Obituario | Emma Ferrín, la dama de la dulce expresión de ojos azules

2022100901483495745
2022100901483495745

En los albores de un otoño, por más que veraniego, se nos fue apagando la vida de Emma Ferrín, ya sobrepasando esos límites que la edad en estos tiempos marca, sin que para ella cuadrare eso tan manido de misión cumplida, como a modo de muletilla o de remate de cualesquiera necrológicas, porque pocas veces las misiones se cumplen enteramente aunque, por los años vividos, pudiera parecer que sí. Expresada en su azulados ojos, con esa humanidad sin límites capaz de abrazar tanto al más desheredado de la tierra como al más encopetado, sin hacer distingos, lo que dice todo de una señora que a gala tenía el despedirse con un au revoir, correspondida por otro au revoir, Madame, porque sin duda dama mejor no pudiere hallarse.

Elegante, divertida, bailarina, solidaria que decía, entre bromas, que no amaría a ningún hombre que no supiese bailar, porque ella una incansable bailarina con su hermano Gelucho en los estivales atardeceres del Liceo, y así fue hasta que halló en un oficial de milicias universitarias aquí destinado, el manchego Pepe Montanos, letrado después en esta plaza, al hombre con el que iba a compartir toda una vida, prendado de su porte, de sus ojos, de su bondad. Romántica, leía las cartas de su amor a la luz de la luna. María Teresa Emma se nos fue yendo, amando a un entorno familiar al que ella tanto cuidó, y por él que querida, sin renunciar a ese don de la solidaridad, del amor al prójimo, al cercano, en un haz el bien y no mires a quién, del que hacía bandera.

De una vitalidad sin límites pareciere cuando en bicicleta iba al pazo familiar de Casar do Mato, en Quintela de Canedo; era como si a caballo, dispuesta para avistar el siglo sin ningún costoso esfuerzo, que dicen que la supervivencia a estas edades cuasi centenarias solamente a ellas llegaban en pretéritos tiempos los dedicados a la contemplación y a la vida monástica, que muy firmes en Emma esos valores humanos, apoyados en su cristiana fe. De esto constancia los que la trataron y los que con ella convivieron durante su vida laboral en el INSS, entre los que recordada como maravillosa .

De una familia, los Ferrín, que desde principios del pasado siglo prestigiosa academia tuvieron, prima por demás de uno de nuestros grandes escritores de la potencia, para muchos, de un Nobel, Xosé Lois Méndez Ferrín, el de Arraianos y tantas otras novelas, y también sobrina del eminente médico Pedro González, de grato recuerdo y consagrada calle en Verín, a donde iba a pasar grandes estancias gozando de las aguas de Cabreiroá con su prima Carola y hermanos.

Nos dejó Emma un atardecer compostelano, convencida, como en la poemática horaciana seguida por los clásicos españoles en ese “juzga ricos a sus hijos pues les deja la libertad, las aves y…” Ella deja un enriquecedor legado: hijas brillantes en sus carreras, de las que una del mismo nombre, que la trajo a vivir con ella en su última década, una nieta, Emma también, y hasta una biznieta que mantendrán la huella imborrable de una madre singular, una abuela entregada... y una biznieta, en la paz y convencimiento de que su fe la llevará a donde siempre aspiró. Los que aquí dejas mantendrán la llama inextinguible de tu recuerdo. Compañeros, amigos, y los que no tuvieron el privilegio de conocerte te dicen: Au revoir, madame Emma! Rememoranza que justicia hace a quien tanta hermosura irradiaba en la profundidad de sus generosos ojos azules, a los que más cuadrarían los primeros versos de aquel poema romántico del clásico de nuestro Siglo de Oro, Gutierre de Cetina, apuñalado en la treintena en un lance de amor en México: Ojos claros, serenos,/ si de un dulce mirar sois alabados...

Contenido patrocinado

stats