibió sus conocimientos.
Muro comenzó marcando el nacimiento del tercio de Zamora. Aconteció en el siglo XVI, en la Guerra de Sucesión de Portugal. El rey Felipe II, aspirante al trono luso, se encuentra movilizando tropas. “Hay que hacer nuevos tercios en la Península. Es una unidad parecida al regimiento. El regimiento de Zamora empezó siendo un tercio y los Borbones lo cambiaron a regimiento”, comentaba Muro.
Zamora, zona fronteriza que, como tal, ya tenía tropas movilizadas, se ve atraída por la oferta de beneficios reales a cambio de constituir unidades. Finalmente, tal y como relató Muro, acabó creando un tercio de 12 compañías y 2.000 hombres, algo por debajo de los estándares exigidos.
Francisco de Bobadilla, capitán del Tercio de Sicilia destacado en Flandes, es llamado para liderar este nuevo tercio. “Cuando llega, ya está el tercio en marcha. Los tercios, normalmente, llevan el nombre de la región donde se creaba o de su jefe. Se debería llamar el Tercio de don Francisco de Bobadilla, pero como ve que ya tenía el nombre de Zamora, lo mantiene”, narró Muro.
La primera gran intervención del Tercio de Zamora en el conflicto portugués tuvo lugar en Oporto, aunque también fue protagonista en batallas como la de San Miguel, en las islas Azores. “Como había sido un buen tercio y se había distinguido”, continuó explicando Muro, Álvaro de Bazán -almirante- “se los lleva a Cádiz”.
Los nuevos designios del Tercio de Zamora estaban al norte, tal y como contó el teniente general Muro: “Bobadilla pide ir a Flandes, y se lo conceden”. Corría el año 1585 y la Corona luchaba contra las provincias rebeldes protestantes, las 17 provincias, lo que hoy es Bélgica, Países Bajos y Luxemburgo.
La ruta por mar era inviable, dada la hostilidad de ingleses y franceses. ¿Qué otra opción había? “No queda más remedio que ir por tierra”. Por ello, el Tercio de Zamora -como muchos otros- se vio obligado a hacer el “Camino Español”. Primero fueron caminando a Cartagena, desde donde se trasladaron en galeras a Génova -”un viaje que no era, ni mucho menos, agradable”- y de allí, a Milán, donde comienza ese camino propiamente dicho hasta Namur, en la actual Bélgica.
Muro definió esta ruta como “una gran maniobra logística de la época”. Y no es para menos. El camino sumaba 1.200 kilómetros, atravesando los Alpes a pie. Detrás de cada tercio iba “una ciudad”, con familias de soldados, artesanos de apoyo… “Este era el camino que realizó nuestro querido Tercio de Bobadilla”, dijo Muro, quien estimó en unos 2.000 soldados y 6.000 personas en total el contingente que movió entonces el Tercio de Zamora.
“Cuando llega el Tercio de Bobadilla, está prácticamente todo controlado”, siguió relatando Muro sobre la rebelión de las 17 provincias. Las tropas de Bobadilla se componían de 2.100 infantes del Tercio de Zamora y otros 1.900 adicionales. En esta campaña bélica se produce el bautizado como “Milagro de Empel”.
El 7 de diciembre de 1585, el contingente de Bobadilla luchaba en la isla de Bommel. El ejército neerlandés abrió los diques y aisló a los españoles en Empel: “Están allí 4.000 soldados sin saber bien qué hacer”, prosiguió Muro. Prácticamente no había esperanza. Un soldado, cavando una trinchera, halló una tablilla de la Virgen, el agua se heló y los soldados de Bobadilla pudieron revertir la situación. “Fui a una fábrica de hielo en Guadalajara y me presenté a un ingeniero químico. Le conté el caso”, dijo el teniente general Muro. “Esa noche, para que eso ocurriese, tenía que haber 20 grados bajo cero durante mínimo seis horas. En Holanda, en la vida han pasado de los cero grados”, añadió. De momento, la Iglesia aún no lo ha oficializado.
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