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A los vecinos de Trives ya no les extraña cruzarse con militares en las calles en pleno mes de agosto. La llegada de los todoterrenos verdes supone la garantía de mayor protección en el monte frente a la actividad incendiaria que asola la región cada verano. "Ogallá este ano os collan", piensa más de un paisano al verlos.
La Operación Centinela Gallego de la Brigada Galicia VII arrancó el pasado mes de agosto en la provincia y se extenderá hasta finales de septiembre, como mínimo, según el riesgo de incendios. "Tenemos dos células grandes, una en la zona de Lobios y otra dividida entre Trives y Viana. Aquí (Trives) tenemos patrullas y un pequeño puesto de coordinación", explica el teniente Antonio Manzano, que repite por segundo año en esta operación.
Los militares mantienen la vigilancia durante 24 horas en los montes de Trives y Manzaneda, en busca de movimientos sospechosos, así como conatos. "Tenemos observatorios fijos en puntos concretos en base a los a los datos históricos de incendios. En función de la actividad que vaya habiendo, se fijan nuevos", describe Manzano.
Desde los observatorios, la brigada se mantiene alerta, a la espera de cualquier incidente. En caso de detectar llamas, se inicia el proceso de información. "Lo primero es informar a nuestra célula de seguimiento y agrupar datos. Damos cuenta de la ubicación aproximada y si es posible aportamos una breve explicación del viento, muy importante para los servicios de extinción. Ellos se encargan de enviar la información a los distritos forestales o a los servicios de emergencia", detalla. Tras dar el aviso, los militares vigilan el avance del fuego. "Pero no intervenimos nunca", recuerda Manzano.
La operación también cuenta con patrullas que controlan el movimiento en la zona, tanto en las carreteras como en los montes. "Establecemos itinerarios que realizaría la gente para prender fuego y las patrullas se encargan de recorrerlos para encontrar indicios de una quema o de posibles sospechosos", apunta.
Pero los militares conocen la dificultad de sorprender a un incendiario en el momento justo: "Lo único que podemos ver son indicios de que una persona va a hacerlo o viene de hacerlo". Su mera presencia en los montes ayuda a disuadir a los posibles delincuentes, además de educar a los vecinos en la importancia de proteger los montes. "Si nos ven, al menos pasarán de largo y la próxima vez se lo pensará bien antes de actuar... No es lo mismo campar a sus anchas que tener a una patrulla pendiente de qué haces. La gente todavía no es consciente del daño medioambiental que está causando en la región, sobre todo al tener estas características climáticas: los daños pueden ser devastadores", explica.
Desde el inicio de la operación, el número de conatos detectados en la zona es similar a la de años anteriores, aunque los militares han percibido más concentración de focos. "Eso conlleva más dificultad en las labores de extinción. Suelen aparecer varios dentro del mismo conato, a unos 100 o 200 metros unos de otros. Así se aseguran de que va a prender", explica el teniente.
La brigada trabaja en contacto continuo con el resto de fuerzas y cuerpos de seguridad de los municipios, para repartirse las zonas de control e intentar mantener todo el territorio vigilado. "En estas extensiones tan grandes de terreno, con las vías de comunicación que hay, un desplazamiento supone una hora u hora y media, por eso estamos nosotros aquí, para facilitar el trabajo y coordinarnos, que haya presencia en toda la zona", recalca Manzano.
La lucha contra la actividad incendiaria necesita de la colaboración de los vecinos de la zona, quienes conocen, mejor que nadie, la realidad del conflicto. La llegada de los militares cada verano anima a los locales a confiar en su labor y compartir información de relevancia. "Muchos vecinos aprovechan para contarnos cosas cuando nos ven, sobre todo en los restaurantes, después de comer. Se acercan y nos dicen que vigilemos a tal o cual persona, que creen que pudo tener algo que ver con un incendio... Para nosotros es muy importante", destaca.
La relación con los paisanos es "muy positiva" y los militares aseguran que se sienten "muy acogidos" cada verano. "Para mí es mi primera vez aquí, y estoy muy contento, es un orgullo. La gente siempre nos saluda cuando nos ve, nos sonríe, son muy amables", resalta el soldado Chávez. Pero a pesar de ello, no faltan los asustadizos. "Cuando nos ven en el monte suelen aminorar la marcha, a alguno se le cala el coche, nervioso...", reconoce Manzano, que asegura que son los "menos". "Este año la población está más acostumbrada a nuestra presencia, porque también tuvimos la Operación Balmis durante los meses del confinamiento en todo el territorio del país. Viendo el trato que tienen con nosotros, yo creo que la operación está muy bien vista", añade.
En algún caso, los militares también ayudan en otras cuestiones: "En el despliegue de 2018 tuvimos que socorrer a un ciclista que subía Manzaneda y se empezó a encontrar muy mal".
"Es una pena que tengamos que venir aquí con esta misión, para controlar que no haya incendios, pero la zona es increíble, para nosotros supone descubrir una zona con unas vistas y una orografía increíble", destaca el teniente. La operación les permite conocer los rincones de la provincia, y muchos son los que cada año repiten para disfrutar de la comida típica y de los paisajes.
"La gastronomía muy bien, la verdad, aunque todavía no hemos probado la bica de Trives, lo tenemos pendiente", reconoce con una sonrisa el soldado Chávez, que asegura que volverá en los próximos años si es posible. "Me gustaría mucho", añade.
Respecto a las elevadas temperaturas, no se amilanan. "Yo soy canario, así que el calor lo llevo muy bien, pero además nosotros estamos acostumbrados a todo tipo de climas extremos, tanto de mucho frío como de mucho calor", reconoce Chávez Este año, debido a la pandemia, al uniforme habitual –con botas de montaña incluidas– se le suma la mascarilla obligatoria, pero "ya estamos acostumbrados". "Se nota en los días de calor, pero bueno, no pasa nada", aseguran.
Antes de regresar a su base habitual, todavía les quedan varias semanas de vigilancia en los montes ourensanos.
El día a día de la operación
Los turnos de los militares cubren las 24 horas del día, para evitar acciones incendiarias. Según los datos observados por la jefatura territorial de Medio Rural, la mayor actividad se registra entre las ocho de la tarde y las once de la noche. "El momento del ocaso es el de mayor riesgo", asegura el teniente Antonio Manzano. Las acciones están coordinadas desde el puesto de mando de Trives, y en contacto continuo con los distritos forestales de la zona.
Los observatorios en zonas de riesgo
Los puntos de observación están localizados en zonas de riesgo, en las que se han detectado más incendios durante los últimos años. Los militares se ayudan de aparatos tecnológicos para mantener la vigilancia del terreno, así como alertar al puesto de coordinación en caso de divisar conatos –es este el encargado de pasar la información de los fuegos a los distritos o a los servicios de emergencia para movilizar a las brigadas de extinción con la máxima rapidez posible–.
Las carreteras y pistas, bajo control
Las patrullas de la brigada se reparten entre las carreteras y pistas de la zona para cubrir los accesos a los puntos de mayor incidencia incendiaria. Este año, pese al incremento de visitantes en la zona –"Creemos que debido al turismo nacional"–, los militares aseguran que no han tenido problema para mantener las carreteras controladas. "No dificulta nuestra misión, porque no se saturan las vías de comunicación", asegura el teniente Antonio Manzano.n
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