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Poco más allá del ajetreo urbano, más bien colindando con la periferia ourensana, se encuentran las chabolas de O Vinteún. Es el único poblado, y el más longevo, que continúa en pie en la ciudad. En sus más de 30 años de historia llegaron a habitar en este espacio cerca de 40 personas. Ahora, una familia permanece sobre el terreno. En Canibelos y en Zaín también hay una serie de parcelas que sirven de “trastero” para aquellos que se dedican a la chatarra. Además, en Mariñamansa o por encima de la avenida de la Universidad algunos feriantes se instalaron muchos años atrás.
Enrique Saldaña es el patriarca del poblado gitanode O Vinteún. Hace un mes un incendio consumió su casa formada por tablones de madera. Su ropa, sus muebles y todo lo que allí acumulaba quedó reducido a la nada. Los bomberos pudieron salvar un habitáculo que usaba como garaje y, ahora, es su nuevo hogar.
Saldaña abre las puertas de su casa -una sábana a modo de cortina- y enseña el escenario de su día a día: en primera estancia un salón comedor. El suelo de tierra, un horno antiguo y un par de sillas y mesas de playa conforman la habitación. A continuación, el patriarca levanta una nueva cortina que, a modo de pared, oculta su cama y un burro con ropa. Las moscas invaden esta casa improvisada de la que Saldaña manifiesta: “Me gustaría dejar y que me ayudasen a tener una de verdad”.
Delante, el espacio de la casa que ardió y detrás, las que quedan en pie.
“En el concello me dijeron que al menos me iban a arreglar lo quemado, no pude salvar nada, salí en calzoncillos y descalzo, perdí mi casa completa”, explica. Sus nuevas propiedades, unas cuantas sábanas y algunos pares de pantalones, los consiguió en Cáritas. “Desde el Concello nada”, declara.
Su sobrina, que prefiere no decir su nombre, tiene una propiedad. Allí habita junto a su marido y sus dos hijos, que juegan descalzos en la entrada de un galpón a varios metros de distancia. “Vivimos aquí pero queremos encontrar un piso. Lo que pasa es que ahora piden nómina y un montón de condiciones. Cobramos una paga y no nos da”, explica. “Yo hace poco que estoy aquí. Vivía en un piso en la calle Río Arnoia, pero la propietaria lo puso en venta y nos tuvimos que venir porque no teníamos a donde ir”, relata la mujer.
“En Cruz Roja nos ayudan a pagar lo básico con una tarjeta de 300 euros”, indica y asegura que junto a las ayudas, así obtienen su único modo de subsistencia.
Por otra parte, fuentes policiales informan de que este poblado suele dar problemas: “Hay bastantes llamadas y en el 061 les tienen pánico. Suelen pedir colaboración porque ya han agredido a técnicos y sanitarios allí”, apuntan. A las agresiones se suman además “quemas ilegales”.
Además del poblado de O Vinteún, hay una serie de espacios a lo largo de la ciudad que sirven como estanquera de chatarra. Son, por ejemplo, los ubicados en Canibelos o en Mariñamansa. “Ya no vive nadie aquí pero usamos el espacio para nuestros trabajos de reciclaje”, explica Saturnino González, un popular atleta ourensano que, además, se dedica al negocio de la chatarra. Muchos de estos espacios suscitan quejas vecinales por la contaniminación ambiental y paisajística que generan.
El gobierno municipal evade el tema de las infraviviendas, en consonancia al desinterés por los servicios sociales. Mientras, grupos de la oposición piden que directamente se erradique el chabolismo y proponen “un programa que se basea no dereito á vivenda co establecemento de itinerarios de acceso diferentes segundo os casos e a necesidade de inserción”, explica Luis Seara.
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